(A)
Bienvenidos a la celebración de la Eucaristía, en este primer domingo de cuaresma.
Durante este tiempo de Cuaresma, tiempo de gracia y salvación, la Iglesia pone ante nuestra consideración todo el misterio de la vida humana.
El hombre, a través de la vida, en su caminar hacia la meta, se encuentra con muchos obstáculos y se da cuenta de sus limitaciones y de su fragilidad.
Un hombre como nosotros, llamado Jesús, ya ha recorrido el camino, ha superado los obstáculos y ha llegado a la meta.
Su ejemplo es un motivo de esperanza para nosotros, pues nos enseña que el hombre puede enfrentarse con éxito a las dificultades.
Jesús nos invita a seguir su camino; nos invita a vivir, como él hizo, siendo fieles a la Palabra de Dios.
(B)
Al comenzar este tiempo de Cuaresma, escuchamos las palabras de Jesús: “No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios”.
Es una llamada a reaccionar, a cambiar, a salir de nuestra indiferencia y pasividad, para dejarnos iluminar con la verdad del Evangelio. Es lo que pedimos en esta Eucaristía.
(C)
El carnaval nos introduce en la Cuaresma. Resurge pujante el carnaval y baja en intensidad la Cuaresma. La Semana Santa evoluciona cada vez más hacia unas minivacaciones de primavera. Son dos observaciones previas que debemos hacer en este primer domingo Cuaresma.
La Cuaresma fue como un invento espiritual del siglo IV para conservar las energías cristianas cuando se enfriaba el entusiasmo religioso de los primeros siglos. En la actualidad debemos velar todos para que no desaparezca ni quede devaluada o reducida a unas prácticas sin sentido como sería renunciar a comer carne los viernes para hartarse de pescados más costosos.
La Cuaresma debe entenderse como preparación para la Celebración gozosa de la Pascua, núcleo de nuestra fe. Empieza con el simbolismo de la ceniza impartida en forma de cruz. La ceniza recuerda la condición mortal de nuestro origen y la cruz señala el destino de nuestra vida. Tenemos por entrenador a Jesús mismo que va delante y nos señala tres prácticas de Cuaresma: oración, penitencia como entrenamiento espiritual y obras a favor del prójimo.
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