18 noviembre 2022

Reflexión domingo 20 noviembre: EN TORNO A NUESTRO CRISTO REY

 EN TORNO A NUESTRO CRISTO REY

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Vaya por delante, mis queridos jóvenes lectores, que cuando hablamos de la realeza de Jesús, en nada se parece a la de este mundo. Ni es rey como lo fue Herodes, o cualquiera de los de su tiempo, ni se asemeja a los actuales que ocupan un lugar muy diferente, sea en la esfera de lo político, de lo económico o de la prensa rosa. Observad que no le atribuimos al Señor ningún territorio concreto. Decimos que es Rey del Universo, por utilizar una expresión convencional, como podríamos decir que es la clave de la creación en la que estamos sumergidos o el sentido y causa de la materia-energía en la que trascurre nuestra existencia, actual y eterna. Serían estas, por más exactas que pareciesen, frases complicadas.

Aunque el contenido de la festividad de hoy esté expresado mejor en el fragmento evangélico, permitidme que me detenga un poco en la primera lectura, que es, como casi siempre, una introducción a la tercera. La escena transcurre en una población llamada Hebrón. Esta ciudad existe todavía, está emplazada a 40 km. al sur de Jerusalén. La he visitado unas cuantas veces. Según se cree, es la ciudad más antigua que ha sido habitada siempre. El núcleo es encantador. La presencia palestina es casi total allí. A las afueras, se levantan algunos asentamientos judíos, que no son otra cosa que edificaciones rápidas, apresuradas, de cemento. La presencia cristiana, que yo sepa, se reduce a un monasterio ortodoxo, que recuerda el episodio de Mambré, muy próximo. Domina el paisaje urbano un gran edificio, herodiano primero, cruzado después, en la actualidad: musulmán.

En él, de acuerdo con la tradición, están enterrados los patriarcas y las matriarcas. Dada la mentalidad imperante en el lugar, ni se pueden hacer estudios en las tumbas, no se puede turbar el reposo de los muertos, ni excavaciones arqueológicas en su entorno. A pesar de todo esto, la presencia espiritual de Abrahán es evidente. Y de él nos sentimos descendientes judíos, cristianos y musulmanes. No obstante, en el lugar no se respira paz, cosa muy lamentable. Aquí fue donde empezó a gobernar a las tribus israelitas del sur, un joven atractivo y bien dotado para la música y la poesía, acertado en sus disparos de honda, hijo de pastores y pastor él mismo. Su nombre era David, hijo de Jesé. Ungido rey por el profeta Samuel, aceptado por los suyos, los del sur, pero no por las tribus del Norte, que obedecían a Saúl. A su muerte, momento que recoge la lectura, también aquellas diez tribus lo aceptaron. David es figura del futuro Mesías-Rey, de aquí que su entronización sea una anticipación, una imagen simbólica, de la realeza de Jesús que celebramos hoy.

3.- Al leer el evangelio del presente domingo, nos choca la situación de Jesús, que en la cruz donde está clavado, resulta patética. Contrasta la fiesta de Hebrón con la estampa del Calvario. Seguramente ninguno de vosotros, mis queridos jóvenes lectores, ha visto una cámara de ejecución, ni falta que hace, diréis acertadamente. Pero yo sí que me encontré, sin buscarlo, en una. Gracias a Dios, en aquel entonces y aun ahora, ya está en desuso. Veía el instrumento para dar muerte al reo y, próxima a aquel recinto, la pequeña estancia donde se alojaba al condenado, esperando su próxima ejecución, incapaz de escaparse y casi de moverse. Como el Señor en la cruz. La gente se mofaba y le increpaba. Incluso uno de los que a su lado sufría el mismo tormento, también le insultaba, el otro no. El otro, aquel que la tradición ha llamado Dimas, le dirige una sincera oración. Reconoce que está próxima la llegada de su misterioso Compañero a su reino, desconocido para Él, pero del que algo habría oído hablar. Alcanzará, sin duda, el triunfo. Allí donde los demás, gente sabia y poderosa, no saben ver más que un derrotado, víctima de sus envidias, de las envidias de los poderosos y sabios, él, pobre crucificado, en vez de insultar, reza. Reza sin saber que lo está haciendo. ¡Señor! Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino. Y escucha, consolándole: hoy estarás conmigo en el Paraíso.

4.- Jesús ni en los momentos de más atroz dolor, es capaz de olvidarse de los demás. De apartar de su mente el encargo del Padre. Con sus palabras de consuelo, empieza la redención de este buen ladrón. Empieza la redención del género humano. Es un misterio, como tantos otros, el porqué de no se lo diga ni a su Madre, ni a Juan, ni a las otras mujeres. La súplica del buen ladrón se ha convertido para mí en oración cuando rezo en el Calvario. Le digo al Señor: acuérdate de mí ahora que estás en tu Reino. Y luego le repito muchas veces, pronunciando los nombres de los que amo: acuérdate de él, de ella, de aquellos, ahora que estás en tu Reino. Y como es muy de cuando en cuando que puedo hacerlo en Jerusalén, se ha convertido ya en mi oración de Viernes Santo, cuando adoramos la Cruz redentora. Posteriormente, he descubierto que cualquier día, en cualquier lugar, es bueno repetírselo a Jesús: acuérdate.

Es paradójico: un Señor, un Maestro, un Redentor, un Rey, recibe gesto de pleitesía, en un patíbulo. Solo a la portentosa imaginación de Dios se le podía ocurrir tal cosa.

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