ES DE BIEN NACIDO EL SER AGRADECIDO.
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- La historia que nos refiere la primera lectura es muy bonita. Lamentablemente la versión para la liturgia dominical ha reducido párrafos. Os recomiendo, mis queridos jóvenes lectores, que toméis la Biblia y la leáis entera. Como siempre procuro haceros, explicaré unos cuantos detalles, para que la entendáis mejor. En primer lugar hay que tener en cuenta que las relaciones entre países vecinos acostumbran a ser conflictivas. Ocurría antes y por desgracia continua siendo triste realidad en muchos sitios. Pero puede que en un periodo no exista conflicto bélico, pero persista la rivalidad. Una cosa así pasaba entre Israel y Siria en los tiempos del relato. Otra advertencia. En la evolución respecto al conocimiento de la Divinidad, a la inicial actitud casi mágica, suceden etapas de perfeccionamiento de la fe, hasta que se acepta un solo Dios en cada territorio, para cada pueblo. Los otros, las demás naciones, tendrán cada una las suyas. Israel tenía a Yahvé, Naamán el de Siria, es curado por Él y el extranjero agradecido quiere mantener su contacto, ofrecerle sacrificios. Es preciso, pues, que se lleve a su casa un poco del territorio de Israel, unas cargas de tierra, para que, encima de ella, pueda correctamente ofrecerle holocaustos.
2.- Sin ignorar la capacidad que tiene Dios de conceder la salud a quien Él quiere, en este caso, no hace falta pensar en espectaculares milagros, tal vez lo que sufría este buen gobernador no fuera lepra, sino soriasis u otra afección semejante de la piel. En la desembocadura del Jordán está el Mar Muerto, con reconocidas propiedades de curación de estas enfermedades cutáneas. Sea por la composición salina del agua y su saturación, (es tan densa que el hombre flota en ella), sea por la presión atmosférica mayor que la normal, (está a 400 m bajo el nivel del Mediterráneo), o por su alto grado de humedad, ciertas afecciones del género mencionado encuentran curación. El Profeta podía saberlo, era fácil. Lo difícil es ser humilde, a Naamán le costó serlo pero le enseñaron y ayudaron sus servidores. Las propiedades geográficas del lugar y su actitud espiritual efectuaron el milagro. Y él supo corresponder y ser agradecido.
3.- La tradición, tal vez simple leyenda, atribuye a la actual Jenín el ser el lugar del encuentro de Jesús con los leprosos. El lugar no está lejano de Nazaret y podría muy bien coincidir con el relato. Me he parado más de una vez, es un sitio conflictivo, dada en la actualidad la situación de rivalidad política entre Israel y Palestina. Jenín forma parte de esta última, en el territorio que llamamos Cisjordania. Os he de confesar que yo personalmente, guardo un excelente recuerdo de una de las visitas. Se portaron con nosotros gentilmente. Íbamos varones y mujeres. Nos invitaron a entrar en casa, se reunieron un buen grupo de vecinos, nos ofrecieron aromático té y hasta se dejaron ellas fotografiar, con las nuestras a su lado. Cosa insólita en aquel país, de cultura árabe y religión musulmana. Si ahora se llama Cisjordania, en aquel tiempo era Samaría. Los samaritanos eran gente marginada y despreciada, de aquí que no se pensase que pudieran ser buena gente. Como pasa entre nosotros, que cada uno, mis queridos jóvenes lectores, por definición, respecto a los extranjeros no adinerados, piensa mal para no errar.
4.- Naamán, un extranjero y ese anónimo samaritano, son agradecidos. Reciben el elogio del Señor. Yo no sé si os habéis dado cuenta de que el agradecimiento es una virtud peculiar de la tradición judeocristiana. Otras religiones llegan a ignorarla. Lo malo es que uno observa que entre nosotros, incluida la clerecía de alto rango y la de a pie, debo ser sincero, se está perdiendo esta virtud. Virtud que no es un lujo, sino exigencia y consecuencia de la bondad totalmente gratuita de Dios. San Pablo lo mandaba (Col 3,15). Observo con frecuencia que las buenas madres enseñan a sus chiquillos a dar las gracias siempre que se les da algo. Lo lamentable es que de mayores, tales palabras y su consiguiente actitud, se olviden con frecuencia. Si dar las gracias es un acto de justicia, aquel que es agradecido también se siente feliz. Agradecidos a Dios siempre lo debemos ser. Descubrir que la bondad del Señor nos llega a veces a través de los hombres y a ellos agradecérselo, nos ayuda a ser felices, a darnos cuenta de que a pesar de que la niebla, que puede ser el malhumor o el fracaso pasajero, nos lo oculte, estamos impregnados de la Gracia.
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