DRAMA EN DOS ACTOS
Por Gustavo Vélez, mxy
1.- “Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado a su portal, cubierto de llagas”. San Lucas, Cáp. 16. En la antigua región de Samaria, se han descubierto artísticos relieves tallados en marfil, probablemente importados de Egipto. Lo cual confirma las diatribas del profeta Amós contra los ricos egoístas de su tiempo. "Bebéis generosos vinos y os ungís con preciosos perfumes. Ay de vosotros que os recostáis en lechos de marfil y no os doléis de los desastres de los pobres”. Porque los ricos epulones, es decir derrochadores y ostentosos han existido siempre.
2.- Jesús, en una de sus parábolas nos habla de uno "que vestía de púrpura y de lino", tejidos de gran precio. Aficionado además a los placeres de la mesa, pues "banqueteaba espléndidamente todos los días". El Maestro presenta en dos actos un doloroso drama, o mejor una cruel tragedia. Echado a la puerta de aquel acaudalado, estaba un mendigo, cubierto de llagas. Es gráfica la descripción de San Lucas: "Deseaba saciarse con lo que tiraban de la mesa del rico, pero nadie se lo daba”. Y un pintoresco apunte: Hasta los perros callejeros, más compasivos que el poderoso, se acercaban a lamerle las llagas al pordiosero, a quien el mismo Jesús o quizás el evangelista llamó Lázaro. Es decir, “Dios ayuda”.
3.- La trama se interrumpe de improviso porque los dos personajes mueren. Cambia entonces el escenario y la ubicación de los actores: “Al mendigo los ángeles lo llevan hasta la mesa de Abraham. Murió también el rico y lo enterraron. Y estando en el infierno”… Nunca fue el Señor tan tajante, como en esta parábola, al presentarnos el premio o el castigo más allá de la muerte. ¿Pero de qué era culpable aquel? No lo señala el Maestro como homicida, adúltero, blasfemo o ladrón. Gastaba su dinero, conseguido con los propios sudores. Observaría el sábado de forma escrupulosa, sin omitir las abluciones previas a las comidas. Pagaría el diezmo y las primicias de sus cosechas. Fue sepultado en el infierno, porque no tuvo corazón para el necesitado.
4.- En este segundo acto cuenta San Lucas cómo aquel poderoso, caído ahora en desgracia, suplica a Abraham le envíe a Lázaro, siquiera con una gota de agua a refrescarle la lengua. Pero el patriarca se muestra inexorable: “Recuerda que recibiste en vida tu bienes y Lázaro a su vez, males”. “Además entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso”. Mucho mayor que aquel que hubo entre la mesa abastecida del epulón y el hambre del mendigo. Tampoco acepta Abraham que Lázaro regrese a la tierra, para advertir a la familia del rico las graves consecuencias que puede ocasionar el egoísmo, allá en ultratumba. “Tienen a Moisés y a los profetas, responde el padre de los creyentes. Que los escuchen”.
5.- Pudiera ocurrir que un ángel listo, vestido de civil, se dedicara a repartir copias de esta parábola en ciertos círculos sociales. También por algunas juntas directivas, reuniones políticas, celebraciones y homenajes. Igualmente en las salas de velación y a la puerta de las corporaciones de ahorro y crédito. Imagino que de inmediato lo expulsarían de estos recintos. Porque en verdad perturba el libre ejercicio de nuestras actividades.
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