MONICIÓN DE ENTRADA
¡Bienvenidos, hermanos y amigos! Que Dios nuestro Padre y el Señor Jesucristo derramen sobre todos nosotros su gracia y su paz.
Estamos en el Domingo Veintiséis del Tiempo Ordinario. La Liturgia de la Palabra de hoy nos presenta cuadros de desequilibrio social que claman justicia y nos advierte que Dios castiga a los ricos y poderosos de su pueblo no por ser ricos y poderosos, sino por ser egoístas, por despreocuparse de los males del pueblo, por no compartir con el pobre que se muere de hambre frente a sus ojos. Muchas veces nuestro pecado no consiste en hacer cosas malas, sino en no hacer el bien que debemos hacer. Amar es compartir.
Seguros de la presencia del Resucitado aquí y ahora en medio de nosotros, pongámonos de pie para compartir este banquete de la Eucaristía.
MONICIÓN PRIMERA LECTURA (Amós 6,1.4-7)
El profeta Amós denuncia la ceguera de los poderosos, que no se dan cuenta de que su insensibilidad los lleva hacia el desastre. Escuchemos…
PRIMERA LECTURA
Los disolutos encabezarán la cuerda de cautivos
Lectura de la profecía de Amós 6, 1a. 4-7
Así dice el Señor todopoderoso:
«¡Ay de los que se fían de Sión
y confían en el monte de Samaria!
Os acostáis en lechos de marfil;
arrellanados en divanes,
coméis carneros del rebaño
y terneras del establo;
canturreáis al son del arpa,
inventáis, como David,
instrumentos musicales;
bebéis vino en copas,
os ungís con perfumes exquisitos y
no os doléis del desastre de José.
Pues encabezarán la cuerda de cautivos
y se acabará la orgía de los disolutos».
Palabra de Dios.
Salmo responsorial: Salmo 145, 7. 8-9a. 9bc-10 (R.: 1b)
R. Alaba, alma mía, al Señor.
O bien:
R. Aleluya
Él mantiene su fidelidad perpetuamente,
él hace justicia a los oprimidos,
él da pan a los hambrientos.
El Señor liberta a los cautivos. R.
El Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos,
el Señor guarda a los peregrinos. R.
Sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.
El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad. R.
MONICIÓN SEGUNDA LECTURA (1 Timoteo 6,11-16)
Hoy Pablo nos exhorta a vivir la fe en Jesús empeñándonos por hacer el bien a nuestros hermanos, y para ello nos presenta un estupendo programa de fraternidad Escuchemos con atención.
SEGUNDA LECTURA
Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo 6, 11-16
Hombre de Dios, practica la justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la delicadeza.
Combate el buen combate de la fe.
Conquista la vida eterna a la que fuiste llamado, y de la que hiciste noble profesión ante muchos testigos.
En presencia de Dios, que da la vida al universo, y de Cristo Jesús, que dio testimonio ante Poncio Pilato con tan noble profesión: te insisto en que guardes el mandamiento sin mancha ni reproche, hasta la manifestación de nuestro Señor Jesucristo, que en tiempo oportuno mostrará el bienaventurado y único Soberano, Rey de los reyes y Señor de los señores, el único poseedor de la inmortalidad, que habita en una luz inaccesible, a quien ningún hombre ha visto ni puede ver.
A él honor e imperio eterno. Amén.
Palabra de Dios.
MONICIÓN EVANGELIO (Lucas 16,19-31)
Hoy, con el cuadro de Lázaro y el rico epulón, Jesús nos invita a la conversión de corazón: compartir hoy con los pobres significa gozar con ellos en la vida eterna. Abramos los oídos, la mente y el corazón, y pongámonos de pie para la proclamación del Santo Evangelio.
Aleluya 2Co 8, 9
Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre,
para enriqueceros con su pobreza.
EVANGELIO
Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces
Lectura del santo evangelio según san Lucas 16, 19-31
En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
—«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día.
Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico.
Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.
Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abrahán.
Se murió también el rico, y lo enterraron. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritó:
«Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas».
Pero Abrahán le contestó:
«Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.
Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros».
El rico insistió:
«Te ruego, entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento».
Abrahán le dice:
«Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen».
El rico contestó:
«No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a verlos, se arrepentirán».
Abrahán le dijo:
«Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto»».
Palabra del Señor.
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