20 febrero 2022

Y, sobre todo, ¡el otro!

1.- A punto de iniciar la Santa Cuaresma, en este domingo 7º del Tiempo Ordinario, San Lucas, nos sorprende con una serie de actitudes que, los seguidores de Jesús, hemos de cultivar y no obviar. Esos modos los podemos resumir con una frase: por encima de todo, ¡el bien del otro!

Es el mundo al revés. Es lo contrario a lo que estamos habituados a escuchar en muchos de los círculos donde nos encontramos.

En definitiva, “sobre todo el otro” es la locura y el centro de la predicación de Jesús. ¿Lo es también en nosotros?

Pensar en “el enemigo” no es buscar esa categoría en las luchas fraticidas o en las películas entre buenos y de malos. El enemigo, sin darnos cuenta, se localiza muy cerca de nosotros:

-Las personas a las que, por pensar de diferente forma a la nuestra, las alejamos de la órbita de nuestras amistades

-Las personas que, por pequeñas o grandes decepciones, las hemos dejado marginadas

-Las personas que, por mil excusas o por ninguna, las hemos olvidado o, incluso, humillado.

Todo cristiano tiene dos caminos: uno el que conduce hasta que Jesús y, otro, el que conduce exclusivamente a uno mismo.

-El cristiano que elige el camino hacia Jesús, cae en la cuenta de que –ese camino- tiene una derivación obligatoria: los hermanos que nos rodean.

-El cristiano que, por sistema o con mil excusas, opta por el camino de “uno mismo” corre el riesgo de poner en el centro sus propios intereses. Corremos el peligro de buscarnos a nosotros mismos. De gritar a los cuatro vientos aquello de ¡sálvese quién pueda!

2.- Ante la próxima cuaresma, el evangelio de este día, es casi un anuncio de lo que conllevar el vivir codo a codo o el trabajar mano a mano con el Señor: el bien del otro. Por encima de todo y sobre todo, el bien del otro.

¡Tiempo vamos a tener en la Santa Cuaresma para ajustar y hacer más auténtica nuestra vida de fe!

¡Tiempo vamos a tener en la Santa Cuaresma para intentar, por encima de todo, acompañar a un Jesús que nos invita a la conversión, a la sinceridad y…a tratarnos los unos a los otros con un poco más de cordialidad y de amor!

¡Tiempo vamos a tener, en la Santa Cuaresma, para saber que los juicios los hemos de dejar en las manos de Dios y, en cambio, la comprensión ha de surgir espontáneamente de nuestro corazón!

¡Tiempo vamos a tener, en la Santa Cuaresma, para mirarnos en el gran espejo de Jesús y comprobar si la imagen que refleja, se proyecta en nuestra vida a través del desear el bien a los demás; la paciencia; el buen trato; el amor sin distinción o el perdón por aquellas pequeñas cosas que nos hacen o que forjamos en las luchas de cada día!

3.- Nuestra vida cristiana no puede ser un carnaval. Es decir; un traje bajo el cual nos ocultamos para aparentar lo que no somos o un disfraz que utilizamos de vez en cuando para ser irreconocibles. Entre otras cosas, nuestra vida cristiana, no puede ser un carnaval porque, Dios, siempre sabe quién se esconde detrás.

La gran fiesta que podemos preparar, a partir del próximo miércoles de ceniza, es la gran Pascua del Señor. Pasará el carnaval, enmudecerá la música, caerá el disfraz al rincón más olvidado y aparecerá aquello a lo que ninguno de nosotros podemos renunciar: nuestro auténtico rostro.

Ojala que, ese semblante, lo sepamos alegrar y divinizar con tantas cosas buenas que San Lucas nos ha sugerido en el evangelio de este día. Porque, el perfil de las personas (incluidos los nuestros) no necesitan caretas o máscaras para transmitir una alegría que tal vez no existe. Las fisonomías de las personas que creen en Jesús irradian auténtica alegría y desbordan de entusiasmo cuando…saben que el ¡todo por el otro! es lo máximo a lo que un hombre o mujer de fe puede aspirar. ¡Abajo las máscaras y arriba el rostro de nuestra fe!

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario