En las lecturas de este segundo domingo de Adviento encontramos la presencia y el mensaje de dos profetas: Baruc y Juan Bautista. Con ellos la Palabra de Dios nos invita a mirar hacia el futuro. No obstante, se trata de un futuro cumplido. Si nos fijamos, lo que dice el primero (Baruc), lo actualiza, haciéndolo suyo en su contexto, el segundo (Juan Bautista): “allanad los senderos, rellenad los valles, que los montes se abajen”. En efecto, lo cierto es que Israel regresó del exilio y Juan Bautista preparó y despejó los caminos para que se viera “la salvación de Dios” en Jesucristo. En consecuencia, la secuencia promesa/cumplimiento que plantea la Palabra es la garantía con la que el creyente se ha de abrir confiadamente hacia la segunda venida de Jesucristo. Esta actitud es la que cabe esperar en quienes avanzamos por el camino de la economía de la salvación en este Adviento 2021. ¿Tenemos esta actitud?
Precisamente, la venida definitiva del Señor es el tema que plantea la segunda lectura de este domingo. De este modo se completa el escenario de la vida cristiana que el Adviento propone. Así se refleja en la conversación epistolar de Pablo con los cristianos de Filipos. Leemos: “Esta es nuestra confianza: que el que ha inaugurado entre vosotros esta buena obra, la llevará adelante hasta el Día del Cristo Jesús”. La situación de estos cristianos de hace siglos es parecida a la nuestra. Tras la encarnación y la Pascua salvadora de Jesucristo avanzamos por la historia aguardando que la promesa de la Parusía se cumpla. Y, mientras tanto, intentamos ser fieles y luchar por la causa del Reino y su justicia. Pero las cosas no son fáciles. La cotidianidad de la vida está cargada de problemas (económicos, políticos, sanitarios, sociales), de pérdidas de sentido, de fracasos, de soledades e incomprensiones, que pueden acabar con esa esperanza; es decir, que pueden dinamitar la confianza en el futuro prometido y, por tanto, debilitar la fe en el presente. Ante esta situación, ¿qué se puede hacer?
Conviene fijarse en tres detalles de la Palabra de Dios de este domingo para encontrar respuesta a las preguntas (¿vivimos la actitud de la esperanza?, ¿qué se puede hacer frente a la tentación del desaliento?) que se nos plantean desde el hoy del Adviento 2021.
El primer detalle nos lo entrega el comienzo del evangelio de Lucas. Se trata del deseo de ubicar con precisión el momento histórico en el que la Palabra vino a Juan Bautista para que este comenzara su misión profética. Llama la atención la minuciosidad con la que el autor sagrado quiere señalar ese contacto de la Palabra con la realidad. Su deseo, sin duda, es mostrar que la promesa de Dios no defrauda. Y esto es verdad, más allá de la exactitud de las fechas que Lucas propone. Este realismo de la Palabra de Dios, que confirma la Encarnación, es el que hemos de recibir como lección en este domingo de Adviento. También nosotros podemos (y debemos) describir y presentar nuestro contexto vital en relación con hechos, fechas y personajes concretos. Será un signo claro de inserción en la realidad. En una realidad con la que también tiene que ver la Palabra de Dios que, desde la primera venida del Señor, sabemos que posee una clara tendencia encarnatoria. Es decir, la Palabra de Dios sigue conectando hoy con la historia y continúa teniendo una intención salvadora; entre otras cosas, porque busca vocacionar a alguien para que siga haciéndola resonar en el mundo y, por esta vía, hacer presente, precisamente en nuestra situación, una invitación realista en pro de una conversión humanizadora y salvífica. De aquí podemos extraer dos recetas muy prácticas: a) frecuentemos la Palabra de Dios, meditémosla, dejémosle más espacio en nuestras vidas y b) seamos conscientes de la realidad en la que nos hallamos, no intentemos evadirnos de ella; el Dios cristiano que dibuja el Adviento es “muy realista”.
Y con la conversión tiene que ver el segundo detalle. Juan Bautista recorría las comarcas predicando la conversión para acoger la salvación. Esa predicación sigue siendo necesaria en nuestros días. Por tanto, hemos de volver a convertirnos a la Palabra (a Jesucristo) e invitar a la conversión a los demás. No hemos de decaer o dejarnos llevar ante los conflictos y problemas. Esa es nuestra responsabilidad creyente. Una responsabilidad muy importante porque significa, ni más ni menos, que, si la cumplimos, proyectaremos a nuestro alrededor la esperanza de que otro mundo es posible y de que las cosas pueden ser de otra manera… conforme al plan de Dios.
Y por último, un tercer detalle. Además del contacto de la Palabra de Dios con nuestras existencias y con la realidad; además de la conversión responsable, algo que se puede hacer o intensificar en este tiempo de Adviento es la oración de los unos por los otros. Orar, sobre todo, por la perseverancia de la Iglesia en este tiempo de difícil esperanza, tal y como Pablo recuerda en la carta a los Filipenses: “Y esta es mi oración: que vuestro amor siga creciendo más y más en penetración y en sensibilidad para apreciar los valores. Así llegaréis al Día de Cristo limpios e irreprochables, cargados de frutos de justicia por medio de Cristo Jesús, para gloria y alabanza de Dios”.
¡Feliz Adviento para todos!
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