Monición de entrada
Queridos hermanos, tengan muy buenos días (tardes, noches), sean todos bienvenidos a la celebración eucarística en la gran fiesta mariana que nos congrega hoy en torno al altar. Hoy celebramos la Solemnidad de la Inmaculada Concepción.
La fiesta de la Inmaculada entona perfectamente con el espíritu del Adviento; mientras la Iglesia se prepara a la venida del Redentor, es muy justo acordarse la la Purísima, que fue concebida sin pecado porque debía ser su madre.
sta fiesta surgió en el Oriente hacia los siglos VII-VIII, y luego se extendió rápidamente también por el Occidente.
El año 1854 el papa Pío IX declaró dogma de fe que María, por singular privilegio, en previsión de los méritos de Jesucristo, fue preservada de toda mancha de pecado ya desde el momento de su concepción.
Alegrémonos con María y la celebremos en esta Santa Eucaristía en su fiesta. De pie, cantamos con gozo el canto de entrada…
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
La primera mujer, Eva, de cuyo pecado nos habla el libro del Génesis, le falló a Dios; pero otra mujer, María, la llena de gracia, sin pecado, según nos narra el evangelio, acepta gustosamente el plan de Dios para salvar a la humanidad. Por ese hijo, concebido de sus entrañas, nosotros también hemos recibido toda clase de bienes espirituales y celestiales, y el llamado a vivir en santidad. Escuchemos la Palabra de Dios.
Moniciones para cada lectura
Primera lectura (Génesis 3, 9-15. 20)
El relato que escucharemos, del libro del Génesis, está centrado en la reacción de Dios frente a la desobediencia del hombre, que se contrapone a la obediencia de María, la nueva Eva, en quien se cumplirá la promesa del Salvador.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Génesis 3, 9-15. 20
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre:
—«¿Dónde estás?».
Él contestó:
—«Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí».
El Señor le replicó:
—« ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?».
Adán respondió:
—«La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí».
El Señor dijo a la mujer:
—«¿Qué es lo que has hecho?».
Ella respondió:
—«La serpiente me engañó, y comí».
El Señor Dios dijo a la serpiente:
—«Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón».
El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 97)
Con el salmo 97 nos unimos a la Virgen María para alabar a Dios y proclamar sus maravillas. Lo hacemos diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 97, 1. 2-3ab. 3c-4
Monición a la Segunda lectura (Efesios 1, 3-6. 11-12)
De la carta del apóstol San Pablo a los Romanos, escucharemos a continuación un himno lleno de entusiasmo, que resume todo el plan salvífico de Dios, en el que María juega un papel muy importante.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios 1, 3-6. 11-12
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Lucas 1, 26-38)
San Lucas nos relata la escena de la anunciación a María, una de las más hermosas y significativas del evangelio. La iniciativa de la salvación es de Dios y encuentra la respuesta de una humilde jovencita de Israel, llena de gracia, la elegida por Dios desde el instante mismo de su concepción para ser la madre de su Hijo Jesús.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Lucas 1, 26-38
En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo:
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo».
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo:
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin».
Y María dijo al ángel:
—«¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?».
El ángel le contestó:
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible».
María contestó:
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra».
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor.
Oración de los fieles (opción 1)
Presidente: En el día en que la Iglesia celebra la inmaculada concepción de la Bienaventurada Virgen María, entreguemos a Dios Padre nuestro corazón, hecho para abrirse a un continuo diálogo de amor con Él, pero a veces herido por el orgullo y la soberbia. Oremos juntos diciendo:
Que tu santa Madre, Señor, interceda por nosotros.
- Por la Iglesia que peregrina en este mundo, con la esperanza de la gloria que un día se nos descubrirá, para que nos ayude a nosotros, sus hijos, a dejarnos revestir de la gracia de la salvación. Oremos.
- Por el papa, los obispos y los sacerdotes a los que ha sido confiado el pueblo de Dios: que a través de su enseñanza resuene la voz de Dios Padre, que nunca deja de buscar al hombre cuando este se esconde y se aleja de la verdad. Oremos.
- Por los que gobiernan las naciones, especialmente por los de nuestro país, para que persigan con rectitud el bien común, garanticen la justicia social y busquen la paz. Oremos
- Por los enfermos, los moribundos y por todos los que se encuentran en cualquier necesidad, para que se sientan reconfortados por la presencia materna de la Virgen María y se entreguen con todo el corazón a Dios, para quien nada es imposible. Oremos.
- Por todos nosotros, para que la celebración de la Solemnidad de hoy nos ayude a beber continuamente de la fuente auténtica de la alegría que es la presencia de Jesús en nuestra vida. Oremos.
Presidente: Padre omnipotente, que, en María, Virgen Madre Inmaculada, nos concedes contemplar nuestra humanidad liberada de la contradicción del pecado, escucha nuestra oración sencilla y transparente. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén.
Oración de los fieles (opción 2)
Presidente: Oremos al Señor nuestro Dios, que eligió a María con vocación singular, bendita entre todas las mujeres. Y por su intercesión pidamos por las necesidades del mundo entero.
Contestaremos a cada petición: Que la llena de gracia interceda por nosotros
- Tú que en Pedro fundaste a la Iglesia, haz que, por mediación de María, Madre de la Iglesia, sea fortalecida en tiempos de tribulación y mantenga siempre la esperanza de la gloria que un día se nos descubrirá. Oremos.
- Tú que coronaste a María como reina de todo lo creado, haz que los gobiernos de las naciones busquen y construyan la paz que tanto anhelamos. Oremos.
- Tú que nos diste a María por Madre, concede por su mediación salud a los enfermos, consuelo a los afligidos, y, a todos, abundancia de salud y de paz. Oremos.
- Tú, Verbo hecho carne en el vientre de María Santísima, haz que por su intercesión podamos hacer vida la Palabra que este día hemos escuchado. Oremos.
Presentación de las Ofrendas
Con alegría llevemos al altar los dones de pan y vino, para la Misa que, unidos a toda la Iglesia, celebramos en la fiesta de la Inmaculada Concepción.
Comunión
Dios preparó el corazón de María para que fuera el arca de la Alianza. Preparemos también nuestros corazones para recibir a Jesús, presente en la hostia consagrada. Cantemos.
Final
Terminamos esta celebración de la Inmaculada Concepción y nos retiramos a nuestros hogares, ahora motivados por el testimonio de María Santísima, para seguir su ejemplo imitando sus virtudes.
Salgamos de esta Eucaristía decididos a abrir nuestras mesas para que ningún hijo de María se vea privado del calor de los hermanos, especialmente en estos días muy próximos a las fiestas navideñas
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