INTRODUCCIÓN
En la tradición del Pueblo de Israel, la Ley tenía una función pedagógica: orientar el corazón y la existencia hacia Dios. Por eso Moisés invitaba al pueblo a “grabar en su corazón estas palabras” (cf. Dt 6,6). Jesús llevó la Ley a su plenitud en la vivencia radical del amor; un amor que tradujo en su propia vida como misericordia compasiva, “ofreciéndose a sí mismo” (Hb 7, 27) para “salvar en forma definitiva a los que se acercan a Dios” y “para interceder por ellos” (cf. Hb 7,25).
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