Como es natural, las lecturas que hoy vamos a escuchar nos muestran varias imágenes de Jesucristo Rey del Universo. La primera corresponde a un fragmento de una visión de Daniel. En este texto se define a Jesús como el «Hijo del Hombre» al cual Dios Padre –que tiene figura de anciano– le da un poder tal, que todos los pueblos le alabarán y respetarán.
En consonancia con la primera lectura, al proclamar el salmo 92, alabamos a Jesucristo, que está sentado en su trono real, vestido de majestad, ejerciendo su poder sobre nosotros y toda la creación.
La segunda lectura forma parte del comienzo del libro del Apocalipsis. En este texto, san Juan nos dice que aquel que fue atravesado en la Cruz, derramando su amor por todos nosotros, ha sido constituido como Príncipe de los reyes de la tierra y ha hecho de nosotros un reino de sacerdotes que rinden culto a Dios Padre.
Pero la lectura del Evangelio según san Juan no nos presenta a Jesús sentado sobre un trono, rodeado de gloria y majestad, sino todo lo contrario: sucio, golpeado y encadenado, hablando sobre su condición de Rey con Poncio Pilato, justo antes de que éste se lave las manos, dejando que otros le crucifiquen, cumpliendo así el plan salvífico trazado por Dios Padre.
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