12 noviembre 2024

Domingo 33, tiempo ordinario: 17 de noviembre de 2024

  INTRODUCCIÓN

En el tiempo en que se escribe este evangelio de Marcos, todo el mundo pensaba que “el fin del mundo era ya inminente”. La destrucción del Templo de Jerusalén fue para ellos, una “premonición”.  Pero hubo un hombre genial, San Lucas, el que “inspirado por Dios” escribió una obra en dos partes: El Evangelio y los Hechos de los Apóstoles. Con el evangelio acaba la etapa del Jesús histórico: Vida, Muerte y Resurrección. Pero esta bonita historia “continua” en los Hechos, es decir, en la vida de la Iglesia. Que nadie hable de “fin del mundo”. Que todos nos pongamos a trabajar y construir un mundo nuevo, el mundo que inició Jesús. Hay mucha tarea por delante y no es tiempo de pensar en el final. Tampoco es tiempo de “dormir”, ni de ser vagos y perezosos.  La tarea es inmensa y apasionante. Teniendo siempre la mirada puesta en Jesús, pasemos por la vida “haciendo el bien a todos” y creando una Nueva Humanidad.   

TEXTOS BÍBLICOS

1ª lectura: Dan. 12, 1-3.        2ª lectura: Heb. 10.11-14.18.

EVANGELIO

Marcos 13, 24-32:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a los ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día y la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.»

REFLEXIÓN

En estos últimos domingos del año litúrgico, la Iglesia nos sitúa al final de la historia. Pero para los judíos (y después los cristianos), la historia no es “circular” como en los pueblos vecinos, donde todo se repite, sino “lineal” es decir, con perspectivas de futuro. Israel se encuentra siempre en tensión hacia la salvación que ha de venir. Desde Abrahán, a quien Dios le dice: «sal de tu tierra», pasando por el éxodo hacia la tierra prometida; y terminando por la espera del Mesías, Israel vivió siempre con la esperanza de algo mejor, que Dios le iba a dar. Veamos los textos de hoy en esta perspectiva positiva.

1.– Entonces verán al Hijo del Hombre sobre las nubes.

La partícula “entonces” viene a continuación de hablarnos de una angustia ante el oscurecimiento del sol, y de la luna y la caída de las estrellas. Esto significa que, ante la llegada del Hijo del Hombre en poder y majestad, todas las criaturas palidecen, dejan de brillar. Tal y como habían anunciado los profetas, todos los imperios, destructores de la humanidad, tienen que ceder y dar paso a una humanidad nueva donde reine la justicia, la igualdad, la fraternidad.  “El cielo y la tierra pasarán”. Sí, en este mundo todo pasa: Pasan los astros, los modelos, los ídolos de barro, los que acaparaban las noticas de los medios de comunicación, los grandes de la tierra.  Dice Jesús: Para hablar de este final tan apoteósico, no hay que meter miedo a nadie. Basta con que sepamos presentar el verdadero rostro de Dios. Dios no quiere esclavos que le sirvan por miedo, sino hijos que le amen con libertad. 

2.– Aprended de la higuera. 

Es una bella imagen. Por frío, duro y crudo que sea el invierno, nunca podrá detener la primavera. En primavera las ramas se ponen tiernas, brotan los capullos y son expresión de vida y de belleza.  Parece decirnos Jesús con esta imagen: ¡No tengáis miedo!  Está por estallar una eterna primavera de Dios. Por fin os vais a enterar quien era Dios. Ese Dios que ha estado tan oculto en vuestra historia, se va a manifestar “tal y como es” Allí reunirá “a los elegidos de los cuatro vientos”. Y se logrará la gran fiesta de la fraternidad universal. “Y Dios será todo en todos” (1Cor. 15,28).

3.– El día y la hora nadie lo sabe, sólo el Padre. 

Jesús, durante su vida, no hizo otra cosa que hablarnos del Padre y sólo del Padre. Parece que era eso lo que más le interesaba. Sabía muy bien que en el momento en que los hombres y mujeres de este mundo cayéramos en la cuenta de cómo es Dios, el Dios revelado por el Hijo, un Dios cercano, el Dios –Abbá, es decir, “Papá”, el Dios que sólo quiere nuestro bien y que seamos felices, ese día nuestra vida cambiaría.  El que Dios Padre se haya reservado para Él sólo el saber el día y la hora, lo que quiere decir es que quiere ser El personalmente, el que nos dé la “sorpresa”.  Si un Padre se ha visto forzado a vivir muchos años separado de un hijo, cuando le dicen que ya pronto va a regresar, el primero que quiere ir al aeropuerto a darle el primer beso, el primer abrazo, es el padre. Así es Dios. De lo que ha de suceder ese último día, nadie sabe nada, ni a nadie le interesa. Es algo que se ha reservado el Padre para darnos la GRAN SORPRESA.

PREGUNTAS

1.- ¿Todavía le tengo miedo a Dios? ¿Aún no he experimentado su cariño, su bondad, su ternura? ¿Por qué esperar al último día?

2.- ¿Me da alegría el pensar que después de la muerte, vendrá el “estallido de una eterna primavera”?

3.- ¿He pensado que el primero que vendrá a abrazarme, después de mi muerte, va a ser mi Padre-Dios? ¿Me lo creo?

ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:

Este evangelio, Señor,

con palabras tan extrañas,

otras veces nos metió

miedo y terror en el alma.

Pero, ahora, ya entendemos

su mensaje de “esperanza”:

“Aunque pasen cielo y tierra,

no pasarán tus palabras”.

La certeza de la fe

un “final feliz” presagia.

Tú derrotarás el mal

y vencerás su arrogancia.

En cuanto al día y la hora,

Señor, no sabemos nada.

Por eso Tú nos exhortas

a vivir en “vigilancia”.

El cansancio, el desaliento,

rondan, Señor, nuestra casa.

Si no vivimos alerta

caeremos en sus trampas.

Como en la higuera, en nosotros

circulan ríos de savia.

Una llamada a la vida

trae el sol cada mañana.

En Ti, Señor victorioso,

ponemos nuestra confianza.

Detrás de la noche oscura,

brillará la luz del alba.

(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)

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