05 octubre 2024

Homilía de Javier Leoz, 6 de octubre

 DOMINGO XXVII DEL T. ORDINARIO/B

San Marcos 10, 2-16: ¿Para siempre? ¡Si! ¡Puede ser!

1.- Esta semana, un rotativo, se hacía eco de una encuesta realizada a nivel nacional: más del 50% de los jóvenes no piensan, en principio, en optar por el camino del matrimonio. Otros tantos, cuando lo inician, “piensan” (entre comillas) que, siempre hay una puerta abierta (la separación o el divorcio). La sociedad nos está habituando a la eventualidad en todo, de tal forma, que hasta el amor parece ser ya capricho del momento y, según algunos, si no hay placer… ¡eso no es amor! O sin placer ¡Para qué compartir una vida con otra persona! ¿Es bueno?

Desde luego que no. El equilibrio de una sociedad, su paz, su bienestar, depende –en gran parte- de la serenidad y de la salud de sus componentes. Y, Jesús, en el Evangelio nos dice que el amor, si se cuida, no se apagará nunca y, además, contará con la bendición de Dios. ¿Por qué tanto fracaso? ¿Por qué tantas dudas? ¿Por qué tantas rupturas? ¿Por qué tantos miedos a unirse, cuando sabemos, que en la unión está la fuente de la felicidad y la cuna de la fuerza? Las razones son variadas y de muy diversa índole pero, un matrimonio, no es sólo un simple vínculo jurídico: ha de estar soldado y garantizado por el amor. Exclusivamente por el amor. Si falla ese eslabón, se rompe la cadena. Lo demás puede quedar sostenido en el puro y simple artificio.

Pero es que, cuando las cosas no van bien, cuando falla el amor, desde la fe, Jesús nos invita a comenzar a amar. A intentarlo.


2.- En el mundo, el evangelio de hoy, escandaliza, molesta y, algunos, puede que hasta se sonrían. Pero, para el que cree, le aporta una fuerza superior que le empuja a buscar razones para el encuentro, para el perdón, para comenzar de nuevo.

La fidelidad, entre otras cosas, implica no ceder a la primera de cambio, no ahogarnos con la primera ola que viene de frente, no hundirnos en el maremoto de las pequeñas discusiones de cada día.

Nunca como hoy, el amor ha sido tan expresado, ninguneado, cantado, celebrado o televisado. Pero ¿Es auténtico amor? ¿Es amor llevado hasta las últimas consecuencias? ¿Es amor de corazón o amor de pantalla? ¿Es amor de escaparate o amor que busca el bien del otro? ¿Es amor que se da o cuento que se vende?

En un programa televisivo, el listo de turno, afirmaba “cuando una persona ha quedado decepcionada de la otra, lo mejor es irse cada uno por su camino”. A las personas las tenemos que querer con su lado claro y con su vértice oscuro, con su sonrisa en la boca y con su temperamento escondido, con su mirada nítida y con sus pensamientos ocultos. Vivir de espaldas o, marcharse por el foro, no es amor: es oportunismo.

No podemos caer en el error de pensar que amor es igual a contrato temporal con una persona. Dios, que es la fuente del amor, nos pide que miremos un poco más allá; un poco más al fondo de las cosas; que hagamos un esfuerzo por amar un poco más al otro y que nos centremos un poco menos en nosotros mismos. Ya sé que, todo esto, a muchos les sonará a chino, rancio, sacrificado o que, incluso a otros, les parecerá un imposible. Pero, los imposibles, también están para los cristianos.


3.- No es bueno, entender el amor o el matrimonio, como aquel amigo que, después de jugar durante una temporada con otro amigo, se cansó de corretear con él porque ya no le divertía y lo abandonó. El amor no es un juego ni, los amantes, son juguetes. Ni el matrimonio es un viaje en busca de placer. Dios reconoció que a su gran obra le faltaba algo. Que al hombre le faltaba una compañera.

No sé por qué me da que, también al mundo, a la sociedad…también le falta “algo” el amor auténtico, fiel, dialogado, recíproco y transparente. ¡Lo que necesitas es amor! (pregonaba un programa televisivo) y, en el fondo es así, el mundo es mendigo de amor.

4.- ¡PARA SIEMPRE, SEÑOR!

Aunque me digan que es imposible… para siempre, Señor

Aunque me digan necio… para siempre, Señor

Aunque me confundan… para siempre, Señor

Aunque sobrecojan las dudas… para siempre, Señor

Aunque pensé en otra cosa…para siempre, Señor

Aunque me cueste amar… para siempre, Señor

Aunque lo vea difícil… para siempre, Señor

Aunque se oscurezca el horizonte… para siempre, Señor

Aunque no encuentre lo que busque… para siempre, Señor

Sí, amigo y Señor;



Haz que, mi amor, sea ¡para siempre!

Y haz que, mi amor, sea un amor divino

Un amor que brota en el cielo y se rompe cuando toca la tierra

Un amor que perdona las veces que haga falta

Un amor que no es un juego sino una vida

Un amor que no es un capricho y sí bien vivido

Un amor que, cuanto más se da, más crece

Un amor que, cuanto más de ofrece, más devuelve

Un amor que, cuanto más se cuida, se convierte en un gran gigante

Sí, amigo y Señor;



Sigue bendiciendo mi casa, mi matrimonio y mi familia

Para que nunca falte la luz que clarifique la oscuridad

Ni el viento que disipe la tormenta

Ni el amor que todo lo comprende y lo soluciona

Y, cuando me asolen los intentos de lapidarlo,

Sal a mi encuentro, Señor,

Para que comprenda, una vez más, que sin amor,

La vida no merece la pena ser vivida.

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