El salmo es una especie de letanía sobre el amor y la bondad de Dios que hace ver a los ciegos y hablar a los mudos..., en el trasfondo estamos leyendo la historia de Israel desde sus orígenes con los Patriarcas y Moisés hasta Jesús proclamando el Reino de Dios. Describe dos opciones opuestas, los que ponen su confianza en los poderosos con un final de desesperanza, y los que viven cumpliendo la voluntad de Dios con un final feliz.
Y como aplicación práctica oímos a Santiago hablando de las Asambleas cristianas: su carta es conglomerado de consejos avisos y criterios. En síntesis el salmo 145 pone en labios de Jesús 12 afirmaciones teológicas y la relectura de la homilía programática de Nazaret.
Vamos con San Mateo al monte de Galilea donde Jesús se despide de nosotros y nos invita a continuar su obra evangelizadora:
“Se me ha dado todo poder en el Cielo y la tierra. Id, pues, y haced discípulos en todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, invitándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos”.
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