En contraste con la actitud cerrada de los maestros de la ley (lo veíamos el domingo pasado), Jesús “abre” (34) fronteras y se va a territorio pagano (31).
• Jesús actúa con discreción (33), y pide que no se lo interprete mal (36).
• Marcos, más que los demás evangelistas, subraya que Jesús prohíbe revelar su identidad o divulgar los hechos extraordinarios que realiza (Mc 1,25.34.44; 3,12; 5,43; 7,24.36; 8,30; 9,930). Jesús actúa así para evitar que su mesianismo sea mal entendido: Él no es el Mesías guerrero, triunfador y glorioso que muchos esperaban, sino el Mesías pobre y humilde que tiene que pasar por el sufrimiento y la muerte antes de resucitar (Mc 8,31; 9,31; 10,33-34).
• Y Marcos lo destaca tanto porque su comunidad puede caer -o está cayendo- en la trampa de pensar que Jesús, el Resucitado, resuelve las cosas mágicamente y que los que creen en Él ya lo tienen todo solucionado. De hecho, eso ha pasado muchas veces en la historia de la Iglesia; y siempre correremos ese riesgo si no procuramos conocer-amar a Jesús cada vez más, en su encarnación, en su camino entre los pobres, en su muerte y en su resurrección-glorificación. El mismo Jesús sufrió esa tentación (Mc 15,30.32). En definitiva, Marcos recuerda a su comunidad que hay que aceptar la cruz (Mc 8,34), la lucha, la entrega por amor.
• El sordomudo (32) aparece como representante de todas aquellas personas que han sido marginadas por los maestros de la Ley por no ser judíos (los llamados paganos): no se les permite escuchar -“sordos” (37)- la Palabra liberadora y no pueden expresar -“mudos” (37)- su fe, que les es negada.
• Este hombre es presentado (32) a Jesús: los que han conocido a Jesús no pueden dejar de presentarlo a otras personas, para que reciban su Evangelio y así lo conozcan y lo amen. Es lo que hacen los que han sido testigos de este hecho (36). Es la característica del militante cristiano.
• Jesús “toca” (33) la realidad para poder darle respuesta. Y, tocándola, señala dónde están las dificultades que Él viene a combatir. Su acción de “tocar” se añade a la acción de orar – “mirando al cielo” (34)-. Y actúa, al mismo tiempo, con la fuerza de su Palabra (34).
• En medio de los paganos, a los que Él mismo se ha abierto, puede “abrir” oídos y bocas (34). Libera a los que están atados. Y los pone en disposición de escuchar la voz de Dios y de ser evangelizadores (35).
• Aquí, a diferencia de lo que sucedía entre los judíos (domingo pasado), Jesús es contemplado como aquel que “todo lo ha hecho bien” (37); sus palabras y sus obras son reconocidas como liberadoras, tal como había profetizado Isaías: Mirad a vuestro Dios que trae el desquite… Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará (primera lectura de hoy: Is 35,4-7a). Él es el auténtico liberador, el que pone bendición donde había maldición y libertad donde había esclavitud.
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