EL NOSOTROS DE JESÚS
Por Javier Castillo, sj
Reflexiones sobre el Evangelio de Marcos 9, 38-48 (26º Domingo del Tiempo Ordinario del Ciclo B – 26 de septiembre de 2021)
Una mañana de 1981, cuando iniciaba el largo proceso de formación para el sacerdocio, el profesor de una de las asignaturas introductorias escribió en la pizarra este título: “El perfil del pastor”. Durante esa clase trataríamos de elaborar, a partir de algunos textos de la Sagrada Escritura, las características del ser y del modo de proceder de Jesús de Nazaret con el que estábamos llamados a identificarnos y configurarnos como futuros sacerdotes. Aunque han pasado muchos años desde ese primer acercamiento al perfil del pastor, siento que sigue siendo necesario y pertinente para no perder el horizonte y evitar caer en la tentación de convertirnos en funcionarios de lo divino y administradores de lo sagrado.
Esta reflexión, sin duda muy necesaria para las personas consagradas, es importante que la hagamos todas y todos los que nos sentimos llamados, desde el estado de vida que sea, a ser discípulos de Jesús y comprometidos con la construcción de un mundo distinto desde los valores del Evangelio. Siguiendo con cierta libertad a Marcos sugiero estos dos elementos para enriquecer el perfil del pastor que cada uno de nosotros tiene en su mente y en su corazón.
El bien no tiene fronteras… Los hombres y las mujeres de nuestro tiempo, tan orgullosos de los avances tecnológicos y de la construcción de una aldea global intercomunicada e interdependiente, necesitamos con urgencia reconstruir el tejido de lo humano pues, al parecer, el desarrollo técnico y científico no ha sido directamente proporcional al crecimiento humano. Sería de buen recibo que en el perfil de una persona comprometida en la reconstrucción de lo humano en el mundo no faltaran estas actitudes:
Soñar un mundo mejor y atreverse a gestarlo con la colaboración de todos no tiene dueño. Todas las personas e instituciones de buena voluntad caben en este equipo de trabajadores por la vida. En la comunidad de discípulos no caben los celos y mucho menos el afán de ponerse medallas ante los logros en la misión. Todo esfuerzo es bien acogido… quien no está contra nosotros está a favor nuestro les dice Jesús a sus amigos. Urge reemplazar el “no es de los nuestros” por un nosotros abierto y plural.
La diversidad es una riqueza. Nuestra mirada sobre la vida y la historia se complementa con la de los otros. El común denominador ha de ser la reconstrucción de lo humano y, si otras formas de entender la vida y la historia están por esta labor, no somos nadie para censurar y apartar. Al contrario, en el diálogo constructivo y la colaboración con otros, encontramos nuevos ímpetus que hacen que el impacto en favor de los últimos crezca.
Los hijos de las tinieblas parecen más astutos que los de la luz. La labor de humanización que demanda el Evangelio no se puede hacer de cualquier manera. Urge ser creativos y audaces para buscar y encontrar los mejores medios para ayudar y servir a quienes la deriva del mundo hunde en el sinsentido y en condiciones de vida que no merecen el calificativo de humana.
Los detractores de lo humano están al acecho de los paladines de la justicia y de quienes se atreven a formular caminos alternativos. Ante la persecución es importante armarse del valor de los testigos y profetas para no arredrarse ante la primera escaramuza y los primeros escollos para la misión. Nuestras voces pueden ser silenciadas, pero no la vida entregada por amor y con valor.
Para ser artesano del bien universal falta algo fundamental: la amistad con el Maestro, con el Señor. No apostamos por un modelo cualquiera de desarrollo humano, apostamos por el que soñó Jesús de Nazaret y por eso es de vital importancia mantener una relación de amistad honda y frecuente con el Señor para que sean sus criterios y no los nuestros los que califiquen nuestras acciones.
Pecadores humildes… La segunda característica que propongo para este perfil del pastor del siglo XXI es la del reconocimiento humilde de nuestro pecado y nuestra fragilidad. No somos mejores que los demás. Somos hombres y mujeres vulnerables que tratamos de hacer de la mejor manera posible nuestra misión. Somos pecadores y, sin embargo, llamados por el Señor para ser sus colaboradores y testigos.
Con humildad reconocemos y pedimos perdón por los tropiezos que hemos puesto a muchas personas para acercarse a Jesús. La vida de algunos de nosotros puede resultar escandalosa y por eso os pedimos perdón y ayuda para enmendar nuestro camino: Los casos de abusos de menores y personas vulnerables. Los bienes y los lujos que restan credibilidad a nuestro anuncio de una vida austera como condición para la construcción de la justicia. El afán de poder de no pocos de nosotros. Las divisiones entre sectores de nuestra comunidad, en fin, todo aquello que ensombrece el anuncio del Evangelio que es la razón última de nuestro ser y misión. Por todo ello… perdón.
Termino con una súplica al Señor para que, a pesar de nuestra pobreza, nos haga pastores y comunidades según su corazón.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Deja tu comentario