El que no está contra nosotros está a favor nuestro
INTRODUCCIÓN
A pesar de que Jesús les acaba de decir que el que quiera ser de los suyos tiene que cargar con la cruz, a pesar de que les ha dicho que el que quiera ser primero sea el último y el servidor, los apóstoles siguen sin entender. Una vez más, Jesús tiene que corregir su afán de superioridad. Siguen empeñados en ser ellos los que controlen el naciente movimiento en torno a Jesús. Con el pretexto de celo, buscan afianzar privilegios. Seguramente se trata de problemas planteados en la comunidad donde se escribe el evangelio. (Fray Marcos).
REFLEXIÓN
1.– Primera lectura: Dios no quiere que el poder se concentre en una sola persona (Num. 11,25-29).
En este bello texto hay una queja de Moisés a Dios: “Este pueblo es demasiado pesado para mí. No puedo cargar yo solo con él”. Y Yahvé le da la solución:” Reúneme setenta ancianos de Israel…tomaré parte del espíritu que hay en ti y lo pondré en ellos para que lleven contigo la carga del pueblo”. Y, en cuanto se posó sobre ellos el espíritu se pusieron a profetizar. Notemos que el que tiene el poder es Moisés, el gran legislador de Israel, aquel “que hablaba con Dios cara a cara, como un amigo habla con su amigo” (Ex. 33,11). Es voluntad de Dios que no sólo los malos legisladores, ni los mediocres, sino también los buenos, los elegidos directamente por Dios, repartan responsabilidades. El Papa debe compartir responsabilidades con los Obispos; éstos con los sacerdotes y éstos con sus fieles. La Iglesia de Jesús debe ser “circular” y no “piramidal”. Una imagen bonita de Iglesia es una mesa redonda donde Jesús está en medio como el Importante y los demás alrededor, participando de su pan y de su vino. El Papa Francisco habla de la descentralización de la Iglesia, de una Iglesia “Sinodal” que “juntos, hacen el mismo camino”.
2.– Segunda lectura: Dios no quiere que las riquezas se acumulen en unas solas manos.
El apóstol Santiago lanza terribles amenazas a los que se han enriquecido con el sudor de los obreros. “El jornal defraudado a los obreros está clamando contra vosotros”. Nos viene a decir que “las aguas estancadas se corrompen” y los “vestidos que no se comparten con los que están desnudos, se apolillan”. El plan de Dios es que los bienes de este mundo lleguen a todos. Es un escándalo que una persona, por el hecho de haber nacido en el primer mundo tenga de todo y otra, por haber nacido en el tercero, no tenga de nada. Parece que lo importante al nacer es acertar con el lugar. El hecho de nacer, de ser persona, de estar hecho a imagen y semejanza de Dios, no sirve para nada. La vida así concebida es una lotería y, como toda lotería, son pocos los agraciados. Yo que he vivido doce años en Bolivia, caigo en la cuenta de que el problema del hambre y de las necesidades más elementales, fácilmente se podrían solucionar “con lo que a nosotros nos sobra”. Por eso, después de la multiplicación de los panes y de haberse saciado todos, Jesús, les dice: «recoged lo que ha sobrado y que nada se pierda” (Juan 6,12).
3.– Evangelio: A Jesús no le gusta que algún grupo religioso se arrogue el monopolio de la fe.
En la primera lectura, además de lo dicho, hay algo muy importante: Dos del grupo de los setenta no estaban con los demás cuando Moisés repartió el espíritu. Eran Eldad y Medad. A pesar de todo, también ellos profetizaron. Y Josué, hijo de Nun, pidió a Moisés que se lo prohibiera. Las palabras de Moisés son impresionantes: ¡Ojalá que todo el pueblo profetizara! Encajan perfectamente con la actitud de Jesús. Desde el momento que Jesús nos ha enseñado a rezar diciendo PADRE NUESTRO, ¿Se puede decir de alguien que ése no es de los nuestros? Los nuestros son todos los que son del Padre Dios “que hace salir el sol sobre buenos y malos”. (Mt. 5,45). No se trata simplemente de tolerar lo malo que hay en los otros. Se trata de apreciar todo lo que hay de bueno en los demás. «La esencia del fanatismo reside en el deseo de obligar a los demás a cambiar”. Es esa tendencia tan común de mejorar al vecino, de enmendar a la esposa, de hacer ingeniero al niño o de enderezar al hermano en vez de dejarles ser” (Escritor israelí Amos Oz.) Los fanáticos, los fundamentalistas, suelen ser agresivos. Daba en el clavo también el físico Andréi Sajarov cuando decía que «la intolerancia es la angustia de no tener razón».
PREGUNTAS
1.- ¿Me creo una persona imprescindible? Cuando llega el momento de mi jubilación, ¿Sé dar paso a otro? ¿Lo hago con gusto o con resignación?
2.- ¿Estoy convencido de que el verbo compartir es esencial al cristianismo? ¿O me gustan más los verbos: retener, atesorar, acumular?
3.- ¿Estoy abierto a las personas que no piensan como yo? ¿Me gusta complementarme con la verdad del otro?
ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:
El afán de “pertenencia”
Señor, con fuerza nos marca:
“Mi religión, mi Parroquia,
mi Grupo de Fe, mi casa”.
A los que “son de los nuestros”,
les damos, Señor, “entrada”.
Y a los que piensan distinto.
les volvemos nuestra “espalda”.
Tú, Señor, en tu evangelio,
criticas nuestra arrogancia:
Tú ves mucho amor oculto
“en las personas extrañas”.
Llena, Señor, nuestras “manos”
de bendiciones y gracias.
Que trabajen, acaricien
y sequen todas las lágrimas.
Calza en nuestros “pies”,
Señor, unas humildes sandalias,
para caminar al lado
de los pobres que se cansan.
Ilumina nuestros “ojos”
con la luz de tu mirada,
para ver que todos somos
panes de la misma masa.
Hay mucha gente, Señor,
Que reparte “vasos de agua”.
Tiene buena voluntad,
Merece nuestra alabanza.
(Compuso estos versos José Javier Pérez Benedí)
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