Javier Leoz
Nunca son buenos los exclusivismos. El pensar que, todo lo bueno, está y nace de nosotros y que por el contrario lo malo anida sobre las cabezas de los demás.
1.- A los más cercanos de Jesús, les ocurría un poco eso. Comenzaban a ser un poco “creídos”. A creérselo demasiado. A pensar que, el depósito de la fe, era sólo patrimonio de su entorno, de sus manos, de sus labios. Todo lo que estaba fuera…era susceptible de ser rechazado.
La sorpresa, por cierto mayúscula, les viene de Jesús. “No se lo impidáis…El que no está contra nosotros está a favor nuestro”. Es la lógica de Jesús. Hay que buscar el bien en el corazón de las personas. Aceptar lo que, aparentemente nos puede parecer perdido, inservible. Y, sobre todo, no caer en la tentación de etiquetar. La etiqueta, entre otras cosas, produce exclusión, fanatismo. Y, el bien, haga quien lo haga siempre será eso: un bien. El mal, venga de donde venga, siempre tendrá el calificativo de mal.
2.- Nunca, la diferencia en el pensamiento, puede ser un muro que nos separe. Nunca, las diferentes sensibilidades (incluso dentro de la propia Iglesia) han de ser un motivo para apartar de nuestro camino y de sus iniciativas a aquellos que creemos no están en la mima línea que, nosotros, pensamos es la correcta, la adecuada, la incontestable. Entre otras cosas porque, eso, produce empobrecimiento, horizontes muy limitados.
Hay que buscar más lo que nos une que aquello que nos separa. Entre otras cosas porque, la suma de personas, de esfuerzos, de creatividad y de ideas contribuye que se haga realidad el sueño de Jesucristo: ¡Id y proclamad el Evangelio!
3.- Desde el momento en que somos cristianos nos hemos de emplear, y muy a fondo, con todas aquellas causas que –
como las nuestras- contribuyan en la dignidad de las personas, que pretendan un mundo mejor, que busquen el bien de los más desfavorecidos. Eso sí, sin olvidar, que nuestra motivación no es otra que la fuerza recibida del Espíritu Santo. Una fuerza que, lejos de agotarse en cada acto realizado, se renueva constantemente, se acrecienta porque –sabemos- que Dios anda detrás de todas y cada una de nuestras actividades.
Pidamos al Señor que, en cada detalle que hacemos, en cada acción pastoral, en cada palabra pronunciada, en cada iniciativa emprendida, lo hagamos en su nombre. Al fin y al cabo, será entonces, cuando el criterio de lo que emprendemos y llegamos a realizar será Jesús de Nazaret y nadie más. Y entonces, también nosotros, podremos decir que estamos del lado del Señor
4.- ¿SOY DE LOS TUYOS, SEÑOR?
¿Pregono, con la misma fuerza,
tu mensaje de salvación y de justicia?
Sí; Señor.
A veces creo que no soy de los tuyos
Que mis palabras, son sólo palabras mías
Que mis obras, son construcción exclusiva
Que mis iniciativas, de deben a mí
¿SOY DE LOS TUYOS, SEÑOR?
Y es que, muchas veces Señor
pienso más en mí que en Ti
Mi corazón anda dividido
y volcado en muchos amores.
A veces, mi mirada, lejos de ser para Ti
es para aquellos que caminan a mi lado
¿SOY DE LOS TUYOS, SEÑOR?
Todo lo que digo ¿habla de Ti, Señor?
Todo lo que hago, ¿es por Ti, Señor?
Ayúdame, Señor, hoy más que nunca
a sentirme...más tuyo.
Siento que estoy lejos
Cada día más lejos de ser tuyo
Por eso, en medio de tanta lucha,
combate, indecisión, debilidad,
desánimo o prueba…..me pregunto
¿Soy de los tuyos, Señor?
Amén.
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