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02 agosto 2024

No esperemos el maná: domingo 4 de agosto

 

No esperemos el maná

Comentando la situación de una persona en una situación económica precaria, alguien dijo: “Es que tampoco se mueve a buscar salida. Se pasa los días esperando el maná”. El maná, como hemos escuchado en la 1ª lectura, era un polvo parecido a la escarcha que Dios envió para alimentar a su pueblo en el desierto. Y la expresión “esperar el maná” se utiliza para significar algo que se recibe sin realizar ningún esfuerzo. De ahí que se suela usar para hablar de las personas, y también entidades, que, en vez de esforzarse en buscar recursos para lograr sus objetivos, se pasan el tiempo esperando prestaciones, subsidios, ayudas, subvenciones… que les solucionen la vida.

Ese “esperar el maná” se va extendiendo a otros ámbitos. Como indica el documento de ACG “Llamados y enviados a evangelizar”: “Vivimos a diario en una sociedad en la que predomina la resignación y el conformismo. Esta vida apática nos hace cómodos, nos conformamos con ir tirando, con salir del atolladero de cada día, sin un horizonte por el que luchar”. De ahí que, también en nuestra vida de fe, a veces parece que estamos “esperando el maná”. La mayoría de personas que han recibido el Bautismo no participan habitualmente en la Eucaristía y piensan que “con ser buenas personas” ya es suficiente y que no hace falta hacer más para “ir al cielo”.

A su vez, la mayoría de quienes sí participan habitualmente en la Eucaristía se limitan a “cumplir el precepto”, pero sin asumir ningún compromiso, ya sea en la comunidad parroquial o fuera de ella, o en un Movimiento o Asociación laical: “Se constata un menor pulso vital de nuestras parroquias, comunidades y diócesis y sobre todo un menor celo apostólico. En general no tenemos las ganas suficientes para transmitir la fe cristiana. Esta falta de intensidad hace que se impregne en nosotros un estilo vago y de escaso compromiso. Nos conformamos con mantener lo que tenemos, quedando adormecida nuestra dimensión misionera”. Y se quedan “esperando el maná” cada semana, pensando que ya habrá otros que realicen las tareas que conlleva la misión evangelizadora. Como dice el Papa Francisco: “Hoy se ha vuelto muy difícil, por ejemplo, conseguir catequistas capacitados para las parroquias y que perseveren en la tarea durante varios años”. (EG 81)

Sin embargo, Jesús, en el Evangelio de hoy, ha hecho una clara llamada a que no nos quedemos “esperando el maná”: Trabajad por el alimento que perdura, dando vida eterna (…) Éste es el trabajo que Dios quiere: que creáis en el que Él ha enviado. Ser cristiano no es algo estático, no consiste en “esperar el maná” que Dios nos envía; ser cristiano es seguir a Jesucristo como discípulos y apóstoles, en un camino de santidad, y esto es algo dinámico, es un verdadero “trabajo”. Primero hacia el interior de uno mismo, como decía San Pablo en la 2ª lectura: Cristo os ha enseñado a abandonar el anterior modo de vivir… a renovaros en la mente y en el espíritu; la vida cristiana es un proceso de conversión, constante y creciente, haciendo nuestros los criterios, actitudes y valores de Jesucristo.

Y también es un trabajo hacia el exterior, concretando la fe en compromisos evangelizadores y misioneros para que quienes nos rodean no pasen su vida “esperando el maná”, con un estilo de vida consumista, instalado, sin aspiraciones, sino que Jesucristo, el pan de vida, sea conocido. Como dijo el Papa Francisco: “hoy se nos plantea el desafío de responder adecuadamente a la sed de Dios de mucha gente, para que no busquen apagarla en propuestas alienantes o en un Jesucristo sin carne y sin compromiso con el otro”. (EG 89)

¿Conozco a alguien que vive como “esperando el maná”? ¿Tengo yo esa actitud en mi vida de fe? ¿Qué hago para “trabajar en lo que Dios quiere”, para creer cada vez más y mejor en Jesucristo? ¿Y qué hago para que Jesucristo sea conocido y reconocido como el verdadero pan de vida?

Son muchos los que viven “esperando el maná”, unas veces a conciencia y otras veces porque nadie les ha enseñado otro modo de proceder. Nosotros, si queremos ser de verdad cristianos, no esperemos el maná, porque el verdadero pan del cielo que da la vida al mundo ya ha venido. Realicemos el trabajo que Dios quiere para creer en Jesucristo y, así, poder anunciarlo de forma creíble.
La fe cristiana propone un camino de futuro y esperanza, que está en clara contradicción con la vida cotidiana de la mayoría de las personas. Y este camino requiere un compromiso serio, sostenido y continuado, pero contamos con el Pan de vida para realizar ese trabajo, con la certeza de que el que viene a mí no pasará hambre, y el que cree en mí no pasará nunca sed.

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