Introducción
Estamos en pleno verano y seguimos reuniéndonos en torno a la Palabra y la Eucaristía. Como creyentes estamos invitados, también, a descansar sobre estos dos medios que nos da la Iglesia para ir cultivando nuestra fe, para que sea cada vez más personal y comprometida.
Hoy la Palabra que se proclama nos invita a descubrir un Dios, que es el Señor de Israel, que acompaña siempre a su pueblo. (1ª lectura) Le alimenta con el “Maná”, signo de la Eucaristía “pan del cielo”(Salmo). Es el modo que el nuevo pueblo de Dios puede caminar acompañado por un Dios que nos salva por medio de su Hijo Jesucristo. El mismo se nos da como alimento que nos ayuda a “revestirnos de la nueva condición humana creada a imagen de Dios” (2º lectura)
Con esta transformación se produce un “encuentro personal con el Señor” y Jesús nos promete por este encuentro que: “el que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed”(Evg.).
Si escuchamos de verdad el mensaje del Señor de este domingo, nuestra vida se puede transformar, y así seremos testigos con nuestra vida de la fe evangélica, que es la fuerza de la evangelización.
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