Javier Leoz
1. Todos sabemos lo que significa el pan. Entre otros aspectos, nos trae connotaciones de bienestar. Nos recuerda que, el trabajo, nos procura aquello que más necesitamos para seguir adelante: el pan de cada día.
El sabor a pan marca también el evangelio de este domingo. El secreto de la generosidad no está en la abundancia sino en la bondad del corazón. Constantemente nos encontramos con personas acaudaladas que son inmensamente tacañas y, por el contrario, con gente con escasos recursos económicos que son tremendamente espléndidos.
Y es que, la buena voluntad, es lo que nos hace grandes, solidarios, cercanos y sensibles a las carencias de los demás. Cuando existe la buena voluntad, está asegurado el primer paso para alcanzar un corazón grande. Es el todo, aún teniendo poco.
2.- Para muestra un botón; un Jesús consciente de la necesidad de aquellos que le escuchaban. Eran personas con hambre de Dios pero, como humanos, con ganas de pan recién amasado. Las dos carencias, supo y quiso satisfacer con mano providente. Jesús les dio el pan del cielo y les multiplicó a manos llenas el pan que requerían para seguir viviendo.
¿Qué hubiera ocurrido con aquellas personas si Jesús no hubiera salido al frente de aquella necesidad? ¿Hubieran desertado? ¿Se hubieran quedado famélicos y decepcionados? Tal vez. Pero, el Evangelio, nos habla del auxilio puntual de Jesús. En su mano se encuentra la bondad misma de Dios. Es un Dios que salva al hombre de sus angustias.
3- Que aprendamos esta gran lección: la felicidad no reside tanto en el tener cuanto en el compartir. Cuando se ofrece, el corazón vibra, se oxigena, se rejuvenece. ¿Sirve, al final de la vida, un gran patrimonio que no ha estado inclinado o abierto al servicio de alguien o de una buena causa cristiana?
Todos, cada día, debiéramos de mirar nuestras manos. No para que nos lean el futuro, cuanto para percatarnos si –en esas horas- hemos realizado una buena obra; si hemos ofrecido cariño; si hemos desplegado las alas de nuestra caridad; si hemos construido o por el contrario derrumbado; si nos hemos centuplicado o restado en bien de la justicia o de la fraternidad.
Si, amigos. Cada día que pasa, cada día que vivimos es una oportunidad que Dios nos da para multiplicarnos, desgastarnos y brindarnos generosamente por los demás.
Al fin y al cabo, en el atardecer de la vida, nos examinarán del amor. Dejarán de tener efecto nuestras cuentas corrientes. Nuestras inversiones. Nuestros apellidos y nobleza. Nuestra apariencia y riqueza….y comenzará a valer, su peso en oro, las manos que supieron estar siempre abiertas.
4.- AQUÍ ME TIENES, SEÑOR
Soy poco, muy poco o casi nada,
pero con tus manos
multiplicarás lo que en el mundo
sea más necesario por tu Reino.
Conoces mi debilidad, mis pecados,
mis carencias y errores,
más sé que con tu mirada, y por mí fe,
multiplicarás lo bueno que en mí pusiste
y harás que, aquellos que me rodean,
puedan servirse de la bondad que desparramas.
AQUÍ ME TIENES, SEÑOR
Quiero ser uno de esos cinco panes,
para que, el hambriento que sale al camino
no marche a su casa sin haber comido
del pan de mi fraternidad
del auxilio de mi solidaridad
del agua de mi caridad
AQUÍ ME TIENES, SEÑOR
Tal vez, sea insuficiente;
mis capacidades, mi pensamiento,
mi alabanza, mi oración,
mi entrega, mi testimonio.
Tal vez sea poco
lo que la cesta de mi corazón albergue.
Pero, aquí me tienes, Señor
Mucho me diste y, por ello,
te doy las gracias, te bendigo y te alabo.
Mucho me diste y, por ello,
te pido que nunca deje de ser sensible
a las necesidades de mis hermanos.
Amén
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