Javier Leoz
1.- En cierta ocasión un hombre creyente, que amaba profundamente a Dios, se puso a discernir sobre su vida delante de la presencia del Señor diciéndole con gran pesar: “Señor... perdóname por no haber estado a la altura en mi afán evangelizador. Por las veces en que he desparramado inútilmente tu Palabra. Olvida los momentos en que he estropeado tu obra por meter demasiado mi mano. Por la siembra que nunca dio el fruto oportuno... perdóname porque mi paso por los caminos de la vida no ha sido, precisamente, huella de tu presencia ni de tu envío... ¡perdóname Señor!
Después de haberse sincerado, ese hombre que temía pero quería con todo su ser a Dios, recibió una respuesta en el silencio: “no seas tan duro contigo mismo...mira hacia atrás”. Y girando el cabeza, aquel que sólo veía fracaso en su vida cristiana, comprobó que detrás de sí existía una gran playa con miles de huellas. Levantando el rostro le preguntó a Dios: “Señor. Tú que todo lo sabes, ¿qué significa este paisaje?”. Y Dios le contestó: “Hijo mío... esas huellas son las buenas palabras y las buenas obras, el testimonio y los trabajos que miles y millones de personas (entre ellas tú también) habéis realizado en mi nombre y al servicio de la humanidad”.
2.- Es mucho lo que hacemos (otra cosa es saber si estamos realizando lo que más conviene para estar en sintonía con Jesús Maestro)... pero la siembra queda en el surco. ¿Por qué no confiar más en Dios y pensar que El, cuando quiera, dará cumplido crecimiento? Las actividades nos comen. Corremos el riesgo de ser meros activistas en el campo de la Fe. El Señor quiere que profundicemos en nosotros mismos....que descansemos en el Espíritu....que tomemos tiempo para “un refresco espiritual y material”.
La Iglesia no solamente puede ser un lugar de disciplina y de moral, de predicación y de normas, de conversión y de afanes evangelizadores, también debe ser una casa de disensión y de descanso, de diálogo y de calma, de paz y de contemplación, de relax en el espíritu y en el cuerpo.
Después de finalizar el curso, el Director de un Instituto, les decía a sus profesores: “ha sido duro el año, dediquémonos en este día a estar simplemente juntos”. El Señor, que sabe muy bien como andan los elementos de nuestro sistema nervioso, también nos invita a pararnos un momento....a recuperar la calma....a tomarnos las cosas con más paz y con menos sentido crítico. No todo lo que hacemos en su nombre....lo hacemos tan mal.
3.- Verano... un lugar tranquilo para valorar lo positivo de nuestra Fe. Para relativizar aquellas situaciones tensas que existen entre nosotros. Para intensificar nuestras relaciones con Dios que, siempre, producen descanso y serenidad. Para hacer ordinario lo que, el trabajo y el estrés cotidiano, lo hacen imposible en el resto del año.
¡Venid a un lugar tranquilo! Escuchar al Señor y presentarle el balance de nuestra vida, sentarnos a su mesa y reparar nuestras fuerzas, mirarle a los ojos y recuperar la sonrisa perdida es –ni más ni menos- lo mejor que nos puede ocurrir a todo cristiano que deseamos hacer un “stop” en el gran maratón evangelizador y poner el corazón a punto y dar al cuerpo un más que merecido descanso.
¡Vamos!... que el Señor tampoco quiere que caigamos extenuados en el camino. ¡Seamos más bondadosos con nosotros mismos!
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