Jesucristo, Pastor y Salvador en la justicia
Iª Lectura: Jeremías (23,1-6): El pastor de la unidad
I.1. La primera lectura del profeta Jeremías es uno de los pasajes que se refieren a la casa de Judá, a la que profeta juzga, pero a la que promete un tiempo ideal, en que al pueblo dispersado, maltrecho y sin esperanza se le promete unos pastores que reúnan de nuevo al pueblo. Lo que más llama la atención son los vv. 5-6 pues todo se concreta en una persona, en un pastor, a lo que antes se ha insinuado. ¿Se trata de un texto mesiánico? Discuten los autores, porque consideran que es un añadido a los vv. 1-4. Pero lo que debemos considerar es que Dios mismo interviene en medio de su pueblo, valiéndose de nuevos y mejores pastores, y más concretamente de un pastor que restaure la unidad de Judá y de Israel.
I.2. Eso no se consiguió nunca si lo entendiéramos en un sentido histórico estricto; pero si tenemos en cuenta un valor simbólico que va más allá del nacionalismo de Judá y de Israel, se propone un pastor, un rey, que con cualidades éticas (no estrictamente políticas, ni guerreras), traiga la justicia y el derecho, que son los ideales de un buen rey de Oriente y de todas las naciones. Se habla de salvación y de paz, porque la verdadera salvación se fundamenta en la paz y la justicia. Reinará con sabiduría y le darán un nombre, ya que darle un nombre a alguien significa reconocer lo que ha hecho; es como un oficio bien aprendido y vivido con vocación singular. Ese nombre es «El Señor nuestra salvación». Es decir, lo que algo esa persona idílica tiene que estar en relación con el Dios que salva. Así quedamos emplazados para ver en Jesucristo este proyecto misterioso del oráculo. Porque no olvidemos que él ha de llevar el nombre de “Jeshua”: Dios salva, es mi salvación.
IIª Lectura: Efesios (2,13-18): El es nuestra paz
II.1. La segunda lectura, de Efesios, nos ofrece también una verdadera teología de la paz. Incluso se hace una de las afirmaciones teológicas más impresionantes del NT: El, es nuestra paz. El primer efecto de la pacificación (aquí entre judíos y paganos), no es primeramente entre ellos mismos, sino de toda la humanidad con Dios (vv. 13-18), como muerte de la enemistad, acercamiento a Dios, reconciliación con El, evangelización de la paz. Independientemente de la forma literaria del texto, para algunos es un himno sobre la pacificación de la humanidad. Por eso el v. 14 comienza de una forma enfática, refiriéndose a Cristo, “él es nuestra paz” (ipse est pax nostra, como traduce la Vulgata). ¿Por qué? Porque ha hecho de los dos pueblos uno. Se refiere a judíos y paganos que era, entonces, la división abismal e irreconciliable para la teología ortodoxa judía.
II.2. ¿Qué ha hecho Jesucristo para ello? De entre estos términos, el más expresivo es el de «reconciliación», puesto que revela uno de los temas más expresivos de San Pablo (cf 2Cor 5,18-20; Rom 5,10-11; 11,15; Col 1,20-22), aunque no podamos decir que sea eje de su teología. Con ello se presenta la obra de Cristo como una restauración de las relaciones amistosas entre Dios y el hombre rotas por el pecado. El fruto de la reconciliación es la paz y la amistad. La reconciliación es un proceso objetivo y real, antes de toda colaboración del hombre creado por Dios. Es Cristo mismo el signo y la realidad de esa reconciliación de Dios y la humanidad. El autor de Efesios quiere poner de manifiesto que el don de la paz es un don de Dios y ese don es Cristo mismo, porque gracias a El todos los hombres, en todas las culturas y religiones pueden vivir en paz. Si no es así, no es por exigencia del Dios de Jesús, sino porque los hombres se niega a la misma paz.
Evangelio: Marcos (6,30-34): Sedientos de su palabra
III.1. Este es un relato de transición, propio del redactor del evangelio de Marcos, que quiere preparar la primera multiplicación de los panes. Los Doce (aquí les llama apóstoles) vuelven de su misión, contentos de lo que han dicho y han hecho. Ya sabemos que lo que han dicho tiene que referirse a las cosas que Jesús les ha enseñado y que se centran en el anuncio de la llegada el reino de Dios. Lo que han hecho es liberar a las gentes de sus males, como han visto hacer a Jesús. En ese momento, por el desgaste que ello significa, Jesús quiere compartir con ellos en un lugar solitario pero, de pronto, aparece la multitud y deben marchar en una barca. La experiencia de la travesía, para quien la haya hecho, sabemos que es verdaderamente restauradora. Pero la escena nos asoma casi de inmediato de nuevo a la multitud que está sedienta y ansiosa de esta experiencia que los Doce tienen con Jesús.
III.2. Considero que el redactor de nuestro evangelio está jugando, simbólicamente, con este contraste entre la suerte de los discípulos que puede gozar a la paz de la palabra de Jesús (aunque bien es verdad que después de desgastarse en el anuncio del reino) y la necesidad que tiene la multitud de esta palabra. Todo esto es para mostrarnos que, tras la travesía restauradora, Jesús tiene compasión de la multitud porque la ve como ovejas sin pastor (cf Num 27,17). Ahora Jesús ha “restaurado” a los suyos, que tienen que volver, cuando sea, a la itinerancia para anunciar de nuevo el reino. Y entonces ve a la multitud y ya no puede huir, tiene que entregarles su palabra, su persona, como se la ha entregado a los discípulos. Jesús se nos presenta como cumpliendo un anhelo y un deseo que muchas veces en el AT hacía referencia al pueblo que estaba siendo defraudado por sus jefes e incluso por los que tenían una responsabilidad más religiosa: eran como ovejas sin pastor y sin guía (cf Num 27,17; 1Re 22,17; Ez 34,5; 2Cro 18,16; Jud 11,19).
III.3. El evangelio, por otra parte, nos muestra el hambre que tenía la gente de escuchar un mensaje de salvación y de gracia, el que Jesús ofrecía por todas las aldeas y pueblos de Galilea, a lo que habían contribuido también sus discípulos, enviados para llegar a donde no podía llegar él. Es sintomático cómo el texto busca un lugar solitario para gustar más profundamente esta experiencia de la misión, ya que muchos iban y venían, sin dejarles personalizar esta experiencia. Pero al final, al desembarcar de nuevo en la orilla del lago, el texto nos muestra que Jesús ve a la gente con tal anhelo de escucharle, que la compasión del pastor puede más en su corazón. Sin duda que habría gente dirigida por alguna sintonía populista, como sucede con todos los fenómenos sociales y religiosos; pero en medio de todo Jesús detecta la falta de orientación y la necesidad de salvación de los abandonados. De esa manera, por medio de nuevos pastores, se cumple con más o menos precisión el texto de Jr 23,1-6: por una parte los pastores, los apóstoles; por otra el pastor, el nuevo rey, del que parte el mensaje fundamental del reino. De esa manera se explica maravillosamente la continuación de la narración del evangelio con la primera multiplicación de los panes, que es un relato que se introduce con esta actitud de Jesús al compadecerse de la multitud.
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