Jesús vuelve a aparecer entre sus amigos después de resucitar y ellos siguen sin poder creer lo que ven. Pero esta vez les “abrirá el entendimiento” y su alegría será completa: pues no sólo vuelven a ver vivo a Jesús, sino que ahora sí creen que él ES ÉL Hijo de Dios, que es Dios mismo. Es alegría les llevará a salir a hablar de él, y esa fe les hará comprometerse el resto de sus vidas a cumplir con el mandato de Jesús: “predicar a todas las naciones”.
Los cristianos debemos ser personas alegres, porque tenemos fe. Es decir, porque creemos que Jesús es Dios que nos vino a salvar y que sigue caminando hombre con hombre, junto a nosotros.
Los cristianos debemos ser personas alegres, porque:
- Podemos recibir a Cristo resucitado en la Comunión.
- Porque si pecamos, contamos con Jesús, para pedir el perdón de Dios, y volver a empezar.
- Porque cuando ayudamos a los que nos necesitan, podemos sentir la paz que Jesús nos deja.
- Porque aún en los momentos tristes, si conservamos nuestra fe, descubrimos que son para nuestro bien y para nuestro crecimiento como personas…
Esta fe en Cristo, también debe comprometernos -como a los apóstoles-, a predicar sus enseñanzas, a mostrar a otros el camino del amor, ¡a ser como Jesús y salir cada día dispuestos a cambiar el mundo!
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