• Los discípulos están reunidos en un mismo lugar (19 y 26), expresión de que son comunidad eclesial; también “el primer día de la semana” o “domingo” es expresión de lo mismo (ambas apariciones [19 y 26] tienen lugar en domingo), ya que es el día en que nos reunimos como Iglesia para celebrar que el Resucitado está en medio de nosotros.
• El “miedo de los judíos” (19) lo habíamos encontrada en pasajes como el del ciego de nacimiento (Jn 9,22).
• A pesar de las “puertas cerradas” (19), el Resucitado toma la iniciativa, se hace presente en medio de los discípulos y les da la “paz” (19), su paz, la que el mundo no da (Jn 14,27), tal como lo había anunciado.
• Enseñar “las manos y el costado” (20), que son los lugares con las marcas de la muerte en cruz, es un modo de incidir en que el Resucitado es el mismo que el Crucificado.
• La expresión “como el Padre” (21) o, en otros lugares, “lo que he hecho con vosotros” (Jn 13,15), indica lo que tiene que ser la vida del discípulo: dejarse modelar según Jesús, como él lo ha hecho según el Padre.
• Lo que define a Jesús es la misión. También sus discípulos serán definidos por la misión que Él les da (21): “como Tú me enviaste al mundo, así os envío yo también al mundo” (Jn 17,18).
• La Iglesia reunida, la paz, la misión… todo arranca de la Pascua. Será el don del Espíritu el que lo active. El “aliento” (22) de Jesús sobre los discípulos expresa que su resurrección abre el paso a una creación nueva: El Señor Dios modeló al hombre de arcilla del suelo, sopló en su nariz un aliento de vida, y el hombre se convirtió en ser vivo (Gn 2,7). Jesús había rogado al Padre que diera el Defensor a los discípulos (Jn 14,16), es decir, el que ha sido llamado para auxiliar, acompañar y ayudar, pero también para aconsejar y consolar y para interceder. Es el Espíritu Santo. Con él llegan el recuerdo y el conocimiento (Jn 14,26) que marcan el inicio de la fe (Jn 7,39). El Espíritu es, en Juan, un maestro que ilumina. Y es el que da al creyente su identidad propia de testigo de Jesús (Jn 15,26-27). Podríamos decir que el Espíritu es el verdadero autor del Evangelio, porque de él viene el recuerdo de lo que Jesús dijo y la comprensión de tal recuerdo.
• Las palabras de Jesús sobre el perdón (23) nos recuerdan las que recoge Mt dirigidas a Pedro (Mt 16,19) y a toda la comunidad (Mt 18,18). Palabras en las que atar y desatar significan excluir o admitir a la comunidad. El Resucitado deja este don precioso y tan delicado en las manos de la propia comunidad de los discípulos, portadora para el mundo de la vida nueva.
• La bienaventuranza (29) dirigida por el Resucitado a los creyentes que no hemos conocido al Jesús histórico, da sentido al Evangelio y al hecho de evangelizar: dar testimonio a quienes no han visto a Jesús para que puedan tener fe.
• Los vv. 30-31 expresan la finalidad del Evangelio escrito: “para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre”.
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