SERVIR ES NUESTRA GLORIA
1.- Hay muchas formas de encontrarse con “la suegra de Pedro” en los tiempos que vivimos.
La debilidad humana sigue acampando a sus anchas en la tierra de los vivos. Y, precisamente por eso, la Iglesia –siguiendo la indicación de Jesús– sigue saliendo del templo al encuentro de los que, con fiebre alta o baja, horas grandes o pequeñas, necesitan palabras de consuelo, ayuda, estímulo y reconocimiento.
Si Jesús vino a reconocer y enaltecer a los sufridos, no es menos cierto que la Iglesia –siglos después– sigue estando al lado de la cabecera de millones de hombres y mujeres sufrientes.
No nos puede importar demasiado el hecho de que la amplia labor de la Iglesia no se reconozca. Nos tiene que quedar la satisfacción de que estamos en el camino correcto. Que, salir al encuentro de los que sufren, es para nosotros un motivo de gloria y de crecimiento espiritual y humano.
2.- El Reino de Dios comienza allá donde existe un surtidor de caridad, una semilla de cariño, una mano tendida al abatido.
Qué gran lección la de Jesús en el evangelio de este domingo: sale con sus discípulos de la sinagoga y, en la casa de Pedro, actúa maravillosamente. Una vez más habla con autoridad: hace lo que dice. Habla, camina, entra en casa de Pedro y cura. Las obras le acompañan. Las obras le hacen eco. No necesita más refrendo ni más marketing que su infinita misericordia. Repito: ¡sus obras le acompañan! ¡Sus obras le hacen coro!
Sólo una vida profunda es capaz de recomponer las fuerzas gastadas a favor de los demás. Miremos al Señor; se retira a un descampado. No se conforma con hacer el bien. Sabe que, de igual forma, ha de estar en comunión con el Supremo, con Aquel que es su fortaleza. La razón del surtidor de la bondad.
Tampoco nosotros nos hemos de contentar con cumplir, más o menos, con unos fines sociales. Entre otras cosas porque, tarde o temprano, la salud, el cansancio, las decepciones u otros aspectos dan al traste con nuestros más altos ideales. Es bueno, por ello mismo, descansar en Aquel que nos da la fuerza necesaria e ilimitada para seguir desviviéndonos por los demás.
Cristo no vivió ajeno a esa fuente de energía, de luz, de gracia y de consejo que es la oración.
Hoy están muy de moda las ONG el altruismo, etc. ¿Durarán muchos años? La experiencia de la Iglesia, en cambio, nos dice que si se ama con amor de Dios, el amor es eterno; si se sirve con las manos de Dios, el servicio es constante; si se transforma el entorno con la sabiduría de Dios, la sociedad se hace más justa y fraternal.
Que el Señor con una oración profunda y sentida, nos haga recapacitar también hacia qué compromisos nos hemos de encaminar como Iglesia, como parroquia, como familia. Entre otras cosas porque hacer hoy el bien aquí, implica tomar fuerzas para hacerlo mañana en otra parte.
Si alguna imagen impactante nos está dejando el Papa Francisco es, precisamente, esa cercanía con el mundo sufriente, doliente y de periferias.
Cuesta, y mucho, entregarse con generosidad y curar sin pedir nada a cambio. Pero, lo cierto es que, quien abre los ojos encuentra muchas “suegras” de carne y hueso y en forma de pobreza a su paso.
Javier Leoz
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