Iª Lectura: Jonás (3,1-5.10): "Todos pueden convertirse"
I.1. La liturgia de hoy nos ofrece, como primera lectura, un texto del libro de Jonás, el profeta que debía ir a la Nínive de los asirios, prototipo del pueblo opresor, para predicar la conversión. Este libro, que ha recibido muchas interpretaciones, probablemente vio la luz en los tiempos postexílicos de Esdras y Nehemías, cuando aparece una política religiosa de xenofobia. El que se elija Nínive, la capital del imperio Asirio, es un dato muy curioso ya que es el símbolo del imperio que destruyó Israel, el reino del norte, con Senaquerib. Por lo mismo, cuando se escribe este libro no existía ya el imperio asirio; el autor, pues, hace una ficción con objeto de exponer ideas teológicas: el profeta se dirige a los opresores de todos los tiempos para llamarlos a la conversión.
I.2. No se trata todavía de una conciencia misionera de universalismo, sino que se empeña en poner de manifiesto que Dios está abierto a todos, incluso a los opresores. Esta es una afirmación dura, pero nos muestra que para Dios nada hay imposible. Desde luego, el mensaje también es para el pueblo de Israel o para todos los que, desde la seguridad de su religión, piensan que Dios debe castigar como castigamos nosotros. Israel también debe convertirse a un Dios que es capaz de perdonar a los enemigos de su pueblo. Este es el mensaje del texto de hoy: la conversión como un cambio de mentalidad radical.
IIª Lectura: 1ª Corintios (7,29-31): "Este mundo pasará"
II.1. La segunda lectura es un texto en el que se refleja la tensión escatológica del cristianismo primitivo, y de Pablo muy concretamente. Es un texto que está en el famoso c. 7, que es una respuesta de Pablo a lo que le han preguntado sobre el matrimonio y la virginidad. Se necesitarían más presiones y matices sobre la cuestión literaria de este c. 7. E incluso no sabemos quiénes son los que piensan que es bueno no casarse, ni tener relación con mujer. Se ha hablado de una corriente gnóstica llevada hasta el extremo en algún grupo de la comunidad de Corinto como desprecio del cuerpo y de lo humano. Esta es una “vexata quaestio” que no se resuelve fácilmente. Lo que Pablo propugna es que los cristianos casados deben vivir como tales y los que han elegido la “virginidad” que sean consecuentes. Cada uno debe vivir según su elección y ninguna vida es más perfecta que la otra. Porque el referente es Dios y cada uno tiene que vivir su experiencia cristiana con sentido, en armonía y en libertad.
II.2. El texto de la lectura de hoy pretende hacer ver a su comunidad que las preocupaciones de este mundo, muy frecuentemente, nos hacen olvidar otra dimensión muy importante de la vida. Porque todos, casados o no, tenemos que vivir un mundo de armonía, de espiritualidad, de esperanza. La vida cristiana tiene en su entraña una tensión escatológica que hay que sabe vivir entre el “ya” y el “todavía no”. La experimentan unos y otros porque este mundo tira de nosotros y a veces nos atrapa. Este texto, hoy podemos entenderlo muy bien, acostumbrados como estamos a vivir las tensiones de nuestra época. Ya no existe preocupación por el final del mundo, pero vivir radicalizados en las prisas, el consumismo, la productividad, anula el equilibrio humano, la necesidad de la sabiduría interior y la felicidad verdadera.
Evangelio: Marcos (1,14-20): "Convertirse es creer en el Evangelio"
III.1. EL evangelio de hoy, de Marcos, tiene dos partes. La primera (vv.14-15), un sumario o síntesis, centrada en lo que es el programa de Jesús cuando vino a Galilea: el evangelio de Dios. Jesús viene a proclamar buenas noticias -eso significa evangelio-, de parte de Dios. Ello supone, pues, el anuncio de un tiempo nuevo y la llegada del Reino de Dios. El segundo elemento determina al primero: el tiempo es nuevo porque el reino de Dios ha comenzado. El tiempo es nuevo porque la soberanía de Dios sobre las miserias del hombre ha de ponerse de manifiesto. Este es el empeño fundamental de Jesús: hacer posible que ese Reino, que no es un territorio, ni un poder violento o material, llegue a los hombres. Dios se compromete profundamente, por medio de Jesús, en hacer posible ese Reino de liberación y de gracia. Pero también, por nuestra parte, se necesitan respuestas: convertíos y creed en el evangelio. Eso es lo que Jesús pedía y eso es lo que se nos pide aún. Ser cristianos, pues, debe significar que en este mundo de miserias, el evangelio, como buena noticia para los que sufren, está en acción.
III.2. Si analizamos a fondo este sumario, podremos darnos cuenta de su importancia. El redactor lo pone al principio de todo, de la predicación de Galilea, porque está convencido de que cuando Jesús comienza a predicar ha llegado el tiempo nuevo tanto tiempo esperado por el pueblo de Israel. Y el tiempo es nuevo porque Jesús trae “buenas noticias” de parte de Dios, lo que se centra en ese concepto abarcante del “reino o reinado de Dios” (basileia tou theou). Jesús quiere decir que es Dios quien toma las riendas de esta historia y ya no deben ser los hombres “soberanos” y “reyes” quienes han de imponer a otros sus caprichos y sus leyes. Dios entrega salvación y liberación por medio del profeta de Galilea. Hacía mucho tiempo que no se oía una voz profética en Israel, porque los “soberanos” de turno lo habían impedido. La soberanía de Dios también implicaba que se oyera una voz profética para interpretar la historia de las miserias humanas de otra forma y de otra manera.
III.3. ¿Qué se pide a cambio de este tiempo nuevo? ¡Conversión! Que no es simplemente “hacer penitencia”. Si traducimos de esa manera el verbo que está a la base del texto (metanoéô) le habremos quitado su sentido primero y principal: cambiar de rumbo, de camino, de horizonte, de mentalidad. Convertirse no es vestirse de saco y de ceniza. En Marcos, en el evangelio, en la predicación de Jesús, significa precisamente tomar una actitud nueva, una mentalidad creadora. Y es el segundo término el que mejor lo define: (unido a la conversión por un kai –y- “explicativo”) “creer en el evangelio”- Creer es “confiar” en las buenas noticias que vienen de parte de Dios. Esa es la conversión primera y fundamental. Sin eso no hay conversión, aunque nos vistamos de saco y ceniza.
III.4. La segunda parte del texto evangélico de hoy describe la llamada a ser discípulos (vv. 16-20) y también pone de manifiesto varias cosas: el evangelio siempre ha contado con testigos que desde el principio forman una comunidad. El anuncio del evangelio provoca decisiones personales creando comunidad y fraternidad. Jesús no es un solitario que anuncia ideas extrañas, sino alguien que llega al corazón de los hombres, hasta el punto de dejar su modo de vivir por la causa del Reino. Los que le siguen sentirán con él una experiencia nueva de vida para anunciarla a los otros («os haré pescadores de hombres»). No se trata simplemente de un Rabí que tiene discípulos para que aprendan, sino que todo eso lo deben invertir en los demás. Jesús se impone en su llamada, pero dejando libertad. El «sígueme» de Jesús, de su evangelio, es una palabra creadora, no es doctrina, no son ideas, sino que provoca un estilo de vida. Esta primera llamada de los discípulos, aunque conocidos, no debe interpretarse como el relato histórico de lo que sucedió realmente, aunque en cierta forma lo es; sino que pretende ser el apoyo directo de la reacción al anuncio de las buenas noticias del evangelio predicado por Jesús en Galilea.
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