En un servicio de mensajería instantánea, una persona compartió una situación personal complicada, e inmediatamente obtuvo un montón de respuestas a su mensaje, del estilo de “estoy contigo”, “te apoyamos”, “ánimo, tú puedes…” junto con muchos emoticonos de besos, abrazos, manos en oración… Pero aparte de esto, nadie le ofreció una ayuda concreta, todo quedó en esos mensajes. Un conocido refrán afirma que “obras son amores y no buenas razones”, para significar que el verdadero amor se expresa con hechos y no con simples palabras por muy bonitas que sean.
Para que llevemos a la práctica las dos dimensiones de este mandamiento, el Papa Francisco ha publicado su encíclica «“Fratelli tutti”, sobre la fraternidad y amistad social». El título recoge las palabras “que escribía san Francisco de Asís para dirigirse a todos los hermanos y las hermanas, y proponerles una forma de vida con sabor a Evangelio” (1).
El Papa es consciente de que en nuestra sociedad se difunden actitudes negativas hacia determinadas personas y colectivos que son “descartados” y denuncia: “Es inaceptable que los cristianos compartan esta mentalidad y estas actitudes, haciendo prevalecer a veces ciertas preferencias políticas por encima de hondas convicciones de la propia fe: la inalienable dignidad de cada persona humana más allá de su origen, color o religión, y la ley suprema del amor fraterno”. (39)
La ley suprema del amor fraterno, que hemos escuchado hoy, nos recuerda que “hemos sido hechos para la plenitud que sólo se alcanza en el amor. No es una opción posible vivir indiferentes ante el dolor, no podemos dejar que nadie quede “a un costado de la vida” (68). Si afirmamos que creemos en Dios, no es una opción posible separar el amor que le debemos a Él del amor que debemos a nuestro prójimo: “La altura espiritual de una vida humana está marcada por el amor Todos los creyentes necesitamos reconocer esto: lo primero es el amor, lo que nunca debe estar en riesgo es el amor, el mayor peligro es no amar”. (92)
Para poder amar uniendo ambos mandamientos, el Papa nos indica por dónde empezar: “Hay un reconocimiento básico, esencial para caminar hacia la amistad social y la fraternidad universal: percibir cuánto vale un ser humano, cuánto vale una persona, siempre y en cualquier circunstancia”. (106)
Y como “obras son amores…”, “el amor implica algo más que una serie de acciones benéficas. Las acciones brotan de una unión que inclina más y más hacia el otro considerándolo valioso, digno, grato y bello, más allá de las apariencias físicas o morales. El amor al otro por ser quien es, nos mueve a buscar lo mejor para su vida. Sólo en el cultivo de esta forma de relacionarnos haremos posibles la amistad social que no excluye a nadie y la fraternidad abierta a todos”. (94)
Desde las palabras de Jesús en el Evangelio, ayudados por lo que dice el Papa, cada uno tenemos que revisar con sinceridad cómo estamos cumpliendo el doble mandamiento que sostiene toda nuestra vida como cristianos porque “todo esto podría estar colgado de alfileres, si perdemos la capacidad de advertir la necesidad de un cambio en los corazones humanos, en los hábitos y en los estilos de vida”. (166) ¿Reconozco que necesito cambiar mi corazón, mi estilo de vida? ¿Pido al Señor la gracia de la conversión?
“Obras son amores y no buenas razones”. Para amar a Dios debemos amar al prójimo de forma real y concreta, porque quien no ama a su hermano, a quien ve, no puede amar a Dios, a quien no ve. (1Jn 4, 20). Apliquémonos las palabras que el Papa dirige a quienes se dedican a la política, pero que valen para todos: “después de unos años, reflexionando sobre el propio pasado la pregunta no será: “¿Cuántos me aprobaron, cuántos me votaron, cuántos tuvieron una imagen positiva de mí?”. Las preguntas, quizás dolorosas, serán: “¿Cuánto amor puse en mi trabajo, en qué hice avanzar al pueblo, qué marca dejé en la vida de la sociedad, qué lazos reales construí, qué fuerzas positivas desaté, cuánta paz social sembré, qué provoqué en el lugar que se me encomendó?”” (197).
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