31 agosto 2023

Pautas para la homilía del 3 septiembre 2023

Cristianos Gays » “Aprender a perder”. 03 de Septiembre de 2017 ... 




Ponte detrás de mí, Satanás

Esta llamada de atención de Jesús sigue siendo de actualidad para todos sus seguidores en cualquier lugar y momento de su vida. Acabamos de rubricar en la celebración del domingo anterior las palabras de Pedro: “Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios vivo” y, sin embargo, la voz increpante de Jesús sigue resonando con fuerza en nuestros oídos: “¡Ponte detrás de mí, Satanás!”; asume y acoge tu condición de discípulo; no me sigas tentando como el Maligno.

En momentos de prueba y de aprieto, cuando irrumpe la adversidad y se hace la vida cuesta arriba, renunciamos con facilidad a la confesión de fe que habían profesado alegremente nuestros labios. Son situaciones que nos delatan la práctica religiosa, rutinaria y cómoda, a la que podemos estar acostumbrados. Que muestran a las claras la incongruencia personal de una fe endeble, por lo general bastante superficial y egoísta, incapaz de acoger con entereza los contratiempos inherentes al mensaje evangélico de la cruz.

Nos convertimos de esta manera en destinatarios directos del duro reproche dirigido por Jesús a Pedro, cuya reacción recriminatoria, más bien inconsciente y narcisista, se interponía sin el menor rubor en el camino de su Maestro entorpeciendo y hasta contrariando su llamada radical al seguimiento. 

En proceso permanente de conversión

El comienzo del relato evangélico de hoy remite curiosamente a la misma frase utilizada por el evangelista al presentar el inicio de la predicación de Jesús en Cafarnaúm, poco antes de la elección de los discípulos para acompañarle en su misión: “Desde entonces comenzó Jesús…” (4,17). Eran muchos los días y las noches compartidas con él desde “aquel entonces”, cuando Jesús presentaba novedosamente su programa de vida: “Convertíos, porque ha llegado el Reino de los cielos”. ¿No fueron ellos los primeros en acogerlo? ¿Habían comprendido realmente lo que Jesús quería y esperaba de ellos?

Ahora retoma san Mateo el recuerdo de aquella primera llamada: “desde entonces comenzó Jesús” para manifestarles la nueva situación, cómo habían tramado las autoridades civiles y religiosas de Jerusalén para acabar con su vida. Obediente a la voluntad del Padre, en quien confiaba plenamente como valedor de su proyecto de vida, afrontaba Jesús de forma decidida y responsable su papel en el plan salvífico de Dios. ¿No era también el momento oportuno para presentar claramente a sus seguidores más fieles cuáles eran las condiciones para seguirle hasta el final? “Si alguien quiere venir en pos de mí…”.  En lugar de ser piedra de escándalo, estaban llamados a asumir con entereza el “escándalo de la cruz” (1 Cor 1,23). No había sido otra la razón de su elección como testigos del Reino que ya estaba operando en su persona.

Comenzaba así para ellos una etapa nueva y decisiva en su aprendizaje discipular. ¿Cómo resonaban ahora en sus oídos aquellas palabras? ¿No defraudaban todas sus expectativas? ¿No echaban por tierra el entusiasmo e ilusión con que se habían acogido a su persona? ¿Seguían dispuestos a acompañarle? Después de todo, no era otro el camino de la fe seguido por muchos de sus antepasados. El pequeño fragmento de las así llamadas “Confesiones” del profeta Jeremías constituye en este sentido una pequeña muestra de esa alargada nube de testigos. ¿Cuál es el trasfondo vital que trasluce su predicación? Jeremías hubo de violentar su temperamento natural para ser fiel a su ministerio; se quejaba por ello amargamente de tener que predicar lo que no le gustaba: “destruir para edificar” (1,10), anunciar la inesperada deportación de su pueblo al destierro, ser el “hazmerreír” de todos… Y, sin embargo, no lograba apagar en sus entrañas el fuego ardiente de la Palabra de Dios. Esa fue la verdadera y permanente conversión que le pedía su misión profética.

Aprendizaje y discernimiento cristiano  

El camino de Jesús, como el del profeta, es el que espera también a sus discípulos. De ahí el paciente y sinuoso camino de aprendizaje que hubo de compartir con ellos para ir discerniendo y valorando sus motivaciones y actitudes más personales. Eran vulnerables y les aguardaban duras pruebas, momentos delicados de desorientación y de crisis. Iban a necesitar de apoyo, pero también de su implicación y fortaleza de ánimo para no desdecirse de su vocación apostólica.

La dinámica de la fe, si quiere madurar, requiere un largo recorrido de sincera introspección y lúcido discernimiento. No basta con dejar pasar el tiempo, ha de ir acompañada de reflexión e interiorización personal. Es Pablo, el gran Apóstol, quien nos deja en la segunda lectura las pautas a seguir: “no os acomodéis a los criterios del mundo presente; distinguid más bien cuál es la voluntad de Dios: lo justo, lo agradable, lo perfecto”.

Volviendo a nuestra vida: ¿tiempos de crisis, acentuada por la pandemia?; ¿tiempos propicios para aprender a discernir y redimensionar los auténticos valores del Reino de Dios?; ¿tiempo oportuno para tomarnos el pulso y dar un salto cualitativo en el aprendizaje de la fe?

Fray Juan Huarte Osácar

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