10 junio 2023

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo A)

 

Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo (Ciclo A)

(11 de junio de 2023)

Dt 8, 2-3. 14b-16a. Te alimentó con el maná, que tú no conocías ni conocieron tus padres; Sal 147. Glorifica al Señor, Jerusalén; 1 Cor 10, 16-17. El pan es uno; nosotros, siendo muchos, formamos un solo cuerpo; Jn 6, 51-58. Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.

Aunque terminado el tiempo pascual, se suceden las celebraciones de calado. Si el domingo pasado fue la Santísima Trinidad hoy se trata de la solemnidad del Corpus Christi, como si a lo largo del año repasáramos los aspectos esenciales de nuestra fe. En este caso, un elemento nuclear y diferenciador de la Iglesia Católica. Pues si el reconocimiento de la presencia de Cristo en la Eucaristía y las celebraciones de adoración eucarística que han desembocado en esta solemnidad no surgieron como un elemento discriminante entre católicos y protestantes, los errores engendrados por Lutero convirtieron esta verdad en distintivo de nuestra Iglesia.

La dimensión principal de la Eucaristía es la celebración con la asamblea de los fieles en que se hace presente Cristo bajo las formas del pan y del vino. Dicho esto, ya desde los primeros siglos se empezó a guardar para los enfermos y para el caso del viático, desarrollándose de forma natural ciertos signos de adoración hacia la reserva. Ambos aspectos, la celebración de la Eucaristía dominical con la presencia de los cristianos junto a la atención a los enfermos que también deben recibir el Cuerpo de Cristo, deberían ser los aspectos más cuidados a lo largo de todo el año. De forma complementaria, es muy sana la adoración eucarística en determinados momentos, sin perder nunca de vista los hechos salvíficos condensados en el Santísimo, a saber, la muerte y resurrección de Cristo por nosotros. Este aspecto es el que nos hace comprender también que hoy se celebre el día a de la caridad, dimensiones puestas de relieve en las lecturas.

La primera requiere contextualizarla. El pueblo de Israel vive en una relativa situación de bienestar, en las condiciones histórico económicas de aquella. En ese momento de cierta autosuficiencia y seguridad en sí mismo, recibe la advertencia de Moisés recordándole la travesía por el desierto, cuando fueron puestos a prueba y alimentados por Dios. La expresión “no solo de pan vive el hombre” volveremos a escucharla en labios de nuestro Señor en la escena de las tentaciones. Nuestra época es de mucha más abundancia que la del pueblo de Israel cuando recibió este aviso. Sin negar los estragos de la crisis, la mayor parte vivimos en abundancia de medios materiales, de modo que podemos tener una tentación de darnos por satisfechos con estos panes sin necesitar la Palabra de Dios. La diferencia entre el maná que recibió el pueblo en el desierto es que aquel alimento no saciaba definitivamente mientras que el Cuerpo de Cristo es alimento que dura hasta la vida eterna. Pero podemos acabar inconscientemente pensado que el pan material nos garantiza la vida mientas que la Palabra no vale de nada.

Este pan de la Eucaristía es el tema de la segunda lectura que alude a la unidad de todos aquellos que participan del sacramento. San Pablo nos recuerda que la Eucaristía es un vínculo de unidad entre los cristianos y al mismo tiempo un deber o tarea. Quienes participan de un mismo cuerpo, y se incorporan al Cuerpo de Cristo que es la Iglesia, deben trabajar por la unidad. La Eucaristía es sacramento de unidad y vínculo de caridad. La unidad no se genera mágicamente: don y tarea, regalo ineficaz sin la colaboración de la libertad del hombre. Si el pan se forma de muchos granos y el vino une muchas uvas, en uno deben convertirse quienes se alimentan de un mismo pan y un mismo cáliz. Todo aquello que divide a los miembros del Cuerpo de Cristo es pecado del que convertirse; cuanto lo amalgama, virtud a fomentar.

En el Evangelio encontramos varias ideas nucleares del mensaje joánico: el verdadero alimento, la vida eterna y la entrega representada por la carne que se da por la vida del mundo. Los que nos hemos incorporado a la muerte de Cristo por el bautismo también lo hicimos a su resurrección; la participación en la Eucaristía, comiendo su carne, refuerza nuestra inclusión en el destino de la vida plena del resucitado. Ocurre sacramental y realmente. Por eso nos dice: “El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Esa presencia de Dios en nosotros no puede sino vivificarnos de una manera que no puede hacer ninguna otra cosa. Por eso se puede calificar como verdadera comida, pues da una vida que no perece, mientras que el maná del desierto, al igual que cualquier alimento de este mundo, no. Finalmente, la idea de la entrega: “es mi carne para la vida del mundo”.

Este último aspecto nos centra en el carácter sacrificial de la Eucaristía. La adoración eucarística y la conciencia de la presencia real de Cristo bajo las formas del pan y del vino no pueden hacernos olvidar de este elemento que es incluso anterior. En efecto, la Eucaristía es el memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo, forman una unidad indisoluble. Sobre el altar tiene lugar de forma incruenta, actualizada, eficaz, sacramental, real, la entrega de Jesucristo. Se actualiza el valor salvífico, redentor y restaurador de la cruz. Las palabras de la consagración del pan y del vino nos recuerdan el acto de la donación de su propia vida en favor de los demás.

Al celebrar el memorial de esta entrega nos comprometemos a hacer que nuestra vida también lo sea en favor de otros. De esta forma, dándonos por nuestro prójimo, estamos también engendrando la unidad del Cuerpo de Cristo. Hoy es el día y la colecta de la caridad. Muy bien que se haya colocado en el día del Cuerpo de Cristo. Si de verdad lo somos, cuando un miembro padece todos los demás también lo sienten como propio.

Entrega y adoración, aspectos entrelazados e indisolubles de la celebración del Corpus Christi. Un misterio para adorar cuando la mente humana, por mucho que se estruje, no llega nunca a comprenderlo del todo. Así lo cantaba Fray Luis de Léon:

Si pan es lo que vemos, ¿cómo dura,
sin que comiendo dél se nos acabe?
Si Dios, ¿cómo en el gusto a pan nos sabe?
¿Cómo de sólo pan tiene figura?
Si pan, ¿cómo le adora la criatura?
Si Dios, ¿cómo en tan chico espacio cabe?
Si pan, ¿cómo por ciencia no sabe?
Si Dios, ¿cómo le come su hechura?
Si pan, ¿cómo nos harta siendo poco?
Si Dios, ¿cómo puede ser partido?
Si pan, ¿cómo en el alma hace tanto?
Si Dios, ¿cómo le miro y le toco?
Si pan, ¿cómo del cielo ha descendido?
Si Dios, ¿cómo no muero yo de espanto?

Lo que la limitada razón humana no puede comprender, que la vida de cada cristiano, en su devocional entrega por el bien del prójimo, lo haga comprensible: el amor de Dios entregado por el prójimo.

Luis Miguel Castro, osa.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Deja tu comentario