¿NOSOTROS VIVIMOS DE LA EUCARISTÍA?
Por José María Martín OSA
1.- Eucaristía es acción de gracias a Dios. Celebrar el “día del Corpus” es honrar a Jesucristo, presente en la Eucaristía y presente también en nuestras vidas. Celebrar la Eucaristía es dar gracias a Dios. Eucaristía viene del griego “eu-jaris”, que significa “buena gracia”. Damos gracias a Dios por regalo de su Palabra, por su Cuerpo entregado por nosotros y por su Sangre derramada por nosotros. La Eucaristía es el “misterio de nuestra fe”, es el sacrificio de la Nueva Alianza, es memorial de la muerte y resurrección de Cristo y es sacramento de amor y de unidad.
2.- El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna. No se trata de un alimento metafórico, sino que Jesús afirma que habita en nosotros si nos unimos a El en este banquete sagrado que es la Eucaristía: “el que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él”. Pero hemos de tener en cuenta que no hay de verdad Eucaristía si no tenemos los sentimientos que El tuvo, si no intentamos al menos amarnos y entregarnos como El amó y se entregó por nosotros. Por esto la Eucaristía es memorial, es decir actualización de lo que Jesús hizo. La fracción del pan es el nombre con que los primeros cristianos designaban este sacramento. Ahora el gesto de la fracción pasa desapercibido después de habernos dado la paz. Sin embargo es un rito que refleja perfectamente lo que Jesús quiso enseñarnos al partirse y repartirse por nosotros. En este banquete al que Jesús nos invita no hay “Comunión” si no hay antes comunión de vida. El pan que partimos, ¿nos une a todos con el cuerpo de Cristo? Esta es la pregunta que nos formula el Apóstol en la segunda carta a los Corintios. Comulgamos con Cristo y con los hermanos. Si esto segundo no se da, lo primero pierde todo su valor. Somos muchos, pero todos formamos un solo cuerpo. Por eso la Eucaristía es sacramento de unidad.
3.- La Iglesia vive de la Eucaristía. Este es el lema escogido para el “día de la Caridad”, que se celebra en el Corpus Christi. Coincide con el título de la encíclica de Juan Pablo II “Ecclesia de eucharistía”. La Eucaristía es fuente y cumbre de la vida cristiana. No hay Eucaristía sin comunidad que vive la fe y la comunión. Tampoco hay comunidad cristiana auténtica si no tiene como sustento la celebración de la Eucaristía. ¿vivimos nosotros también de la Eucaristía?, ¿es ella la que nos fortalece y alimenta?, ¿tenemos necesidad auténtica de celebrar la Eucaristía?
4.- Eucaristía es también misa, misión. Jesús nos encomienda vivir lo que hemos celebrado. La Eucaristía celebra la vida y nos da fuerza para la vida. No hay un paréntesis entre vida y Eucaristía. Es como si nos estuviera diciendo: “Tomad, comed y vivid el amor”. San Juan Crisóstomo pone de relieve con palabras muy graves el compromiso que en la Eucaristía adquirimos con los más débiles y necesitados, que son los preferidos del Señor: “¿Deseas honrar el cuerpo de Cristo?. No lo desprecie, pues cuando lo encuentres desnudo, ni lo honres aquí en el templo con lienzos de seda, si al salir lo abandonas en su frío y desnudez. Porque el mismo que dijo “esto es mi cuerpo”, y con su palabra llevó a la realidad lo que decía, afirmó también: “Tuve hambre y me distéis de comer”, y más adelante: “Siempre que dejasteis de hacerlo a uno de estos pequeñuelos… ¿De qué serviría adornar la mesa de Cristo con vasos de oro, si el mismo Cristo muere de hambre? Da primero de comer al hambriento, y luego, con lo que te sobre, adorna la mesa de Cristo”. Adoremos a Cristo en el Santo Sacramento del Altar y amemos al hermano que está desamparado. La procesión del Corpus nos debe llevar a iniciar otra procesión al encuentro del hermano necesitado.
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