Monición de entrada
Buenos días (tardes, noches) queridos hermanos. Sean todos bienvenidos a la celebración eucarística de hoy, décimo tercer domingo del tiempo ordinario.
La liturgia de hoy nos mueve a hacer el bien a los servidores de Dios. Oramos en esta misa por nuestros sacerdotes y servidores que el Señor ha puesto al frente, para llevar su mensaje de salvación.
Con alegría, puestos de pie, cantemos todos.
Moniciones a las lecturas
Monición única para todas las lecturas
Ser discípulo de Cristo implica conflictos y sufrimiento , pero también aporta una gran recompensa. De eso tratan las lecturas de hoy. Una familia sunamita recibe como recompensa de su hospitalidad un hijo varón. La mayor de las recompensas, dice Pablo, es compartir la vida en plenitud que nos ha dado el Resucitado. Por su parte, el evangelio alude a una recompensa en dos direcciones: una, para los mensajeros del Evangelio a quienes les compete el honor de ser representantes de Cristo; otra, para quienes les acogen por ser discípulos, porque recibirán un premio en el cielo. Escuchemos atentos la Palabra de Dios.
Moniciones para cada lectura
Monición a la primera lectura (II Reyes 4, 8-11. 14-16a)
El relatado en este pasaje que escucharemos del libro de los Ryes, es en favor de la mujer sunamita que acoge en su casa, con toda la esplendidez de que es capaz, al hombre de
Dios. Esta acogida no queda sin recompensa, cumpliénsose así una promesa que Jesús hará en el Evangelio de hoy. Escuchemos.
PRIMERA LECTURA
Lectura del segundo libro de los Reyes 4, 8-11. 14-16a
Un día pasaba Eliseo por Sunam y una mujer rica lo invitó con insistencia a comer. Y, siempre que pasaba por allí, iba a comer a su casa. Ella dijo a su marido:
—«Me consta que ese hombre de Dios es un santo; con frecuencia pasa por nuestra casa. Vamos a prepararle una habitación pequeña, cerrada, en el piso superior; le ponemos allí una cama, una mesa, una silla y un candil, y así, cuando venga a visitarnos, se quedará aquí».
Un día llegó allí, entró en la habitación y se acostó.
Dijo a su criado Guejazi:
—«¿Qué podríamos hacer por ella?».
Guejazi comentó:
«Qué sé yo. No tiene hijos, y su marido es viejo».
Eliseo dijo:
—«Llámala».
La llamó. Ella se quedó junto a la puerta, y Eliseo le dijo:
—«El año que viene, por estas fechas, abrazarás a un hijo».
Palabra de Dios.
Monición al salmo responsorial (Salmo 88)
El salmo 88 nos invita a aumentar nuestra fe en la palabra de Dios que nos promete la
salvación, aun cuando nos sintamos rodeados de debilidad v fracaso. Unámonos al salmista diciendo todos:
Salmo responsorial: Salmo 88, 2-3. 16-17. 18-19
R. Cantaré eternamente las misericordias del Señor.
Cantaré eternamente las misericordias del Señor,
anunciaré tu fidelidad por todas las edades.
Porque dije: «Tu misericordia es un edificio eterno,
más que el cielo has afianzado tu fidelidad». R.
Dichoso el pueblo que sabe aclamarte:
camina, oh Señor, a la luz de tu rostro;
tu nombre es su gozo cada día,
tu justicia es su orgullo. R.
Porque tú eres su honor y su fuerza,
y con tu favor realzas nuestro poder.
Porque el Señor es nuestro escudo,
y el Santo de Israel nuestro rey. R.
Monición a la segunda lectura (Romanos 6, 3-4. 8-11)
San Pablo nos recuerda, en su carta a los Romanos, que la mayor recompensa que podemos recibir los cristianos es resucitar con Cristo. Si morimos con Él, nuestra recompensa es también la resurrección. Escuchemos esta catequesis bautismal.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Romanos 6, 3-4. 8-11
Hermanos:
Los que por el bautismo nos incorporamos a Cristo fuimos incorporados a su muerte.
Por el bautismo fuimos sepultados con él en la muerte, para que, así como Cristo fue resucitado de entre los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros andemos en una vida nueva.
Por tanto, si hemos muerto con Cristo, creemos que también viviremos con él, pues sabemos que Cristo, una vez resucitado de entre los muertos, ya no muere más; la muerte ya no tiene dominio sobre él. Porque su morir fue un morir al pecado de una vez para siempre; y su vivir es un vivir para Dios.
Lo mismo vosotros, consideraos muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús.
Palabra de Dios.
Monición al Evangelio (Mateo 10, 37-42)
Las condiciones de la nueva vida en seguimiento de Cristo pueden provocar conflictos incluso dentro de la misma familia. La nueva vida funda nuevas relaciones sociales y puede
situar ante nuevos compromisos. Jesús lo formula en tres exigencias que escucharemos en el Evangelio de hoy.
Nos disponemos a la escucha de este mensaje, cantando primero el Aleluya.
EVANGELIO
Lectura del santo evangelio según san Mateo 10, 37-42
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus apóstoles:
—«El que quiere a su padre o a su madre más que a mí no es digno de mí; el que quiere a su hijo o a su hija más que a mí no es digno de mí; y el que no coge su cruz y me sigue no es digno de mí.
El que encuentre su vida la perderá, y el que pierda su vida por mí la encontrará. El que os recibe a vosotros me recibe a mí, y el que me recibe recibe al que me ha enviado; el que recibe a un profeta porque es profeta tendrá paga de profeta; y el que recibe a un justo porque es justo tendrá paga de justo.
El que dé a beber, aunque no sea más que un vaso de agua fresca, a uno de estos pobrecillos, sólo porque es mi discípulo, no perderá su paga, os lo aseguro».
Palabra del Señor.
Oración de los fieles
Opción 1
Presidente: Oremos al Señor, nuestro Dios, cuya misericordia es eterna. Presentémosle nuestras oraciones diciendo todos:
Padre, escúchanos.
- Por la Iglesia, para que sea más y mejor comunidad de justos y profetas
en medio del mundo, roguemos al Señor. - Por los gobernantes de las naciones, para que encuentren soluciones justas al problema
de los marginados en nuestra sociedad, roguemos al Señor. - Por los que sufren marginación en el mundo, para que nadie caiga en la tentación de despreciar o marginar a nadie por su apariencia humilde o por su condición de vida, roguemos al Señor.
- Por esta comuniad, para que sepamos acogernos unos a otros, pues es el mismo Cristo
quien acoge y a quien acogemos, roguemos al Señor.
Presidente: Escucha, Señor, la oración de tu pueblo, que espera ser recibido en tu
morada eterna. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Opción 2
Presidente: Oremos al Señor, nuestro Dios, que es bueno y misericordioso con todos. Responderemos todos:
Padre, escucha a tu pueblo.
- Para que la Iglesia no caiga en la tentación de los medios poderosos, y en su debilidad se manifieste el poder de Dios. Oremos.
- Para que los que rigen las naciones rehúsen eficazmente el empleo de la fuerza en la solución de los conflictos, sino que busquen la paz por medio del diálogo y la reconciliación. Oremos.
- Para que cuantos se sienten cansados, agobiados, por tanta pesadumbre, encuentren en todos alivio, descanso y la ayuda nuestra. Oremos.
- Para que todos nosotros, reunidos en torno al altar de Dios, aprendamos de Cristo la mansedumbre y la humildad de corazón, llevando unos las cargas de los otros. Oremos.
Presidente: Señor, escúchanos y concédenos el fruto del Espíritu, que es amor, alegría, paz, comprensión, amabilidad. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.
Opción 3
- Por el papa, obispos, sacerdotes y todos aquellos enviados como mensajeros de Jesús al mundo, para que siempre encuentren hospitalidad y generosidad para atenderles en sus necesidades. Roguemos al Señor.
- Por los gobiernos del mundo, para que busquen siempre el bien común y la paz social. Roguemos al Señor.
- Por los más necesitados, especialmente por aquellos que pasan hambre en los países más pobres del mundo, para que Dios mueva a la generosidad y haya siempre esa ayuda internacional bien distribuida. Roguemos al Señor.
- Por quienes estamos aquí reunidos en torno al banquete del Señor, para que seamos generosos con nuestros sacerdotes y siempre acudamos en su ayuda, sabiendo que son los enviados de Dios. Roguemos al Señor.
Presentación de las ofrendas
Llevemos ahora al altar nuestras ofrendas de pan y vino, fruto de nuestro trabajo. Cantemos…
Comunión
A Cristo le recibimos también en cada uno de sus enviados. Pero hoy quiere que le recibamos en la Santa Eucaristía. Acerquémonos a comulgar cantando…
Final
Recordemos la palabras del Señor: «El que os recibe a vosotros, me recibe a mí..» Dispuestos a hacer vida la Palabra que hoy hemos escuchado, recibiendo y ayudando a todo aquel que ha sido enviado por Dios como su mensajero, vayamos ahora a nuestros hogares.
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