Comentario Inicial: La celebración de la Pasión del Señor consta de cuatro partes:
• En primer lugar, la Liturgia de la Palabra, que culmina con el relato de la Pasión según San Juan.
• En segundo lugar, la Oración Universal, en la cual la comunidad cristiana deposita a los pies del Señor crucificado todas las necesidades del mundo.
• En tercer lugar, la solemne adoración de la Santa Cruz, momento cumbre de la acción litúrgica de este día.
• Y, en cuarto lugar, la Sagrada Comunión, en la que recibimos el Cuerpo de Cristo. Que el silencio, signo valioso de este día, nos permita vivir esta celebración.
Comentario a la Postración: La postración rostro en tierra es el gesto más noble de humildad que una persona puede hacer ante Dios. Este día lo hace el ministro que preside la celebración. En silencio, unámonos con fe a este momento.
Comentario a Liturgia de la Palabra: Las lecturas de este día nos presentan el valor redentor del sacrificio del Siervo de Dios, Jesús, que cumple la voluntad del Padre, vence el pecado del mundo y nos reconcilia definitivamente con Dios. Escuchemos con atención.
Comentario a la Lectura de la Pasión: Ahora será proclamada la Pasión del Señor por tres lectores: el Sacerdote hará las veces de Jesús, otro lector será el cronista, y el otro hará las demás intervenciones del relato. Escuchemos.
Comentario a la Oración Universal: Así como Cristo oró por todos en la Cruz, nosotros, siguiendo su ejemplo, oramos ahora por las necesidades e intenciones de la Iglesia y del mundo entero.
Comentario a la Adoración de la Cruz: En este momento, nos acercamos a la Cruz, lugar donde Cristo Jesús se ha manifestado a la humanidad y a toda la creación como Salvador y Redentor. Unámonos a este momento, reconociendo en la total entrega de Jesús en la Cruz su sacrificio de amor, que debe fortalecer nuestra esperanza en que allí, muerto el que es la Vida, vence el poder del mal, del pecado, e incluso, de la misma muerte.
Comentario Final: En el silencio con el que inició la celebración, nosotros, en comunión con la Iglesia, proseguimos nuestra amorosa espera, contemplándole a Él, que por nosotros murió, que derramó su sangre para establecer una Nueva Alianza con Dios, que va hasta la eternidad. Contemplamos igualmente a la Madre, la Virgen María, quien, afligida y dolorosa, nos recibe como a hijos, en la expectación de la manifestación gloriosa de la Resurrección de su Hijo.
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