Dos de tus amigos van de camino,
serios, preocupados,
quizá, dando vueltas, cada uno
en su cabeza, a lo suyo.
De vez en cuando comentan
sus nostalgias… hablan de Ti,
del hueco que les has dejado,
de que te echan en falta.
Tú, de pronto, caminas a su lado,
y te metes en la conversación
y les resultas extraño, porque les hablas
de los profetas.
¡Cuántas veces andamos así, Señor,
por la vida!
Preocupados, incluso buscándote,
pero sin encontrarte.
Haz que nuestras conversaciones
sean más profundas,
que no gastemos tanta energía en tener
razón sino en llegar a acuerdos
y, sobre todo, que sepamos mirar al otro
a los ojos y verte,
que Tú estás siempre en el hermano…
en el que camina la vida a nuestro lado.
Nos gustan las grandes disertaciones más
que los encuentros.
Compartimos trabajo, comidas, viajes
y no nos contamos qué nos pasa.
Estamos cerca, muy cerca, juntos todo el día,
pero no hablamos de nosotros
desde el hondón del alma.
Enséñanos a partir y compartir la vida,
de verdad, no sólo la juerga, el aperitivo
y la última noticia, no, Señor;
de las que ayudan a ser y a vivir,
de las que se parecen a las tuyas,
que al marcharte notaban tu vacío
y se sentían envueltos en Dios.
Quédate con nosotros, para que seamos
tu presencia en nuestro mundo.
Mari Patxi Ayerra
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