CANTO INICIAL.
No adoréis a nadie, a nadie, más que a Él. No adoréis a nadie, a nadie, más que a Él. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más que a Él.
Porque sólo el nos puede sostener. Porque sólo el nos puede sostener. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más. No adoréis a nadie, a nadie más que a Él.
ESTACION
Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del altar. (Intercalado con el Padre nuestro)
INTRODUCCÍON
Queremos estar una hora con Jesús. No tengamos prisas. Junto a Jesús el tiempo tiene sabor de eternidad. Son muchas las cosas que tenemos que repasar, recordar y agradecer.
Sobre todo, las cosas que tenemos que escuchar. Necesitamos tiempo aunque sólo sea para “estar” en silencio, pero sintiendo tu presencia.
Aunque es de noche, esta hora puede ser una hora de luz. Que Jesús nos ilumine, porque él es nuestro sol, y su palabra es nuestra luz. Esta tarde hemos escuchado palabras divinas. Vamos a guardarlas en el corazón.
Aunque haga frío esta es una hora cálida de amor, prolongación del amor inmenso que hemos celebrado esta tarde. Ábrete a ese fuego misterioso, que no se apaga, sino que crece y nunca muere.
Canto:
Quédate junto a nosotros que la tarde está cayendo, pues sin ti a nuestro lado nada hay justo, nada hay bueno.
Caminamos solos por nuestro camino, cuando vemos a la vera un peregrino, nuestros ojos, ciegos de tanto penar, se nos llenan de vida, se nos llenan de paz.
Buen amigo, quédate a nuestro lado, pues el día, ya sin luces se ha quedado; con nosotros quédate para cenar y comparte mi mesa y comparte mi pan.
Tus palabras fueron la luz de mi espera, y nos diste una fe más verdadera; al sentarnos junto a ti para cenar, conocimos quién eras al partirnos el pan.
COMENTARIO AL SALMO 120
Dios no es el lejano o alguien que se desentiende de nosotros, como si no le interesáramos. Todo lo contrario: es el gran presente, en Él vivimos, nos movemos y existimos. Nos cuida como a las niñas de sus ojos.
Lo proclamamos en el salmo 120.
“El auxilio me viene del Señor… Te guarda a su sombra… está a tu derecha…”
Podemos decir que es el salmo de la confianza, de la seguridad, de la cercanía. No vamos solos por la vida.
Desde su amor se relaciona siempre con nosotros como un padre con sus hijos, y siempre desde ese amor que no conoce distancias ni lejanías, que comprende, disculpa y se entrega sin condiciones y siempre.
(Breve silencio)
“No permitirá que resbale tu pie”
Mi pie es una pieza pequeña. Está allá, al final, en una extremidad de mi cuerpo. Y, no obstante, Tú lo cuidas y lo proteges, y no dejas que tropiece contra el mal.
Gracias, Señor, porque te preocupas de lo pequeño, lo humilde, lo sencillo, lo que no cuenta. A veces me siento tan pobre y limitado que llego a pensar que ya nada te importo. Y, sin embargo, hoy oigo que me dices: de ti me interesa todo: desde el pelo de tus cabellos hasta el dedo meñique de tu pie. Haz, Señor, que todo mi ser tienda hacia ti y que mis pasos no conozcan las demoras, los atascos ni los resbalones.
(Breve silencio)
“El Señor guarda tus entradas y salidas”
En este mundo todo está marcado por las entradas y salidas: entramos y salimos de casa, entramos y salimos del mercado, entramos y salimos de la Iglesia, entramos y salimos del trabajo.
A veces entramos en el camino de la paz y salimos de él; entramos en el camino de la alegría y salimos de él; un día entramos, por el nacimiento en esta vida, y otro día saldremos de esta vida por la muerte.
Señor, me llena de alegría el saber que estas idas y venidas, estas subidas y bajadas, estas entradas y salidas están guardadas por Ti. Nada pasa sin que Tú lo veas; nada ocurre sin que Tú lo sepas; nada acontece sin pasar por tus manos.
Canto
Levanto mis ojos a los montes: ¿de dónde me vendrá el auxilio? El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra. El auxilio me viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra.
No permitirá que resbale tu pié, tu guardián no duerme; no duerme ni reposa el guardián de Israel.
El Señor te guarda a su sombra, el Señor está a tu derecha; de día el sol no te hará daño, ni la luna de noche.
El Señor te guarda de todo mal, el Señor guarda tu alma; él guarda tus entradas y salidas, ahora y por siempre.
Oración. (Todos)
Señor, como un niño en brazos de su madre, así me quiero yo sentir ante Ti; amado, confiado, seguro. Tus brazos de Padre me dan seguridad y calor. Gracias, Padre, por tu presencia. La oración me hace sentir de nuevo tu cercanía. Gracias, Padre, por tu presencia. Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
EVANGELIO
Lectura del Santo Evangelio según San Juan. 6. 22-35
En aquel tiempo, al día siguiente de la multiplicación de los panes, la gente que se había quedado al otro lado del mar notó que allí no había habido más que una barca y que Jesús no había embarcado con sus discípulos, sino que sus discípulos se habían marchado solos. Entretanto, unas barcas de Tiberíades llegaron cerca del sitio donde habían comido el pan después que el Señor había dado gracias.
Cuando la gente vio que ni Jesús ni sus discípulos estaban allí, se embarcaron y fueron a Cafarnaún en busca de Jesús.
Al encontrarlo en la otra orilla del lago, le preguntaron: «Maestro, ¿cuándo has venido aquí?».
Jesús les contestó:
«En verdad, en verdad os digo: me buscáis no porque habéis visto signos, sino porque comisteis pan hasta saciaros. Trabajad no por el alimento que perece, sino por el alimento que perdura para la vida eterna, el que os dará el Hijo del hombre; pues a este lo ha sellado el Padre, Dios».
Ellos le preguntaron: «Y ¿qué tenemos que hacer para realizar las obras de Dios?».
Respondió Jesús: «La obra de Dios es esta: que creáis en el que él ha enviado».
Le replicaron: «¿Y qué signo haces tú, para que veamos y creamos en ti?
¿Cuál es tu obra? Nuestros padres comieron el maná en el desierto, como está escrito: "Pan del cielo les dio a comer"».
Jesús les replicó: «En verdad, en verdad os digo: no fue Moisés quien os dio pan del cielo, sino que es mi Padre el que os da el verdadero pan del cielo. Porque el pan de Dios es el que baja del cielo y da vida al mundo».
Entonces le dijeron: «Señor, danos siempre de este pan».
Jesús les contestó: «Yo soy el pan de vida. El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed jamás.
PALABRA DEL SEÑOR
REFLEXIÓN
(Reconocer de la firma de Dios)
Nosotros enseguida ponemos firma a lo que hacemos. En cambio parece que Dios no firma nada. Lo hace todo y lo deja sin firma. Es más, prefiere que figure la nuestra.
Es Dios quien les regala el pan en el desierto, pero lo hace a través de Moisés. Ellos ven la mano de Moisés, pero no ven la mano de Dios. Es la historia de Dios cada día con nosotros.
Nos regala el don de la vida y creemos que somos nosotros los que nos la damos.
Nos regala el sol cada mañana, y nosotros creemos que el sol nos viene de Oriente.
Nos regala el trigo de nuestros campos, y nosotros creemos que es sólo obra nuestra, de nuestra tierra y de nuestros abonos.
Nos regala el pan de cada día, y nosotros creemos que son los panaderos, por más que nos cobren.
Nos regala el agua que bebemos cada día, pero es la empresa del agua la que nos pasa el recibo a fin de mes.
Nos cuesta descubrir la mano de Dios en cada acontecimiento.
Nos cuesta descubrir la gratuidad de Dios en tanto amor que nos tiene.
(Breve silencio)
Canto
Era una tarde noche de intimidades y amor profundo, cuando quebraste Tú el frasco del corazón, y una fragancia de vida empezó a extenderse por todo el mundo. Era la víspera misma de su Pasión. Tarde de amor, tarde de Jueves Santo Dios nos amó tanto que se hizo pan, para saciar, con esta comida a los que de vida hambrientos van. Oh, Jesús mi Dios, tu pan y vino, manjar divino, quiero comer. Ven, y lléname. Tu compañía mi alma ansía. ¡Ven a mi ser!
Mientras cenaban hablando de amor divino y amor fraterno, entre sus manos divinas el pan tomó. Unas palabras de vida Jesús pronuncia sobre el pan tierno. Y aquel pan en su carne se convirtió. Tomad, comed, porque esto es mi cuerpo, es vuestro alimento, nuevo maná. Tomad, bebed, porque esta es mi sangre que al mundo mañana redimirá. ¡Ved, como ama Dios! ¡Qué gran derroche en esta noche de su Pasión! Dios, sólo es amor y en esta tarde ved cómo arde su corazón.
Habiendo amado a los suyos, Jesús los quiso hasta el extremo, hasta sentir la locura de tanto amar. No existe más grande, amor más puro, amor supremo, como por el amigo la vida dar. Amaos así, los unos a los otros, como yo os he amado y esa será, la gran señal por la que los hombres a mis seguidores conocerán. Esta es la señal de aquel que quiera ser en la tierra mi servidor. Y, allá al final cuando os llamen el gran examen será de amor.
(Yo soy el pan de vida)
Una cosa es dar y compartir el pan.
Una cosa es dar de nuestro pan y otra muy diferente es “hacerse uno mismo pan”. Eso es lo que hizo Jesús. No sólo multiplicó los panes sino que él mismo quiso hacerse pan. Es el primer anuncio de la Eucaristía.
Nos cuesta dar el pan que nos sobra ¿Qué pasaría si diésemos el pan que nosotros mismos necesitamos? ¿Qué pasaría si nosotros mismos nos hiciésemos pan y los demás nos comieran?.
Pues eso es lo que hizo Jesús. Hacerse él mismo pan, darse él mismo para que otros coman de ese pan.
¿Qué hacemos en la Eucaristía? El pan “fruto del trabajo de los hombres” se transforma en el Cuerpo de Cristo, que luego se nos da en comunión. Es el pan que todos comemos.
Es el Dios regalándose cada día. El misterio de la donación sin ruido; el misterio de la comunión de Dios sin ruido.
Hace más ruido una bofetada que una caricia.
Hace más ruido un arma de fuego que un abrazo de paz.
Hace más ruido el odio y el insulto que el perdón del corazón.
Hace más ruido el egoísmo que el amor.
Canto
Yo soy el pan de vida, el que viene a mí no tendrá hambre, el que cree en mí no tendrá sed. Nadie viene a mí, si mi Padre no le atrae.
Yo le resucitaré, yo le resucitaré, yo le resucitaré, en el día final. Yo le resucitaré, yo le resucitaré, yo le resucitaré, en el día final.
El pan que yo daré es mi cuerpo, vida para el mundo. El que siempre coma de mi carne, vivirá en mí, como yo vivo en mi Padre.
Yo soy esa bebida que se prueba y no se siente sed. El que siempre beba de mi sangre, vivirá en mí y tendrá la vida eterna.
Sí, mi Señor, yo creo que has venido al mundo a redimirnos. Que tú eres el Hijo de Dios y que estás aquí alentando nuestras vidas.
PLEGARIA
Sacerdote:
En el día del amor fraterno nos abrimos a las necesidades de todos los hombres, pidiendo que la felicidad de Dios llegue a todos los rincones de la tierra.
Invocamos al Espíritu para que descienda sobre nosotros y nos transforme en instrumentos de su amor.
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas comprensivas, que nunca nos juzgan y nos aceptan tal como somos, porque nos enseñan la manera más verdadera de amar y nos hacen sentirnos queridos por Dios. Oremos...
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas generosas, las que creen que lo que tienen no es para retenerlo, sino para compartirlo con los que no lo tienen, porque nos enseñan la gran lección de que es más dichoso dar que recibir y compartir que retener. Oremos...
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas con esperanza, que tienen una visión más certera de las cosas de la vida y de la muerte que las personas amargadas, porque animan nuestras horas y dan a nuestra vida una dimensión más profunda y a nuestra muerte su mayor verdad. Oremos…
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas solidarias, las que tienen la lucidez de descubrir quién se encuentra sólo y se acercan siempre, porque están dando la limosna más necesaria y más confortadora que podemos dar a los necesitados. Oremos…
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas humildes, capaces de vivir en la verdad, y que jamás utilizan a los demás para medrar o parecer importantes, porque nos enseñan con sus vidas los caminos más verdaderos de la paz. Oremos…
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas pacientes, que saben que el amor, muchas veces, pasa por el sufrimiento, que nos enseñan a dar sentido al sufrimiento, a mirar a los que más sufren y a relativizar nuestros propios sufrimientos, a intentar eliminar los sufrimientos y a no protestar o lamentarnos estérilmente. Oremos...
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
* Dichosas las personas que viven como Jesús vivió: amando a todos y anunciando únicamente el mensaje de salvación, porque nos hacen asequible vivir el cristianismo en su compañía y nos enseñan a vivir en el agradecimiento de quien se sabe salvado y tiene alguien por quien vivir. Oremos...
Canto: Señor, escúchanos, Señor, óyenos.
Sacerdote:
Señor, te damos gracias cada día por tu vida, por tu mensaje, por tu Evangelio y por las personas que, al vivir conforme a tus bienaventuranzas, nos ayudan a comprenderlas. Ayúdanos a que en nuestro entorno, familia, parroquia y pueblo o ciudad, empecemos a vivir como Tú soñaste que deberíamos vivir.
Por Jesucristo, nuestro Señor.
Todos: Amén.
PRECES DE ACCIÓN DE GRACIAS
Sacerdote: Por el misterio pascual de tu muerte y tu resurrección.
Todos: Te damos gracias, Señor
Por el pan y el vino de la Eucaristía.
Te damos gracias, Señor.
Por haberte quedado con nosotros.
Te damos gracias, Señor.
Por este tiempo de adoración.
Te damos gracias, Señor.
Por habernos enseñado a vencer la tentación.
Te damos gracias, Señor.
Por tu paciencia, perdón y comprensión.
Te damos gracias, Señor.
Por tus enseñanzas de paz y no violencia.
Te damos gracias, Señor.
Por aceptar nuestra ayuda y consuelo.
Te damos gracias, Señor
Por querernos como amigos para siempre.
Te damos gracias, Señor.
Canto:
Cantemos al amor de los amores, cantemos al Señor, Dios está aquí, venid adoradores adoremos, a Cristo redentor. Gloria a Cristo Jesús, cielos y tierra, bendecid al Señor. Honor y gloria a Tí, Rey de la gloria, amor por siempre a Tí, Dios del amor.
ORACIÓN FINAL
(Todos)
Gracias, Jesús, por tus palabras; son testamento y herencia.
Te hiciste silencio, te hiciste grito, te hiciste perdón y regalo.
Eres palabra-misericordia, palabra-paz, palabra-dolor, palabra-amor crucificado.
Háblame, Jesús-Palabra,
purifícame con tu palabra,
consuélame con tu palabra,
enamórame con tu palabra,
Conviérteme en eco vivo de tu palabra, sostenido con la fuerza de tu Espíritu.
Sacerdote:
Rezamos todos ahora, la oración que el mismo Jesús nos enseñó:
Padre nuestro...
Canto
Cerca de Ti, Señor, yo quiero estar; tu grande eterno amor quiero gozar. Llena mi pobre ser, limpia mi corazón, hazme tu rostro ver, en la aflicción.
Mi pobre corazón inquieto está, por esta vida voy buscando paz. Más sólo tú, Señor, la paz me puedes dar; cerca de Ti, Señor, yo quiero estar.
Pasos inciertos doy, el sol se va, más si contigo estoy, no temo ya. Himnos de gratitud, alegre cantaré y fiel a Ti, Señor, siempre seré.
Día feliz veré, creyendo en Ti, en que yo habitaré, cerca de Ti. Mi voz alabará, tu santo nombre allí y mi alma gozará, cerca de Ti.
Más cerca, oh Dios de Ti; más cerca sí, cuando la cruz, Señor, me lleve a Ti. Si tiende al sol la flor, si el agua busca el mar, a Ti, mi sólo bien, he de buscar.
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