Por José María Martín OSA
1.- Se actualiza la Pasión de Cristo. Evangelio para la Misa del Domingo de Ramos es la lectura de la Pasión de Jesucristo. La lectura comienza con la traición de Judas, pasa entonces a la Santa Cena, a Getsemaní, a la condena por los judíos y por Pilato, las varias torturas y humillaciones del Señor, la Crucifixión, y el entierro. Conocemos la historia bien y la vamos a conocer otra vez con emoción en la Eucaristía cuando vivimos otra vez esos momentos en cuales se encuentra el punto crítico de la historia del mundo. Tenemos qué preguntarnos, ¿con qué personaje me identifico? Tal vez con Judas el traidor, o con Pedro el cobarde, con Juan el discípulo fiel, con el buen ladrón, con las santas mujeres…. Hoy día Jesús sigue muriendo por nosotros y muchos “Cristos” en el mundo siguen sufriendo “su pasión”.
2.- Jesús es el siervo sufriente. La lectura de Isaías tiene tres partes. Primero el profeta dice que Dios lo ha escogido, lo ha informado, y lo ha impulsado para proclamar la palabra de Dios. Segundo, el profeta no echa para atrás. Ofrece la espalda a golpes, recibe los insultos por ser profeta de Dios. Finalmente, el profeta persiste en mostrar coraje: su rostro fue como roca. Eso es lo mismo que vemos en la Pasión: Jesús no echó para atrás. Sabía que su ministerio y su predicación acababa en estas torturas y humillaciones, en esta muerte tan cruel y fea. Obedeció al Padre. Proclamó la verdad del Padre. Cumplió su misión por el Padre. Nosotros no lo podíamos hacer. No lo tenemos que hacer porque Jesús lo hizo por nosotros. Sí, nosotros también tenemos que obedecer, endurecer la cara como roca, hasta recibir insultos y golpes, pero no es nada comparable con la Pasión de Cristo porque Cristo era Dios mismo.
3.- Jesús se entregó libremente por nosotros. En filipenses, San Pablo, en uno de los pasajes más maravillosos de la Biblia entera, describe en un himno lírico como Jesús abandonó sus prerrogativas divinas para tomar la condición de siervo, para humillarse, para morir en una cruz. Nosotros no somos divinos, nosotros mismos nos humillamos en muchas cosas antes que otros nos humillan, para nosotros la muerte es inevitable. Pero no fue así con Cristo. El Hijo se hizo humano y escogió ser humillado y morir. Para nosotros, al contrario, la humillación y la muerte son parte de nuestra condición desde nuestro nacimiento. Jesús hizo lo que nosotros nunca pudiéramos hacer.
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