1.- QUE NADA NOS APARTE DEL SEGUIMIENTO DE CRISTO
Por José María Martín OSA
1.- El pecado es una ruptura con Dios, con los otros y con nosotros mismos. Comenzamos la Cuaresma con una mirada al viejo Adán, es decir, al padre de todos los hombres, o mejor, al hombre. Esta página del Génesis es un estudio antropológico y teológico: ¿Qué es el hombre? ¿Por qué sufre el hombre? ¿Cuál es el origen del mal y del pecado? Las respuestas son profundas y hermosas, llenas de simbolismos, que son ya universales:
-El hombre es una criatura salida de las manos de Dios, que le “moldeó” de “arcilla y aliento”, pero hecho, desde luego, a su imagen y semejanza. Lo de menos es que naciera directamente de las manos de Dios o indirectamente, por vía evolutiva. Lo importante es que viene de Dios y que se parece a Dios.
-En cuanto al barro y el espíritu, son los dos componentes que explican todas las tensiones y todo el dramatismo de la naturaleza humana.
-El pecado y el mal no vienen de Dios. La raíz está en el mismo hombre, su débil libertad, y en otras fuerzas malignas envolventes y concurrentes que se ocultan bajo el símbolo de la serpiente.
-La manzana o el poder de seducción que hay en el hombre y en las cosas. El pecado no es "un error gastronómico", sino el querer ser como Dios, el querer vivir como Dios, el querer vivir sin Dios; la autosuficiencia total: negarse a servir, negarse a morir, negarse a amar.
-Las consecuencias del pecado o el vacío profundo, la insatisfacción, el desorden interior y la ruptura del equilibrio en todas las relaciones: con Dios con los otros, con la naturaleza, consigo mismo.
2.- "Misericordia, Señor, hemos pecado". No podemos obviar la realidad del pecado. Tenemos que hacer nuestra la súplica del salmo: "Misericordia, Señor, hemos pecado". Sólo el reconocimiento de nuestro pecado nos pone en disposición para captar la generosidad del perdón de Dios. Es el don gratuito de la amnistía que Dios nos regala a raudales. El pecado es dejarse llevar por la sinrazón. Es el engaño que nos seduce como aparece en el relato del Génesis. Sólo cuando se nos abren los ojos nos damos cuenta de que nos hemos equivocado. Porque el pecado es una traición al amor de Dios, es no ser fiel a nuestro compromiso bautismal, es alejarnos de Aquél que es nuestra vida. Por eso debemos pedir al Señor un corazón puro, renovado, transformado.
3.- La prueba nos hace más fuertes. Jesús se retiró al desierto para orar y prepararse para su misión. La experiencia del desierto nos muestra la evidencia de la fragilidad de nuestra vida de fe. El desierto es carencia y prueba, nos muestra la realidad de nuestra pobreza. Por eso tenemos miedo a entrar en nuestro interior, sentimos pavor ante el silencio. Surge la tentación, la prueba.....Sin embargo, el exponerse a una prueba es lo que hace progresar al deportista o al estudiante.
* Las tentaciones de Jesús en el desierto son las nuestras:
-- El hambre, que simboliza todas las "reivindicaciones" del cuerpo.
-- La necesidad de seguridad, aunque sea al precio de perjudicar al prójimo.
-- La sed de poder, el temible instinto de dominación.
¿Por qué fue tentado Jesús? San Agustín nos dice que permitió ser tentado para ayudarnos a resistir al tentador: “El rey de los mártires nos presenta ejemplos de cómo hemos de combatir y de cómo ayuda misericordiosamente a los combatientes. Si el mundo te promete placer carnal, respóndele que más deleitable es Dios. Si te promete honores y dignidades temporales, respóndele que el reino de Dios es más excelso que todo. Si te promete curiosidades superfluas y condenables, respóndele que sólo la verdad de Dios no se equivoca. En todos los halagos del mundo aparecen estas tres cosas: o el placer, o la curiosidad, o la soberbia". La diferencia entre Jesús y nosotros es que el triunfó donde nosotros sucumbimos muchas veces. Por eso, debemos apoyarnos en El para hacer esta escalada cuaresmal, para llegar a la meta transformados y venciendo toda tentación que nos aparte del seguimiento de Jesucristo.
2.- LA LUCHA CONTRA LAS TENTACIONES NOS PURIFICA Y NOS FORTALECE
Por Gabriel González del Estal
1.- Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Jesús, que es nuestro modelo, y que fue en todo semejante a nosotros, menos en el pecado, también sufrió tentaciones. Jesús venció todas las tentaciones y, después de vencerlas, se acercaron a él los ángeles y le servían. Pues bien, también nosotros, todos los mortales, sufrimos tentaciones y, si las vencemos, saldremos purificados y más fuertes en el espíritu. Es importantísimo vencer las primeras tentaciones, porque si nos dejamos vences por ellas tendremos más dificultades para vencer las siguientes. Si el drogadicto no hubiera tomado la primera droga no hubiera llegado nunca a ser drogadicto, y si el ladrón, o el mentiroso, o el corrupto, o el criminal, hubieran sabido resistir y vencer las primeras tentaciones, no hubieran llegado nunca a ser lo que fueron. Esto es algo que nos parece obvio y evidente. Por eso, en la educación, y en nuestra propia vida por interés propio, debemos tener un cuidado inmenso en no caer en las primeras tentaciones que tengamos. Vencer las primeras tentaciones, como hemos dicho, nos purifica y nos hace más fuertes ante la tentación. En este primer domingo de cuaresma es bueno que hagamos el propósito firme de luchar contra las tentaciones que tengamos. Todos: niños, jóvenes, mayores y viejos. Es la mejor forma de imitar a nuestro modelo, Jesús, y de conseguir que, al final de la cuaresma, el ángel de la Pascua se acerque a nosotros y nos sirva
2.- El tentador se le acercó y le dijo: si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en pan. Jesús contestó, diciendo: está escrito, no sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios. Es la ambición de bienes materiales, de dinero, riquezas, etc. Es cierto que necesitamos dinero para vivir en este mundo capitalista en el que vivimos, pero no es menos cierto que la ambición desmesurada de dinero por parte de unos es lo que ha producido esta terrible desigualdad económica en la que vivimos. Mientras a unos pocos les sobra, otros muchos pasan hambre. Debemos anteponer los valores del espíritu a los valores del cuerpo, la justicia social a la ambición desmedida de dinero, la sobriedad en el vivir a la consecución de bienes superfluos. No se puede vivir sin pan, pero no debemos vivir excesivamente preocupados por conseguir el pan que no necesitamos. Si somos discípulos de Jesús, intentemos vivir según el espíritu de Jesús, sin anteponer los bienes materiales a los bienes del espíritu.
3.- Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: encargará a los ángeles que cuiden de ti y te sostendrán en sus manos para que tu pie no tropiece con las piedras. Es la tentación de la vanidad, de la presunción, de la arrogancia, del envanecimiento. Examinémonos con sinceridad: todos o casi todos somos algo vanidosos. Queremos sobresalir, que los demás reconozcan nuestros méritos, que nos alaben. Seamos humildes no sólo ante Dios, sino también ante los hermanos, pensemos que hemos nacido para servir, para ayudar, no para sobresalir y para que los demás nos sirvan. Confiemos en Dios, pero no tentemos a Dios, que Dios es nuestro Padre y quiere que nos portemos como auténticos hijos suyos, humildes y generosos.
4.- Todo esto te daré si te postras y me adoras – Vete, Satanás, porque está escrito: al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Es la tentación del afán de poder, de dominio sobre los demás. Un vicio que se hace fácilmente visible en los que tienen, o desean tener, cargos públicos. “No adoréis a nadie, a nadie más que a él”, nos dice la canción religiosa. Claro que a todos puede gustarnos sobresalir ante los demás, al menos en determinadas ocasiones, pero no olvidemos que el afán desmedido de poder ha sido el origen de muchas dictaduras, de la corrupción y de muchos crímenes políticos y sociales. Sólo a Dios debemos adorar, sólo a él darle culto. Ni debemos adorar a nadie, ni debemos querer que nadie nos adore. Si tenemos poder, ejerzámoslo con humildad y con auténtico espíritu de servicio. Mandar es servir.
5.- Misericordia, Señor, hemos pecado. Que salmo tan maravilloso este salmo 50, para comenzar bien la cuaresma. Pidamos a Dios que su Espíritu nos renueve por dentro con espíritu firme, que cree en nosotros un corazón puro, que limpie del todo nuestro pecado y que borre en nosotros toda culpa. En este primer domingo de cuaresma recemos con fervor este salmo, para que el Señor tenga misericordia de nosotros y nos bendiga.
3.- EL ENEMIGO QUE NO DESCANSA
Por Antonio García-Moreno
1.- DE BARRO.- Allá en los principios, cuando la tierra acababa de estrenarse, hundida aún en el silencio y en la soledad, sin nadie capaz de transformarla, de contemplarla y de cantarla. Entonces Dios creó al hombre. El libro sagrado nos relata con palabras sencillas, cargadas de poesía y de simbolismo, lo que ocurrió en aquellos instantes decisivos para la Historia.
Dios, como alfarero que hunde sus dedos en el barro blando y rojizo. Como escultor que modela con mimo los perfiles de esa figura hecha a su imagen y semejanza, al hombre. Infundiéndole el soplo de su Espíritu, animando aquel cuerpo muerto, dándole vida, haciéndolo partícipe de su propio hálito vital.
Misterio del hombre. Barro y espíritu. Extraña mezcla de tierra fangosa y de cielo limpio. Ansias de eternidad y avidez por lo sensible, hambre de grandeza y deseos de lo material y caduco. Dos fuerzas en tensión continua. Hacia arriba, muy arriba. Y hacia abajo, muy abajo... Señor, compadécete de la obra de tus manos, corta esas amarras que nos frenan en nuestro vuelo vertical y ascendente de seres racionales.
Sigue el relato con sus matices ingenuos y casi míticos, transmitiendo una verdad profunda con su ropaje de palabras sencillas al alcance de todos los hombres, también de aquellos que, con una mentalidad casi infantil, escucharon por vez primera cuanto ocurrió en el principio de la Historia. Pero a través de esas palabras se descubre entre líneas la presencia del maligno. Ese espíritu infernal, esa fuerza maléfica, ese demonio horrible que acecha y engaña con mentiras descaradas, con tentaciones que seducen y que arrastran.
Seréis como Dios. Y la mujer se lo creyó, y el hombre también. Cayeron en la trampa, quedando aprisionados en la miseria y en el dolor, en la angustia y en la muerte... Y el padre de la mentira, el diablo, sigue susurrando al oído del hombre sus palabras malditas, dulcemente envenenadas... Señor, haznos sordos a sus insinuaciones, ten compasión de tus hijos. Manda de nuevo a Miguel Arcángel para que venza a Luzbel, para que nos defienda en la lucha y nos ampare contra la perversidad y asechanzas del demonio. Reprime las fuerzas del infierno, que el Príncipe de la celestial milicia lance con el divino poder a Satanás y a los otros malignos enemigos que, para perdición de las almas, andan dispersos por el mundo.
2.- DEJARSE LLEVAR POR EL ESPÍRITU.- El Espíritu Santo conduce a Jesús hasta el desierto, para que se retire a orar y ayunar, preparándose así para la vida pública. También entonces tuvo lugar la primera refriega con el enemigo por antonomasia, con Satanás. El Señor sigue las mociones del Espíritu, esos impulsos internos que le empujan suavemente hacia la lucha y la entrega. Aunque de modo diferente, también en nuestro interior actúa el Espíritu Santo, y trata de conducirnos por caminos de santidad. La pena es que con frecuencia nos resistimos y no secundamos su acción santificadora.
Ahora que se inicia la Cuaresma es buen tiempo para rectificar y seguir las indicaciones que el Espíritu Santo, por medio de la Iglesia y sus ministros, insinúa en nuestros corazones. Emprendamos otra vez la ruta que nos conduce a la paz y a la alegría, rompamos las ataduras de nuestras pasiones y pecados. Hagamos frente con energía a la tentación que, como en el caso de Cristo, nos viene de Satanás. Ese enemigo que no descansa en su afán por perdernos. Por tanto, ahora es tiempo propicio para romper con el demonio y esforzarnos, mediante la confesión sacramental, por purificar nuestras almas.
Cristo ha vencido al diablo. Las falacias y promesas mentirosas de Satanás fueron rebatidas con prontitud y con decisión por nuestro Señor Jesucristo. Apoyados en la gracia de Dios, que no nos ha da faltar, también nosotros venceremos a nuestro más encarnizado enemigo, a Lucifer. Entonces, como Jesús, hallaremos el consuelo y la paz, la satisfacción de nuestras ansiedades y deseos.
Por otra parte, aprendamos la gran lección que Jesús nos da en este pasaje sobre la verdadera índole de su mesianismo. En las tentaciones vemos cómo lo más importante no es lo material, ni siquiera lo más perentorio, como es el satisfacer el hambre, ni lo es el ser aplaudido por la gente, o poseer el poder y la gloria humana. Lo más importante está en vivir de la Palabra de Dios, en abandonarse y confiar en Él pero sin presunción, en adorarle y amarle con toda el alma. Él es, por tanto, un Mesías abnegado que busca antes la Palabra de Dios que el pan y el alimento, un Mesías que no quiere el triunfo temporal sino el espiritual, y que nos recuerda la grave obligación de adorar y servir tan sólo a Dios.
4.- NO MANIPULEMOS A DIOS
Por Javier Leoz
1.- Estamos viviendo una hora histórica. Parece como si el hombre fuese errando por un inmenso desierto de purificación y de penitencia. ¡Nos gustan tan poco estas palabras! ¡Se escuchan tan escasamente estos mensajes en los medios de comunicación o en las propuestas de nuestros gobernantes! Hasta ahora se nos decía todo lo contrario: frente a la purificación, la corrupción; frente a la penitencia, la opulencia o la comodidad. ¡Así nos va!
Pero, Jesús, sale a nuestro encuentro. Para ser fieles a Dios, como El mismo lo fue en su lucha a brazo partido con el maligno, hemos de responder con la fe, la esperanza y la caridad.
No ambicionó Jesús pan en sus horas de hambre y si rechazó tan sabroso alimento, es porque siguiendo la voluntad de Dios quería ser pan, caridad, para el resto de la humanidad. Prefirió ser comido a comer.
No quiso postrarse el Señor ante el maligno ¿Por qué? Su fe profunda y sin fisuras hacia el Padre se lo impedía. Sabía que, si le adoraba, en ese gesto terminaba su libertad y comenzaba su definitivo cautiverio. Mirando a nuestro alrededor podemos concluir que constantemente estamos siendo llamados a postrarnos y arrodillarnos ante numerosos dioses que, luego, resultan ser látigo de nuestra salud y azote de nuestro bienestar. Hasta ayer mismo se nos decía “come, gasta, viaja, corre y consume”. Hoy, desde el mismo vértice, escuchamos lo contrario: no gastes, no viajes, no enciendas la luz, ahorra y si tienes coche…no vayas a más de 110 kilómetros por hora. Vivimos en una contradicción y confusión permanente: tentados por lo dulce y decepcionados cuando, repentinamente, todo se convierte en sabor amargo.
No quiso Jesús tampoco caer en la falsa interpretación del maligno sobre las escrituras “encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos.” Jesús actuó con responsabilidad. No se dejó llevar por el chantaje del tentador. Sabía que Dios no le iba a fallar, que su cuerpo no tropezaría con la losa….pero ¿merecía Dios ser puesto contra las cuerdas? No quiso utilizar a Dios. ¡Y cuánto nos molesta cuando nos manipulan! ¿O no? Jesús no aspiró a ningún beneficio propio por la acción extraordinaria de Dios. ¿Acaso no la hubiera preferido en la cruz y tampoco la pidió?
La vida cristiana, como la de Jesús en pleno desierto, es una llamada a la madurez y a la coherencia. Dios sigue de cerca nuestros pasos, nos cuida (aunque a veces nos parezca lo contrario) en los tortuosos caminos de la vida….pero, Dios, no puede estar constantemente pendiente de nuestras travesuras, de nuestros chantajes o de nuestra falta de compromiso.
2.- Qué bueno sería, en este primer domingo de la Santa Cuaresma, hacer una sería reflexión sobre qué tentaciones salen a nuestro encuentro y cómo respondemos a ellas. Igualmente sería muy positivo que, observando a nuestro alrededor (los aleros desde los cuales miramos, servimos o dirigimos a los demás) meditásemos si en más de una ocasión no seremos nosotros los que nos convertimos en causa de desánimo, desconcierto, desesperanza o promotores de falsas ilusiones.
La vida cristiana es una permanente lucha: entre el bien y el mal, entre la riqueza y la pobreza, entre Dios y los dioses que nos encontramos en nuestro recorrido por el mundo. Jesús los tuvo y, nosotros, constantemente los padecemos. ¿De qué lado nos ponemos?
3.- GRACIAS, SEÑOR
Sin saber cómo ni por qué,
he dicho “no” a lo que me degrada.
Me prometieron ser más feliz lejos de ti
y, veo, que son más desdichados
los que de ti apartaron.
Me señalaron que, con pan, vino y dulce
no tendría necesidad de más sustento
pero, con el tiempo, he aprendido
que, el dulce empalaga,
el vino embriaga demasiado
y el pan se endurece sobre la mesa
Sólo Tú, Señor, conservas la frescura
eres algo siempre nuevo
y, en tu Eucaristía, permanentemente tierno.
¿Cómo voy a dejarte, Señor?
Ayúdame, Jesús, a combatir el buen combate
A defender mi fe y mi esperanza
A no esconder mi rostro
cuando el enemigo me pregunte
si yo tengo algo que ver contigo
GRACIAS, SEÑOR
Conocerte ha merecido la pena
Servirte es mi lucha cada día
Y, no caer en la tentación de la debilidad,
es mi oración a Ti confiada.
Guárdame y ayúdame, Señor,
a salir victorioso de tantas dudas
que siembran en mí interior incertidumbre.
Amén
5.- LA TENTACIÓN ES PARTE DE NUESTRAS VIDAS
Por Ángel Gómez Escorial
1.- Jesús, nada más recibir el bautismo de Juan se va al desierto impulsado por el Espíritu. Y allí va a ser tentado. Pero, ¿por qué? ¿Era necesario que la tentación alcanzase a Jesús de Nazaret que era en todo igual al hombre salvo en el pecado? ¿Y si no iba a tener pecado, por qué habría de ser tentado? Y otra pregunta que los “sabios” se han hecho durante siglos: ¿es que el demonio no reconoció en Jesús al Hijo de Dios? No sé, sinceramente, si estas preguntas tienen respuesta. Ni tampoco si, a veces, merece la pena responderlas. Pero en fin… Jesús era –es— un hombre igual a nosotros. Y la tentación forma parte de nuestras vidas. Tentación habrá siempre. La cuestión es no caer en ella. No transformar un simple pensamiento un tanto dislocado en una acción grave, en un pecado.
2.- Es oportuno repetir, textualmente, lo que nos ha dicho Mateo hace un momento: “En aquel tiempo Jesús fue llevado al desierto para ser tentado por el diablo”. Y la mejor explicación a este hecho es que en nada de diferenciaba de cualquier otro hombre y mujer de ese tiempo, o de cualquier tiempo: era tentado, tenía tentación. Ante eso, hay que aclarar un hecho sencillo, pero no siempre entendido bien. La tentación no es pecado. Ser tentado no es pecar. Aunque, a veces, somos nosotros mismos los que alargamos las tentaciones por no tener una respuesta clara e inmediata a las mismas. Algunos confunden las tentaciones con los deseos propios de los instintos, prescindiendo del Tentador, del demonio. Y, sin embargo, existen proposiciones de hacer o no hacer, o dedicarse o no dedicarse a algo, basadas en un engaño manifiesto, pero bien urdido. El demonio es el padre de la mentira. Y tentación sin engaño, sin mentira, sin fabulación no es tal. Intenta, sobre todo, engañar. No dar algo a cambio. Sólo engañar. Pero no se trata de hacer aquí un tratado antropológico, con atisbos de ciencia psiquiátrica, sobre deseos y tentaciones. Porque la realidad es que, todos, absolutamente todos, terminamos sabiendo que estamos ante engaños bien trazados, ante tentaciones que llegan de fuera.
3.- Las tentaciones planteadas por el demonio a Jesús contienen, sobre todo, no la búsqueda de un pecado, de una transgresión, sino, simplemente, apartarle del camino trazado. Busca el tentador que Jesús, dominado por presuntas dudas, quiera confirmar aquello sobre lo que no estaría seguro. Como, por ejemplo, ser Hijo de Dios. Y de ahí es donde surgen algunas versiones en las que se habla de que Tentador no sabía, con exactitud, a quien se enfrentaba. Pudiera ser. Pero hemos de entender que los evangelios tienen siempre un afán didáctico, catequético, y buscan menos la expresión de un hecho de índole científica, o, incluso, de alta teología.
4.- Lo que queda claro es que, desde el episodio del desierto, el diablo se iba a oponer a la misión de Jesús. El negro momento del Huerto de los Olivos lo demuestra. Y nosotros, hoy, del evangelio de Mateo hemos de sacar la enseñanza de que el demonio nos va a tentar con lo que es más importante para nosotros, aquello que supone nuestra vida, nuestra misión. Y dependiendo de la fuerza de que esa verdad, o esa misión, tenga en nuestro interior saldremos triunfantes o no. Hay una receta espiritual muy antigua es saber que nunca Dios permitirá que una tentación supere nuestras fuerzas y que la mayoría de las veces sucumbimos a tentación porque, está en el fondo, nos agrada. Hacemos posible en nuestro interior lo que se nos propone.
5.- Tener las ideas claras y el espíritu entrenado es algo muy necesario. Las ideas claras sobre cuál es nuestra misión y el espíritu entrenado para no sucumbir a cualquier engaño en el que se nos promete algo sublime, pero que no tiene el menor sentido. Es verdad que también el cuerpo debe estar entrenado, sin debilidades propiamente internas o provocadas por otros hechos. Mucha gente dice –y repite— que las mayores “tonterías” de su vida las ha cometido, por ejemplo, por influjo del alcohol, tras haber bebido en exceso. Cuando en cuaresma se nos pide austeridad es una receta ascética, es un sistema para estar siempre más seguro de uno mismo. El ayuno, por ejemplo, ha sido preconizado por todas las culturas como medio de purificación y como una buena herramienta para discurrir mejor sobre nuestro interior.
6.- En el Antiguo Testamento se habla del ayuno como camino de perfección. En los tiempos de Jesús, en Israel, internarse en la soledad del desierto era una práctica asumida por algunos judíos con gran sentido espiritual. Dicen que los miembros de las comunidades de Qumrán, los esenios, preconizaban esa vida en soledad para acercarse lo más a posible a Dios. Jesús, por tanto, asumiría un camino de reflexión y perfección para mejor prepararse a la misión que le esperaba: la predicación del Reino de Dios. Luego la práctica de irse al desierto tiene una bella y emocionante tradición en el cristianismo de los eremitas, de los monjes… El camino de Antonio impresiono a Agustín de Hipona que construyó su comunidad de fieles con el espíritu del desierto.
7.- Y en este primer domingo de Cuaresma pues deseo ofreceros una reflexión que ya he hecho en otras ocasiones. No podemos dejar pasar esta Cuaresma, sin que sea “la definitiva”. Sin que arroje una “ganancia” clara en nuestra conversión en otras palabras: que no perdamos el tiempo y que nos dejemos ganar por los mensajes que la liturgia y las devociones de estos días nos muestran. Es cierto que siempre nos estaremos convirtiendo, pero no es malo pensar que esta Cuaresma puede ser la más “rentable” de nuestras vidas. Tengamos los ojos del alma muy abiertos para asistir con fe, esperanza y amor lo que nos enseña este tiempo de preparación. En la lontananza los “días grandes” de la Muerte y Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo. Son los grandes misterios de nuestra fe que, así, contemplados con, hoy, con una cierta lejanía nos producen el vértigo de algo muy notable, muy duro, muy hermoso…
LA HOMILÍA MÁS JOVEN
EL ORGULLO DE UNOS, EL CORAJE DE OTRO
Por Pedrojosé Ynaraja
1.- Lo primero que os aconsejo, mis queridos jóvenes lectores, es que desde vuestra madurez, madurez juvenil, leáis el texto del Génesis gozando de su gran candor. La escena del Paraíso ha inspirado a muchos artistas desde antiguo, de manera que cuando uno contempla pórticos románicos o góticos y los capiteles historiados de las catedrales de la vieja Europa, puede con seguridad buscar y encontrar, la consiguiente interpretación plástica de este pasaje bíblico. Tiene el encanto de un poema de Tagore o la fina ironía de un relato de Chesterton.
2.- Entusiasmados del relato, debéis pasar a preguntaros seriamente ¿qué lugar ocupo yo? ¿Quién de los personajes soy yo? ¿a cuál de los tres soy semejante? Dejarse llevar por orgullo frívolo, es la postura de ella. Irresponsablemente aceptar lo que se presenta como emprendedora actitud, sin atenerse a deberes, olvidándose de lo que comporta y exige el ser amado, es la del otro. Meten ambos la pata, pretendiendo sacar buena tajada. Y lo ensucian todo. ¿no es esta nuestra manera de actuar en muchas ocasiones?
3.- ¡Cuánto mal introducimos en nuestra historia personal, con nuestro ambicioso orgullo! ¡cuánto daño hacemos a quienes comparten nuestras vidas! Hay que ser prudentes y no precipitarse. Hay que tener una escala de valores y dar a cada decisión, a cada proposición atractiva, a cada gesto, la importancia que tienen y las consecuencias que se seguirán, de la decisión que tomemos. Si la primera mirada era encantadora, esta segunda visión es magnífica enseñanza práctica, para nuestro aprendizaje espiritual.
(permitidme que, a modo de chusca anécdota, os explique que lo de cubrirse “sus vergüenzas”, que diría aquel, con hojas de higuera, es debido a que las tales son la mayores que crecen por las tierras mediterráneas. Ahora bien, como por Europa central, ni los artistas, ni otras gentes, conocían el árbol, pintaron, esculpieron o tallaron, las que creyeron más semejante, hojas de parra. Es lo que, generalmente, veréis vosotros, aunque no corresponda a la imaginación del exégeta. Añado también que, al ser citado este árbol explícitamente, la tradición oriental dice que el fruto prohibido del Paraíso, era un higo. Acertada ocurrencia)
4.- Cambio de tercio. Cada jueves, cuando rezando el rosario, contemplo a Jesús que, inmediatamente después de ser bautizado por Juan, se va al desierto, siento envidia de su situación física personal. Cuando me muevo por esas tierras, desplazándome de Jerusalén hacia Jericó, como hago tantas veces, debo cruzar este pequeño desierto de Este a Oeste. Me gusta apearme del vehículo, desplazarme un poco, situándome en algún lugar desde el que no vea la carretera y solo divise arena, cerrar los ojos e imaginar al Señor entregado a la oración, a calcular como debe iniciar su nueva vida histórica. Está en silencio y soledad. Ni siquiera come. Contemplación severa y estática que, como os decía, envidio.
5.- ¡Tengo tantas cosas yo, que me distraen! He leído y aprendido múltiples cuestiones que me apasionaban, música que deleitaba todo mi ser. Minúscula riqueza que me impide concentrarme, contemplar, atesorarme de Gracia, del saber divino y de la plenitud de ciencia y riqueza espiritual, que en los sacramentos de la Iglesia se nos ofrecen, pero que ahora con la impetuosa aparición de la fantasía imaginativa e imaginadora, desdibuja lo mejor de lo que me ha ofrecido Dios.
6.- Y pese a la entrega que ha dado todo su ser humano a la contemplación, el Señor es tentado. ¡Qué intervención tan inoportuna! Podía habérsele ocurrido al diablo presentarse en otro momento, dejarlo para más tarde, cuando esté predicando por Galilea. Además de malvado es improcedente. No olvidéis estas características vosotros, cuando también seáis tentados. ¿qué ocurrió realmente? ¿fue algo físico visible? ¿De qué manera pudieron conocer este acontecimiento los evangelistas? Satisfacción inmediata de los sentidos. Deleite del sabor. Gozo personal e individual ¿era esto lo que le había programado el Padre? Fardar, deslumbrar, dominar… ¿para esto ha venido al mundo? Es que mandar y prohibir a mí me gusta, oiría en su interior. A eso no he sido enviado, respondería su convicción divina. Demostrar poderes superiores, vencer fuerzas de la naturaleza, para demostrar su categoría personal. Dejarse caer sin sufrir mal y causar admiración… que no, que no, que a Él no le vengan con engaños.
7.- Venció y con su ayuda también podemos vencer nosotros. El diablo le dejó esperando tiempos mejores. Lo hizo, llegada la ocasión, con saña, con maldad suprema. Las tentaciones del desierto continuarán en Getsemaní
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