15 febrero 2023

DOMINGO 7º DEL T. ORDINARIO /A UN IMPOSIBLE SIN DIOS!

 Javier Leoz

No resulta fácil, por propia voluntad, el amor a los enemigos por parte del ser humano. ¿Responder al odio con amor? ¿A la violencia con la mansedumbre? ¿A la afrenta con la humildad? ¿Cómo llegar a ese grado de exquisitez cristiana? ¿Cómo regalar bien ante el mal? Ni más ni menos que, colocando en el centro de nuestra existencia, a Dios mismo. El es la fuente de la bondad y, cuando Dios configura totalmente el vivir cotidiano de una persona, esa misma persona, es capaz de llegar al grado de perfección o a esa utopía que nos puede parecer el evangelio de este día.


1.- La característica esencial de Dios es la bondad misma, el amor mismo. Y, Dios, no puede hacer otra cosa que eso: amar. Podrán muchos de sus hijos olvidarle, ultrajar su nombre y dudar de su existencia. Dios, por el contrario, responderá una y otra vez con lo que tiene y ofrece espontáneamente: amor Dios siempre está dispuesto a perdonar. Esa es la diferencia entre EL y nosotros; por inercia y sin esfuerzo alguno, perdona, olvida y entrega amor. Nosotros, desde nuestra humanidad, dosificamos el perdón, nos cuesta olvidar y el amor lo damos también con cuentagotas. Por ello mismo, el final del evangelio de este evangelio, nos retrata: vivir con Dios significa aspirar a su perfección; ver las cosas como Dios mismo las ve y reaccionar, incluso en situaciones ilógicas y contradictorias, desde el testimonio de la fe. ¿Imposible? ¡No con Dios!

2.- Se suele decir que, las imitaciones, son siempre malas. Pero, la vida de un cristiano, debe ser un imitar las actitudes, pensamientos, obras y deseos de Cristo. Por lo tanto, abrirnos sin desmayo y sin miedo, mirar hacia el cielo cuando se nos hace sufrir en la tierra, meditar la gran lección que Jesús nos da en la cruz (su amor universal) pueden ser perfectamente unos claros síntomas de que queremos vivir según El y que, entre otras cosas, deseamos ansiar (llevándola a la práctica) la perfección cristiana: en el encuentro con numerosos prójimos, manifestarles (y hasta asombrarles e impresionarles) por la viveza y sinceridad de nuestro amor.

3.- Cinco enemigos se levantan en contra de esta aventura del amor a los enemigos y del deseo de agradar a Dios siendo, allá donde estamos, imagen de su amor: el egocentrismo ( mirarnos a nosotros mismos); el egoísmo (querernos demasiado); individualismo (vivir como si todo dependiese de nosotros); el racionalismo (pensar en lo que perdemos o ganamos, cuando prima el pensamiento antes que la fe o la religión) y la ausencia de Dios (cuando en el centro instalamos exclusivamente nuestro propio bienestar y dejamos a un lado al Señor). Frente a estos enemigos tendremos muchas armas para hacerles frente: la oración, la solidaridad, la fe, la comunidad y las promesas de Jesús que, por la fuerza del Espíritu, nos asiste hasta el día en el que vuelva definitivamente. ¿Cómo nos encontrará? ¿Luchando contra los enemigos de la vida cristiana o sometidos a ellos? ¿Amando a “los nuestros” o brindando nuestra amistad a los que piensan de distinta manera a nosotros? ¿Con las puertas abiertas a la fraternidad o con los balcones cerrados a lo que ya
tenemos conquistado? Ojala que, el Señor, nos ayude a hacer de nuestra vida una ofrenda y un amor que no sea excluyente. Lo tenemos difícil pero, con El en medio, puede ser posible.

4.- ¿CÓMO ME PIDES TANTO, SEÑOR? ¿Sonreír al que deteriora e invade mi vida, perdonar a quien me afrenta ayudar a quien me arruina y asistir a quien me olvidó un mal día?

¿CÓMO ME PIDES TANTO, SEÑOR? ¿Amar al que tal vez nunca me amó, abrazar al que, ayer, me rechazó, llorar con el que, tal vez, nunca yo encontré consuelo en la aflicción? ¡Cómo, Señor! ¡Dime cómo! Cuando ya es difícil amar al que nos ama Caminar con el que queremos entregarnos al que conocemos o alegrarnos con el que nos aplaude ¡Cómo, Señor! ¡Dinos cómo hacerlo! Cuando nos cuesta rezar por los nuestros o prestar nuestra mejilla a quien ya nos da un beso Cuando es duro el ser felices con aquellos que con nosotros conviven

¿CÓMO NOS PIDES TANTO, SEÑOR? Ayúdanos a estar en comunión permanente con Dios y entonces, Señor,
tal vez no nos parezca tanto ni un imposible ser cómo Tú eres y llevar a cabo lo que Tú quieres:
AMOR SIN CONDICIONES. Amén

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