J.R. Flecha
“Cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía”. Con esas promesas, que aparecen en
el texto del libro de Isaías (Is 58,7-10), responde Dios a quienes se lamentan de haber ayunado sin ser escuchados por el Señor.
Según el oráculo divino, el ayuno verdadero consiste en partir el pan con el hambriento, en hospedar a los pobres sin techo, en vestir al desnudo y en no cerrar el corazón a los que hemos de reconocer como nuestros hermanos. El auténtico ayuno no consiste tanto en abstenerse de alimentos como en practicar las obras de misericordia.
El salmo responsorial de este domingo se hace eco de aquella profecía, proclamando: “Quien es justo, clemente y compasivo, brilla como una luz en las tinieblas” (Sal 111).
LA CIUDAD Y LA LÁMPARA
En el texto evangélico de las bienaventuranzas se dice cómo es Dios y cuáles son los rasgos que distinguen al Mesías. Pero también se expone la misión de la Iglesia y se revela la
honda verdad del ser humano. A continuación, Jesús se refiere a sus discípulos por medio de una proclamación y de dos imágenes complementarias:
• “Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14). Estas palabras no constituyen un mandato.
Antes de ser una obligación moral, contienen una revelación. Aquel que es la Luz hace a sus seguidores luminosos para un mundo que con frecuencia parece caminar en las tinieblas.
• “No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte”. Para favorecer la defensa, muchas ciudades antiguas se elevaban sobre una colina. Eso ayudaba a los peregrinos
a seguir el camino para encontrar en ellas un refugio seguro.
• “Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa”. Esta referencia al celemín con el que se
medían los cereales, invita a los discípulos a ser testigos de la luz recibida del Señor.
DON Y TAREA
De todas formas, el texto evangélico continúa con una exhortación que es válida y apremiante para todos los creyentes en Jesús.
• “Brille así vuestra luz ante los hombres”. La fe es un don gratuito de Dios. Pero la persona que lo recibe ha de recordar que es también una tarea y una responsabilidad que le ha
sido confiada para que la transmita a los demás.
• “Para que vean vuestras buenas obras”. El árbol bueno ha de dar frutos buenos. Y las buenas obras no pueden quedar ocultas. Es verdad que al hacer el bien no se ha de buscar la alabanza, pero no es razonable ocultarlo siempre a los ojos de los demás.
• “Para que den gloria a vuestro Padre que está en los cielos”. Esta es la explicación de as frases anteriores. Al realizar una obra buena no se debe aspirar a conseguir la gloria personal. Los hijos de Dios tratan de anunciar y promover la gloria de su Padre celestial.
- Señor Jesús, nosotros te reconocemos como la luz verdadera que ha venido a este mundo. Que tu Espíritu nos ayude a pensar y actuar de tal modo que nuestras palabras y nuestras obras difundan en nuestro ambiente el resplandor de tu verdad. Amén.
LA LUZ DEL MUNDO
“Vosotros sois la luz del mundo” (Mt 5,14)
1. Esta frase que el evangelio pone en labios de Jesús suena más como una declaración que como un mandato. ¿Somos conscientes de esa dignidad que el Maestro atribuye a sus discípulos?
2. ¿Qué actitudes concretas podrían demostrar hoy que los cristianos nos tomamos en serio este declaración por la que Jesús nos reconoce como luz del mundo?
3. Por otra parte, ¿esa afirmación del Señor no es suficiente para motivarnos a hacer penitencia y purificarnos de la oscuridad que puede empañar nuestra vida y nuestro testimonio?
4. Si somos luz para el mundo, ¿cómo es que caemos con tanta frecuencia en la tentación del relativismo, tanto en el campo de la verdad y de la fe como en el de las actitudes y las costumbres?
5. Los antiguos padres comparaban la luz de la Iglesia a la luz que la luna recibe del sol y refleja sobre la tierra. ¿No habremos manifestado alguna vez el orgullo de sobrevalorar nuestro pretendido resplandor?
6. Si Jesús considera a sus discípulos como una luz en el mundo, ¿cómo calificar la timidez o la pereza que nos empuja a refugiarnos en el grupo de los más adictos a nuestra doctrina?
7. ¿Pido humildemente perdón al Señor por las zonas que todavía mantengo en tinieblas en mi propia vida y busco la guía espiritual de quien puede ayudarme a iluminarlas?
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