1.- Sería muy poco, o por lo menos incompleto, quedarnos con el Hombre de Dios oen el Dios-hombre de Belén. Jesús no solamente es un líder destacado para gran parte de la humanidad ni, como algunos otros pretenden, sólo la bandera de esegran ideal que el mundo, por sí mismo, es incapaz de alcanzar: Jesús es Salvador de todo aquel que acepta su Palabra, su Gracia.
No es suficiente observar a Jesús con ojos humanos. Con Juan Bautista es necesario, si no queremos quedarnos a mitad de camino, contemplarlo desde la fe: viene a salvarnos cargando con la fragilidad de todos.
Alguien dijo, con cierta razón, que “Cristo está posando a fin de ver su retrato en cada discípulo”. Cada cristiano, cuando mira con los ojos del Bautista, está llamado a reproducir la imagen de Jesús en sus palabras, obras y actitudes. Es interpelado a
ser como aquella cámara fotográfica que dispara su flash para no perder detalle.
Malo será, que sometidos a tanto activismo y relativismo moral, cuando no evangélico, dejemos pasar de largo (dejando de revelar) ciertos detalles que en Jesús fueron esenciales para entender el por qué de su venida a nuestro mundo. O
2.- Hay que saber disfrutar del paisaje en toda su profundidad. Hay que acercarse a Jesús, que va creciendo en Nazaret, sin dejar que nadie rompa ciertas imágenes que el evangelio nos trae de Jesús: El carga con nuestros pecados.
En la trayectoria de Juan Bautista, encontrarse con Jesús, supuso un motivo de admiración y de humildad. Cuando uno, fija sus ojos en Cristo, siente que su vida está llamada a la transformación y al cambio. Muchos modelos nos ofrecen el
disparatado y loco escaparate de la sociedad que nos toca vivir. Lo malo, no es que existan, lo triste es el pensar que muchos cristianos confunden el “ESTE ES” (de Jesús) con el “ESTO ES” (de la pura zafiedad, vacío y sin sentido).
3. En los ambientes en los que nos movemos (padres con hijos, educadores con alumnos, sacerdotes con fieles, etc.,) escuchamos constantemente aquello de: “nada es pecado porque, lo importante, es hacer el bien”. Cuando uno se centra en sí mismo y se aleja de Dios piensa que son, sus obras, su ética, su código de conducta y su “ONG” particular los que le procuran la salvación o los que le justifican en su conducta. Cuando uno contempla la persona de Jesús sabe que su vida necesita una transformación precisamente porque no siempre se hace lo que se debe.
Uno de los mayores peligros que podemos tener los cristianos (y también los no cristianos) es concluir que el mundo es un espejo de la perfección. Sólo escuchando la advertencia del Bautista “ESTE ES” podremos afirmar que, mirando a cara descubierta al Señor, es cuando descubrimos que el único espejo que no engaña, que nos dice el cómo somos y la gloria a la que estamos llamados es precisamente Jesús.
Que el Señor, en este II Domingo del Tiempo Ordinario, nos ayude a no a mirar tanto hacia aquello que pensamos sino a pensar en aquello que a veces podemos correr el riesgo de olvidar: su venida al mundo para redimirnos del pecado y darnos
una posibilidad de salvación en Dios.
¿Necesitamos salvación de algo? ¿Necesitamos ser salvados “por alguien” definitivamente o “por algo” que es pan para hoy y hambre para mañana?
Si nuestro pensamiento se dirige al Cordero de Dios, quedará moldeado por la mano divina
4.- Si nuestros ojos contemplan su ser divino, serán traspasados por su bondad y su misericordia. Si nuestro corazón vive con fe la presencia de Jesús, será un templo con un Dios vivo. Si nuestro corazón adora a Aquel que viene en el nombre
de Dios, sentirá la presencia de un Dios que habla y bendice. Si nuestros oídos escuchan la Palabra de Aquel que viene de lo alto, se convertirán en antenas de gracia divina
Si en el silencio meditamos las acciones del Cordero de Dios, será un motivo para hacernos semejantes hacia Aquel que sufrirá y morirá en el Calvario. Poner, nuestros ojos, en Cristo es caer en la cuenta que estamos llamados por la contemplación de su figura a ser otros cristos, andar por donde él anduvo y
mantenerlo siempre a la vista: ¡ESTE ES!
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