03 enero 2023

Bautismo del Señor: pautas para la homilía

 Reflexión del Evangelio de hoy

Jesús se siente amado para actuar

Jesús va al encuentro de una realidad limitada, va donde estaban los hombres, que esperaban convertirse y ser mejores con el bautismo de Juan. Busca a los hombres perdidos, se solidariza con aquellos que se sentían pecadores y se pone a su lado. Su vocación es servir a lo humano, lo débil. Y es ahí y con ellos, donde se rompe el cielo, se junta lo divino y lo humano y se posa sobre él el Espíritu de Dios oyéndose la voz, que le declara Hijo (que lleva a las personas a la plenitud), Amado (que es entrega máxima de amor), Predilecto, (preferido por su vida de servicio). Es el momento en el que la realidad de Dios se instala dentro de la historia humana, haciendo de la entrega de Jesús lo único que hace fecunda la vida.

Todos los dioses necesitan distancia, estar bien arriba y bien lejos para ser más dioses, el Dios de Jesús es pura cercanía. Hay un acceso directo con el cielo roto que nos pone en contacto con sus bendiciones. Esta es la religiosidad del Dios hecho niño (encarnado), que sigue apostando por el hombre.

Es el cumplimiento de la misión del Elegido del profeta Isaías: viene a traer el derecho a los hombres, siendo alianza y luz para ellos y devolviendo la justicia, el orden perturbado que ha robado la dignidad a muchos hombres o que otras veces, el mismo hombre ha despreciado. Este Elegido, Amado del Padre quiere una comunidad feliz, donde reine la justicia y la fraternidad. Va a realizar su misión de una manera muy peculiar con un método y forma no vistos: sin gritar, sin vocear; sin romper la caña vacilante, sin apagar el pábilo ya casi sin luz. Se trata de un método de sencillez, sin violencia, sin pisotear, ayudando en las crisis y avivando la esperanza donde está ya casi perdida.

Nosotros también hemos sido bautizados, habilitados

El bautismo en la iglesia comenzó siendo la culminación de un proceso de conversión, en el que se llegaba a tomar la decisión de abrazar la fe cristiana, de estar abierto al Espíritu de Dios, participando de la comunidad cristiana. Hoy una gran mayoría hemos sido bautizados sin ninguna decisión por nuestra parte, quizás con las prisas de participar de la comunidad y para resaltar el don de Dios. De aquí el problema de no estar tan seguros de que hayamos hecho nuestra ratificación y tengamos conciencia viva de lo que significa nuestro bautismo, aunque no es suficiente legalizar nuestro bautismo como punto de partida, sino con sus consecuencias.

El bautismo de Jesús nos ayuda a conmemorar nuestro bautismo, a revitalizarle, sobrepasando el rito con una vida humana, entregada y de servicio, porque rompiéndose el cielo se ha desvelado él y nos ha revelado a nosotros que somos hijos amados y predilectos de Dios; también hemos sido ungidos, señalados por Dios, habilitados por las bendiciones de cielo roto, aunque algunos que se dicen cristianos lo sienten como una carga de leyes impuestas que les ha complicado la vida y no lo ven como un don para amar y servir a los demás; otros hacen más hincapié en ser buenos que en hacer el bien, dedicándose a la dimensión personal del bautismo, rebajando de la dimensión social.

Se nos ha dado la capacidad de ser hijos de Dios para poder amar, querer, sentir, ser justos, porque somos hijos del Padre. Esta habilitación siendo para siempre desde nuestro bautismo, se va desarrollando y actualizando en cada momento en las realidades concretas con que nos encontramos. Y se nos encarga la misma misión de Jesús, con sus mismos métodos: hacer justicia y que brillen los derechos creacionales en todo viviente, respetando, valorando, porque cuando cacareamos los éxitos, nos sentimos fuertes, dominadores y superiores, no somos misioneros como Jesús.

Pero hemos sido bautizados en el Espíritu de Dios, y tantas veces rebautizados en las aguas de nuestro mundo: increencia, superficialidad, estética, eficacia, consumo, egoísmo, competencia, … Es hora de hacer realidad la expresión de Juan: “Yo soy el que necesita que me bautices, ¿y tú vienes a mi?” Necesitamos el encuentro constante y permanente con Jesús, que nos ayude a optar por la interioridad, para descubrir lo que nos habita y nos compone; que os ayude a confesar que hemos sido bautizados en Cristo, nuestro único Salvador y a pesar de las dificultades culturales y sociales porque la satisfacción, el éxito, el tener, el bienestar han desplazado la salvación de Cristo para otro mundo. No podemos rebajarla ni reducirla, puesto que hay muchas cosas que son más importantes que aquellas que vemos y se nos meten por los ojos como salvadoras, sin serlo. Por eso no podemos silenciar nuestra vida, pues ser hijos de Dios nos da alas para vivir, sentir y pensar con otro sentido y otra fuerza que hemos recibido del cielo roto, porque Dios nos ama, se ha metido en nuestra historia, ni podemos dejarnos llevar por el sentido alimentado por nuestros gustos e inspiraciones a ras de tierra.

Nuestra tarea es pasar del bautismo como rito al bautismo de la vida: ya no hay barreras entre lo divino y lo humano, por tanto la vida y la misión cristianas son las de Jesús, también nosotros con su Espíritu alentándonos.

Fr. Pedro Juan Alonso O.P.

Fr. Pedro Juan Alonso O.P.
Convento del Santísimo Rosario (Madrid)

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