• El anuncio a José del nacimiento de Jesús se parece a los antiguos relatos del nacimiento de Isaac (Gn 17,19), Moisés (Ex 2), Sansón (Jue 13,24), Samuel (1 Sam 1,18). Pero tiene un matiz, y es que es un relato de vocación, que define el papel que jugará José cuando venga Jesús al mundo. Lo mismo que Lc 1, 26-38 narra la vocación de María.
• José, al darse cuenta del embarazo de su prometida decide repudiarla según la Ley. José era un hombre justo (fiel a los mandatos de Dios), el Ángel le llama hijo de David (titulo que se atribuye solo a Jesús), él ni podrá elegir el nombre de Jesús… Pero al final asume perplejo (¿noche oscura?) con la ayuda de Dios (sueño), será el esposo de María, y por ese camino de la paternidad legal le hará descendiente del rey David (Mt 1,16; Lc 1,32).
• Una cosa que queda bien afirmada en esta página es la intervención directa de Dios en el nacimiento de Jesús. Del mismo modo que en la creación del mundo se decía que el Espíritu de Dios aleteaba sobre la superficie de las aguas (Gn 1,2), ahora se dice que María “esperaba un hijo por obra del Espíritu Santo” (18 y 20). Se trata, pues, no de una biografía sino de una confesión de fe sobre Jesús: Él es el Mesías, el Ungido de Dios.
• Los dos nombres que recibe Jesús también vienen de Dios. El primero, “Jesús” (21), lo propone el ángel, el mensajero. El segundo, “Emmanuel” (23), viene de la Escritura, de la Palabra de Dios (Is 7,14).
* El nombre de “Jesús” (21) significa “el Señor salva”. El nombre indica la misión: Él “salvará a su pueblo” (21). Salvar es acción que abre: es hacer efectivo que ni el pecado, ni la muerte, ni las injusticias, por más que hagan daño, no tienen la última palabra en la vida de nadie. Es abrir camino con los que creen que no son nadie, haciéndoles saber que el plan de Dios para ellos es otro.
* El “Dios-con-nosotros” – “Emmanuel” – (23) se repite en el mismo evangelio de Mateo en otras ocasiones: en las enseñanzas sobre la Iglesia, cuando Jesús dice que “donde dos o tres están reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mt 18,20); en el envío del Resucitado a los apóstoles, diciéndoles “sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo” (Mt 28,20). Pero todo el Evangelio -Palabras y acciones de Jesús- da testimonio de esto: “Dios-está-con-nosotros”.
• Ni a José (19) ni a los contemporáneos de Jesús (Mt 9,34; 11,19; 12,14.24.38; 13,57-58; 14,28; 16,22-23; 26,63-65; 27,39- 44) ni a la gente de nuestro tiempo nos ha sido fácil aceptar que un hombre concreto, Jesús de Nazaret, sea el mismo Dios. O que Dios se hace carne humana en el hombre histórico Jesús de Nazaret. Se necesita un corazón de pobre, a quienes el Padre lo revela (Mt 11,25; 16,17). José, con corazón de pobre, es obediente a la fe.
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