05 diciembre 2022

La misa del domingo Domingo III de Adviento – Ciclo A

 Palabra de Dios

Isaías 35,1-6a.10: “Dios viene en persona y os salvará”Sal 145,7.8-9a.9bc-10: “Ven, Señor, a salvarnos”Santiago 5,7-10: “Fortaleced vuestros corazones, porque la venida del Señor está cerca”.Mateo 11,2-11: “¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”
UNA PROPUESTA DE HOMILÍA
En nuestro camino de preparación a la Navidad encendemos hoy la tercera vela de nuestra corona de Adviento. En este tercer domingo, conocido como de Gaudete (de la alegría), la Iglesia nos invita a llenarnos de gozo tomando las palabras del apóstol san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres… El Señor está cerca» (Flp 4,4-5).
El tiempo de Adviento, como bien sabemos, es un tiempo de esperanza que –en esta tercera semana de manera especial– se ve reforzado por la alegría y el gozo que supone esperar al que ya llega, al que ya está cerca.
Nuestra falta de paciencia o nuestro habitual desánimo encuentran hoy, en todas las lecturas que acabamos de escuchar en la Liturgia de la Palabra, la misma respuesta: “Dios viene en persona y os salvará”, “Ven, Señor, a salvarnos”, “La venida del Señor está cerca”… Este es el gozo que da sentido a nuestra espera esperanzada, a este Domingo de Gaudete: “El Señor está cerca”.
¿Cómo no va a brotar la alegría en nuestro corazón al experimentar esa cercanía y presencia del Señor?
Jesús desata la auténtica alegría que nace del Evangelio. Con su presencia el Reino comienza a tomar forma y a hacerse realidad. Así lo adelanta el profeta Isaías: “Se despegarán los ojos del ciego, los oídos del sordo se abrirán, saltará como un ciervo el cojo, la lengua del mudo cantará. Volverán los rescatados del Señor, vendrán a Sión con cánticos: en cabeza, alegría perpetua; siguiéndolos, gozo y alegría. Pena y aflicción se alejarán”.
Así, igualmente, lo confirma el propio Jesús ante las preguntas de los discípulos del Bautista:
“Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio”.
La alegría que hoy se apodera de nuestro tiempo de Adviento no es un gozo irracional o inmaduro. Es, más bien, la consecuencia de una espera responsable y consciente, que sabe que lo importante se prepara por dentro, en nuestro interior. Si queremos celebrar con profundidad la Navidad que se avecina, si queremos acoger al Señor Jesús en nuestra vida con autenticidad, es imprescindible que nos preparemos interiormente para el encuentro con nuestro Dios. Porque si no estamos preparados, no lo reconoceremos y no podremos interiorizar todo lo que nos quiere dar. La esperanza cristiana no nace de la ingenuidad. Brota del convencimiento interior, de la confianza firme, de la fe sincera.
En este sentido, son preciosas las palabras que el apóstol Santiago nos dirige hoy en su epístola. Acojámoslas como una oportuna invitación para seguir viviendo con intensidad este tiempo de Adviento que nos prepara a la Navidad del Señor: “Tened paciencia, hermanos, hasta la venida del Señor. El labrador aguarda paciente el fruto valioso de la tierra, mientras recibe la lluvia temprana y tardía. Tened paciencia también vosotros, manteneos firmes, porque la venida del Señor está cerca”.
Que así sea.
Xabier Camino Sáez, sdb

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