“A PESAR DE LAS DIFICULTADES,
DIOS NO NOS FALLA”
Por José María Martín OSA
1.- Justicia de Dios y confianza en El. El próximo será el último domingo del Año Litúrgico, fiesta de Cristo Rey del Universo. Las Lecturas nos presentan en este penúltimo domingo, con rasgos apocalípticos, ese tiempo tremendo al cual todos tenemos que enfrentarnos. San Agustín decía “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. El profeta Malaquías dibuja un cuadro que no es ajeno a nuestras experiencias actuales. El Profeta escucha por dondequiera que los judíos de su época se quejan de que los malvados progresan cada día en sus empresas, mientras quienes sirven al señor fielmente no ven la recompensa prometida. ¿De qué sirve observar los mandamientos? Con la visión de un mundo que no trasciende, sino que termina aquí, como es la del Antiguo Testamento, casi en su totalidad, esta pregunta es muy seria
¡Cuántas veces nos hemos preguntado, sin hallar respuesta, de la misma manera, ante las injusticias que se cometen a nuestro entorno o, con frecuencia contra nosotros mismos! ¡Y cuántas veces habremos dicho como los contemporáneos de Malaquías: no hemos sacado ningún provecho en observar sus mandamientos y en hacer penitencia ante el Señor Todopoderoso! (Mal 3, 14). Dios, sin embargo, asegura que llegará un día en que se pondrá en claro quiénes son de Dios y quienes no. Dios también cumple su promesa de justicia: el fuego consumará a los malvados, la luz iluminará y protegerá a los fieles, los que perseveran.2.- ¿Por qué el sufrimiento del justo? El texto del evangelio de San Lucas que nos trae la liturgia de hoy difícil de comprender. Está escrito en un lenguaje apocalíptico, cargado de imágenes violentas; el texto nos habla de guerras y revoluciones, terremotos, epidemias, hambre. Tales imágenes nos remiten al final de los tiempos. Tal vez hable no sólo del final de los tiempos sino que se refiera al mismo tiempo a la inminente destrucción de Jerusalén, catástrofe que sufrió por segunda vez en el año 70 de nuestra era. Pero por lo que a nosotros toca, como Palabra de Dios, es una advertencia de Jesús sobre la situación por la que hemos de pasar siendo discípulos fieles y observantes. Con mucha frecuencia, mis hermanos, pensamos, y lo deseamos profundamente, que por ser buenos no nos va a pasar nada. Cuántas veces nos portamos bien sólo para que nos vaya bien; más aún, para que Dios nos ame y nos salve. Pero, como hemos podido deducir del mensaje de la primera lectura, esto no es posible. Y Jesús nos advierte algo, tal vez, más desconcertante: que precisamente por ser de los suyos, discípulos y servidores del Evangelio, vamos a tener que sufrir mucho, hasta de quienes menos esperaríamos. Así tendremos ocasión de ser testigos de Jesús y su ayuda no nos faltará, “pues hasta los cabellos de nuestra cabeza están contados y no perecerán”
3.- No nos dejemos engañar por los vendedores de falsas felicidades. Hoy se nos asegura, una vez más, que la fidelidad de Dios está segura. En medio del estruendo de los acontecimientos, se escuchan frases de confianza y estímulo: “que nada os engañe; no vayáis tras ellos; no tengáis pánico; yo os daré palabras y sabiduría; ni un cabello de vuestra cabeza perecerá; con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”. Él nos protege hasta el final. Su justicia se hará sentir en el día que Él tiene previsto. Esta certeza nos mantiene en paz aún en medio de las persecuciones, humillaciones y aparentes fracasos. Esto se llama esperanza, una virtud teologal que nace de Dios y se nos da como un regalo que nos mantiene firmes en la vigilancia y en la perseverancia. Todo se pasa; nada es para siempre, excepto el amor de Dios y su fidelidad para nosotros. ¡Sólo Dios Basta! En esto se funda la fe del discípulo de Cristo. En el mundo de hoy se levantan voces engañosas que ofrecen falsas respuestas a los grandes enigmas de la existencia y nos proponen caminos extraños para alcanzar la felicidad. Aprovechando el vacío religioso que existe, han organizando un gran negocio vendiendo libros esotéricos que carecen de todo fundamento filosófico, teológico y científico, y que ofrecen recetas "light" de espiritualidad y de realización personal. Hay todo un mercado persa de amuletos, inciensos, cristales de cuarzo, bebidas, etc., que pretenden devolver la paz a tantos corazones angustiados. Explotando el inmenso dolor que nos produce la muerte de nuestros seres queridos, estos comerciantes de ilusiones ofrecen los servicios de “médium” que dicen servir de intermediarios para comunicarse con los que ya marcharon... Esta cultura de la Nueva Era es pródiga en recetas de una falsa espiritualidad. Jesús nos pone en guardia frente a las ofertas de estos charlatanes: “Cuidado con que nadie os engañe, porque muchos vendrán usando mi nombre”. Busquemos las respuestas a nuestras inquietudes existenciales, no a través de los “médium” ni mediante cuarzos e inciensos, sino en el consejo de personas sabias, en la lectura de obras de autores serios, meditando la Biblia. Allí sí encontraremos la luz en medio de la noche.
4.- Perseverancia en medio de las dificultades. Quizá en algún momento de la vida hayamos sentido o vayamos a sentir amenazas graves que nos desestabilizan en nuestro modo de vida: problemas de salud, crisis familiares, conflictos sociales, pobreza, etc. Antes estas situaciones personales amenazantes, tengamos presentes las palabras que pronuncia Jesús en el evangelio de hoy: “No tengáis pánico”.En el evangelio de hoy se afirma que “ni un cabello de vuestra cabeza perecerá”. Esta promesa nos hace reflexionar sobre la acción de la Providencia en nuestras vidas. Providencia es la incesante actividad del Creador, que dirige todos los acontecimientos y orienta la historia humana hacia su plenitud al final de los tiempos. El reconocimiento de esta presencia actuante de Dios no anula nuestra libertad. Dios da el impulso inicial a este mundo, Dios nos acompaña, Dios nos ofrece su gracia, Dios invita pero no impone. No somos marionetas en manos de una fuerza ciega sino que somos hijos de un Padre amoroso que nos invita incansablemente. Pidamos a Dios que consolide nuestra confianza en Él, pues las crisis que nos golpean, semejantes a los terremotos, nos hacen entrar en pánico. El Dios que nos creó por amor y que nos ha enviado a su Hijo para que sea nuestro compañero de camino no nos dejará abandonados en la mitad de la noche. Sólo pide nuestra perseverancia, a pesar de las dificultades…
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