08 noviembre 2022

Reflexión domingo 13 noviembre: EL QUE NO TRABAJA, QUE NO COMA

 EL QUE NO TRABAJA, QUE NO COMA

Por Gabriel González del Estal

1.- Este domingo es el penúltimo del tiempo ordinario. Las tres lecturas están dirigidas a los cristianos de las primeras generaciones, que estaban inquietos y anhelantes ante la segunda venida del Señor, porque ellos creían que era inminente. La frase de San Pablo está dirigida a esos cristianos que, cuando leyeron la primera carta del apóstol, entendieron que la segunda venida del Señor iba a llegar de un momento a otro. Si el Señor, se decían, va a venir de un momento a otro y nos va a llevar con él, triunfantes y gloriosos, ¿para qué trabajar y preocuparse del futuro? Lo mejor es vivir el presente en una espera gozosa y descansada. Esto de buscar excusas para no trabajar parece que es una tentación ya muy antigua. También San Agustín tuvo que escribir un pequeño libro sobre la necesidad del trabajo a algunos de sus monjes se apoyaban, para justificar su holganza, en unas frases que Cristo había dicho a sus discípulos: Mirad las aves del cielo: no siembran, ni cosechan, ni recogen en graneros, y vuestro padre celestial las alimenta (Mt. 6, 26).

Hoy son muchos los que, sin necesidad de apoyarse en ningún texto sagrado, quieren comer y vivir sin trabajar. Por eso, la frase de San Pablo sigue teniendo un valor muy actual también para nosotros. Los cristianos sabemos que Dios ha puesto el mundo en nuestras manos para que trabajemos en él y, con el sudor de nuestra frente, obtengamos el alimento necesario. El no trabajar y el querer vivir a costa del sudor del de enfrente no es cristiano. Todos tenemos la obligación de trabajar, cada uno en la medida de sus posibilidades y de acuerdo con las capacidades que tenemos en el momento en el que vivimos. El Señor quiere que seamos operarios de su mies, quiere que con nuestro esfuerzo construyamos un mundo mejor que el que nos encontramos al nacer. Esto es lo que nos recomendaría hoy San Pablo.

2. También la primera lectura, la del profeta Malaquías, y la lectura del evangelio, podían ir muy bien dirigidas a los mismos cristianos a los que se dirigía el apóstol, cuando les hablaba de la necesidad del trabajo. El texto del profeta Malaquías está aplicado a los esperaban como inminente la llegada del día del Señor. Lo que les advierte aquí el profeta es que, cuando llegue ese día, los malvados y perversos arderán en el horno y no quedará de ellos ni rama, ni raíz. En cambio, los justos brillarán iluminados por un sol de justicia que lleva la salud en sus alas. Son palabras escritas para alimentar y fortalecer la esperanza de estos primeros cristianos, ante las grandes dificultades y persecuciones que estaban padeciendo. También son palabras que pueden servirnos hoy a nosotros, ya que también nosotros necesitamos alimentar nuestra esperanza con la promesa del triunfo final, sobre todo cuando nos vemos abatidos y con dificultades para mantener alta y firme nuestra fe. El Señor nos promete que será generoso con los que honren su nombre, en medio de una sociedad enemiga o indiferente, es decir, en una sociedad como la nuestra.

3.- En el evangelio de Lucas también se les insiste a los cristianos de esos primeros tiempos que estén preparados, porque van a sufrir humillaciones, sufrimientos y desprecios, ya que son muchas y grandes las calamidades y las catástrofes que les esperan. Así tendréis ocasión de dar testimonio, se les dice. Se les promete que el Señor no les abandonará, porque ni un cabello de vuestra cabeza perecerá. Lo que no deben tener los discípulos de Jesús nunca es miedo, ni cobardía. Deben mantenerse firmes y perseverantes: con vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas. Con mansedumbre y al mismo tiempo con firmeza es como debemos comportarnos los cristianos de todos los tiempos, ante la dificultad, la persecución o el desprecio.

4.- Este domingo 33 del tiempo ordinario es el Día de la Iglesia Diocesana. Estamos acostumbrados a oír que todos somos iglesia. Lo importante es que actuemos en nuestra vida ordinaria como miembros activos de la iglesia o parroquia a la que habitualmente asistimos. No debemos ir a la iglesia sólo a oír o a escuchar, vamos a participar en la vida cristiana de la iglesia, en la expresión común de nuestra fe cristiana. Además de pensar en la Iglesia cristiana y católica, en general, pensemos en la iglesia particular de la que debemos ser miembros activos. Las grandes virtudes y los grandes defectos de la Iglesia universal son también virtudes y defectos nuestros, pero los defectos primeros contra los que debemos luchar es contra los concretos y particulares defectos que tiene nuestra diócesis y nuestra parroquia particular. Y contra nuestros propios defectos particulares, porque cada uno de nosotros somos una de las piedras vivas que constituyen el edificio de la iglesia.

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