30 noviembre 2022

II Domingo de Adviento: Homilías

 

II Domingo de Adviento: Homilías

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1.- CONVERSIÓN Y PENITENCIA

Por Antonio García-Moreno

1.- UNA RAMA VERDE. "Y brotará un retoño del tronco de Jesé y retoñará de sus raíces un vástago" (Is 11, 1).El retoñar de los árboles es un milagro que se repite cada primavera. Troncos aparentemente muertos que echan brotes verditiernos, raíces perdidas en el fondo de la tierra que asoman reverdecidas y pujantes. Con esa imagen Dios llama a la esperanza en este período del Adviento. Isaías se dirige a los hombres de su tiempo. No todo está perdido, les dice. De ese madero carcomido y viejo brotará un vástago, de ese pueblo deportado y dividido surgirá el Mesías que salve a la humanidad entera.

Y el milagro se realizó. El más grande milagro que jamás pudo soñarse. Del tronco podrido de Jesé, de la humanidad caída y muerta, brotó el hombre más perfecto de todos, el que al mismo tiempo es perfecto Dios... Cristo Jesús nació en medio de la noche. El recuerdo de este hecho crucial para todos, nos ha de reanimar, nos ha de despertar de nuestro sueño, nos ha de impulsar a la esperanza, a mirar una vez más con amor y confianza a esa rama verde, Cristo nuestro Señor, que brota pujante del añoso tronco de Jesé.

"En aquel día, el renuevo de la raíz de Jesé, se alzará como estandarte para los pueblos, y le buscarán las gentes, y será gloriosa su morada" (Is 11, 10). De este modo contempla el profeta en el horizonte de la historia a ese brote nuevo que se alzará como bandera de salvación. Todas las gentes le buscarán, pues sólo en Él está la libertad, el amor, la paz, la alegría... Nosotros también queremos caminar hacia ti, cambiar nuestras rutas perdidas y orientarlas con decisión hacia donde Tú estás.


Cambiar de ruta, día a día. Mirar tu luz y ponernos en camino, sin rodeos ni demora. Es necesario estar continuamente agarrado al volante, cosido al timón de nuestra nave. Tenemos, sin remedio, un defecto en el mecanismo de nuestra dirección, e insensiblemente nos inclinamos a uno o a otro lado. El Adviento es un período de conversión, de cambio de conducta... Hemos de entrar en este movimiento que la Iglesia alienta esperanzada. Hemos de pararnos a considerar cómo marcha nuestra vida, hemos de hacer una revisión a fondo en el motor de nuestro espíritu. Ponerlo a punto, con el deseo y la ilusión renovada de caminar hacia Cristo, de vivir siempre de cara a Dios.

2.- ANSIAS DE SALVACIÓN. "Convertíos, porque está cerca el Reino de los cielos..." (Mt 3, 2). La ansiedad de salvación que todo hombre lleva dentro de sí, escondida quizá en lo más íntimo de su ser, es un sentimiento que se agudiza cuando crece el temor y la angustia, motivados quizá por circunstancias particularmente difíciles. Eso es lo que ocurría en los tiempos en que aparece el Bautista a orillas del Jordán. Israel estaba bajo el yugo de Roma, tiranizada además por los herodianos, los descendientes del cruel Herodes el Grande que dejó su reino entre los hijos que le quedaron, después de haber matado él mismo a aquellos que más derecho tenían a subir a su trono. Eran años de intrigas palaciegas que intentaban acabar con el viejo rey, que no acababa de morir y eliminaba fríamente a quienes intentaran algo contra él, aunque fuesen los hijos de su más querida esposa, o el primogénito Antípater. Días de violencia y de terrorismo en los que la sangre corría con frecuencia por las calles, en los que la tortura y el encarcelamiento estaban a la orden del día. Por otra parte la corrupción moral llegaba a límites inconcebibles en una degradación cada vez más profunda y extendida. Por todo ello el anhelo de un salvador, la esperanza de que llegara pronto el Mesías se hacía cada vez más intensa.

No sé si será mucho decir que vivimos tiempos parecidos, o tal vez peor. Quizá sea dramatizar demasiado, cosa que no quisiera. Pero sí se puede afirmar que hay miedo en las calles, sobre todo a determinadas horas y por ciertos sectores de cualquier ciudad. Es verdad también que la sangre salta con demasiada frecuencia, y con excesiva cercanía, a las páginas de los rotativos. También podemos decir, sin exageraciones, que la degradación moral está destruyendo los cimientos de nuestro viejo mundo, que se rompe la familia, sin que haya formas adecuadas para recomponerla una vez rota. Se busca con demasiada frecuencia el placer y el confort por encima de todo y a costa de lo que sea. Sí, sin ponernos trágicos, hay que reconocer que cada día ocurren cosas de las que hemos de lamentarnos, o que hemos de temer.

Ante todo esto podemos pensar que el hombre de hoy anhela con ansiedad la salvación, ese nuevo Mesías que nos redima otra vez, sin considerar que ya estamos redimidos y que lo que hay que hacer es cooperar con Dios para hacer realidad sus planes de redención. Por ello las palabras del Bautista tienen plena vigencia. Sí, también nosotros tenemos que convertirnos, hacer penitencia y preparar nuestro espíritu para la llegada del Señor. Convertirnos y hacer penitencia. Volver a Dios, que eso es convertirse a Él. Dejar nuestra situación de pecado, o de tibieza que es peor quizá, por medio de una buena confesión de nuestras faltas. Dolernos en lo más hondo de haber pecado, proponernos sinceramente rectificar. Y luego hacer penitencia, mortificar nuestras pasiones y malas inclinaciones, prescindir de nuestra ansia de comodidad, huir del confort excesivo, contradecir alguna vez nuestro gusto o deseo. Conversión y penitencia. Sólo así haremos posible la salvación y recibiremos adecuadamente a nuestro.

2.- LA VIDA COMO CAMINO DE CONVERSIÓN

Por Gabriel González del Estal

1.- Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: “convertíos, porque está cerca el Reino de los Cielos”. Las palabras de Juan Bautista, predicando la conversión, siguen teniendo hoy valor total para todos nosotros. Porque todos los nacidos de mujer nacemos empecatados, es decir, con unas tendencias innatas al pecado. Educar a un niño, desde su más tierna infancia, es eso: enseñarle a apartarse del pecado y a tender al bien, es decir, a convertirse. El egoísmo y el afán incontenible de placer material hacen del niño un ser totalmente preocupado únicamente de sí mismo. La conversión del niño a la generosidad hacia el prójimo y hacia el bien moral es un proceso de conversión lento, continuado e imprescindible. Y de mayores seguimos más o menos igual, quiero decir, con una necesidad diaria de reflexión y de esfuerzo moral para vencer las tendencias que nos incitan al mal y para adquirir las virtudes que nos permiten hacer el bien. No hace falta ser un pecador manifiesto, o vivir en el error total, para estar necesitado de conversión. Hasta los más grandes santos vivían continuamente preocupados y atentos a su conversión personal, para estar cada día, cada momento, un poco más cerca de la virtud y del bien, es decir, de Dios. En este segundo domingo de Adviento hagamos cada uno de nosotros un propósito sincero de conversión.

2.- Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Juan Bautista sabía muy bien que él era sólo el precursor, el que venía a preparar el camino al Señor Jesús. A esto aspiramos nosotros en Adviento: a llenarnos del Espíritu Santo, a vivir como bautizados en el Espíritu del Señor Jesús. Este Espíritu Santo del Señor Jesús es el que nos describe, en la primera lectura, el profeta Isaías.

3.- Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de prudencia y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor… La justicia será el cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas. Naturalmente que estas palabras del profeta Isaías son palabras utópicas, en el sentido literal de esta palabra, porque nunca se han realizado, ni se realizarán en ningún sitio de esta tierra, mientras el hombre sea lo es hoy: hombre pecador. Pero el mensaje que nos mandan estas palabras de la profecía sí es real y posible: que nos esforcemos todos en construir un camino hacia una fraternidad universal de toda la humanidad entre sí y de la humanidad con la naturaleza en la que vivimos y de la somos huéspedes temporales. Esto es lo que hizo Jesús de Nazaret, que quiere ser nuestro camino, nuestra verdad y nuestra vida. Jesús mientras vivió en esta tierra luchó, empeñando en esta lucha su propia vida, por una fraternidad universal, amando a todos: a ricos y pobres, a santos y pecadores, a los amigos y hasta a los propios enemigos. Si dejamos que sobre nosotros se pose el espíritu de Señor también nosotros seremos personas fraternas, solidarias, amantes y nunca excluyentes. Que nunca juzguemos a los demás por apariencias, ni de oídas, sino siempre con justicia y rectitud, sobre todo a los que se encuentren más desamparados.

4.- En una palabra; acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Estas palabras que escribe el apóstol san Pablo a los primeros cristianos de Roma deben servirnos a nosotros para formular, en este segundo domingo de adviento, un propósito acorde con las lecturas de la liturgia de hoy: el de nuestra conversión a Dios y a los hermanos, siguiendo siempre el ejemplo de Cristo que nos acogió a todos nosotros para gloria de Dios Padre. No es posible una verdadera conversión cristiana sin este propósito de amar a Dios y al prójimo, siguiendo siempre el ejemplo de nuestro Señor Jesús. Que en nuestras palabras y en nuestras obras se note siempre que estamos bautizados con el Espíritu Santo y con el fuego de nuestro Señor. Así lo hizo, a su manera, el mismo Juan el Bautista y así debemos hacerlo cada uno de nosotros. Si lo hacemos así, convertidos a Dios y al prójimo, estaremos caminando de verdad hacia el encuentro espiritual con el Dios niño, que nacerá en Belén.

3.- ¿QUÉ TENGO QUE HACER PARA RECIBIR AL SEÑOR?

Por José María Martín OSA

1. - ¿Qué me respondería hoy a mí? Juan es el último profeta del Antiguo Testamento y el primero del Nuevo, es el precursor del salvador. Nos invita a la conversión, al cambio de mente y de corazón, de pensamiento y sentimiento. Nos invita a tomar postura, de ella depende la diferencia que separará a unos de otros. Nosotros preguntamos también: ¿entonces, qué hacemos? Él nos indica un camino: compartir nuestros bienes, servir al necesitado, no aprovecharse de los demás, dar de comer al hambriento... ¿Qué me respondería a mí en este momento de mi vida Juan Bautista? Si quiero preparar de verdad mi interior para la venida de Jesús no debo eludir esta pregunta. Sólo si estoy dispuesto a dar una respuesta adecuada estaré en condiciones de que el Evangelio sea de verdad una Buena Noticia.

2.- Que sea posible la esperanza. En este domingo yo quiero ser otro Juan Bautista, quiero que el Señor me ayude a ser consecuente hasta el extremo, como lo fue él; quiero ser profeta de la esperanza, quiero ser instrumento de Dios para generar ilusión y alegría en mi entorno. Tengo motivos para la esperanza y para vivir con alegría desbordante porque me siento amado por Dios, ¿por qué no colaboro a que sea posible la esperanza para todos aquellos que no conocen la alegría de sentirse queridos y salvados por Dios y viven sumergidos en el mundo de las tinieblas o de la desilusión? ¡Señor, que sea capaz de escuchar este mensaje de Adviento! Es para mí.

3. - En este Adviento tienes la oportunidad de pararte y preguntarte: ¿qué camino estás siguiendo, el falso o el que conduce a la felicidad? Si vives obsesionado por el dinero, el placer, la vanagloria, el pensar sólo en ti mismo, te estás equivocando. Esto no te hace feliz. Tienes la oportunidad de rectificar y allanar tu camino. ¿Cómo puedes preparar el camino que conduce a Jesús, qué piedras son las que te hacen tropezar, qué baches son los que te encuentras? Sólo si tienes ilusión y ganas por llegar a la meta, podrás llegar. No lo harás solo, pues hay otros muchos que te acompañan. Prepárate para la Navidad. No te dejes arrastrar por el desenfreno de las cenas, el gasto inútil, las prisas..... Sólo merecerá la pena esta Navidad si encuentras de nuevo tu camino interior y escuchas al Dios de la misericordia, que viene a consolarte y a regalarte la salvación. ¿Estarás atento a su voz?

3.- Propongo este abecedario positivo como camino para vivir el adviento:

Agradecer  a Dios habernos regalado a las personas con las que convivimos.

Buscar  el bien común por encima de los intereses personales.

Corregir  con empatía a aquél que se equivoca.

Dar  lo mejor de uno mismo, poniéndose siempre al servicio de los otros.

Estimar  a los otros, sabiendo reconocer sus capacidades.

Facilitar  las cosas dando soluciones y no creando más problemas.

Ganar  la confianza de los otros compartiendo con ellos sus preocupaciones.

Heredar  la capacidad de aquellos que saben ser sinceros con valentía y respeto

Interceder  por los otros a Dios, antes de hablarle de nuestras cosas.

Juzgar  a los otros por lo que son, no por lo que tienen ni por lo que aparentan.

Limitar  las ansias personales frente a las necesidades del grupo.

LLenarse  con lo mejor que uno encuentra en el camino de la vida.

Mediar  entre los compañeros que no se entienden.

Necesitar  de los otros sin ningún perjuicio.

Olvidar  el miedo al "qué dirán".

Preocuparse  por los más débiles y los más necesitados.

Querer  siempre el bien de las personas.

Respetar  las opiniones de los demás.

Salir  al encuentro del otro, no esperando que él dé el primer paso.

Tolerar  los defectos y límites propios y ajenos con sentido del humor.

Unirnos  todos para que podamos vivir en paz y armonía.

Valorarse con realismo, sin  creerse superiores a los demás

X es  una incógnita que invita a la búsqueda constante de la verdad.

Yuxtaponer  ilusiones y esperanzas, trabajos y esfuerzos por crear fraternidad.

Zambullirse  sin miedo en el nuevo día que Dios nos regala cada mañana

4.- UN NIÑO, SE LO MERECE

Por Javier Leoz

La llegad de un niño al hogar, entre otras cosas, supone siempre un cambio social, personal y hasta estético. El ruido da lugar a silencio, el “yo” al “él” o incluso la pulcritud es garantía de salud. Dios que se hace “niño” exige, de nosotros, un cambio. ¿Por qué? Para que ese “niño” sea de verdad buena noticia que nos seduzca y nos traiga felicidad a tope.

1.- Inmersos en el adviento sale a nuestro encuentro un personaje singular, con sabor a desierto y a sobriedad, a grito y a cambio, a renovación e interpelación a la penitencia: Juan Bautista.

La Navidad, con la celebración del acontecimiento del Nacimiento del Señor, nos estimula a una versión totalmente renovada de nuestra vida. Y es que, nuestro vivir, nuestro pensamiento o nuestro ser…puede que a veces se quede un tanto desfasado. O mejor dicho; puede que, estén tan bien amoldados a la realidad mundana, que se hayan alejado totalmente de lo que el evangelio debiera de significar para nosotros. ¿O no es así?

El adviento, en este segundo domingo, nos invita a cambiar el “chip”. ¡Conversión! ¡Nueva versión para nuestra vida! ¡Llega Jesús! ¿No merece su llegada un cambio por nuestra parte?

2. Juan es el clamor de la Iglesia que, por activa y por pasiva, nos incita a tener levantadas las antenas de la fe. ¿Hacia dónde tenemos puestos nuestros objetivos, deseos o afanes de superación?

Juan es la novedad de toda la Iglesia que, ante la Navidad, aviva en nuestro interior el ímpetu de salir al encuentro del Señor que viene. ¿Seremos capaces de preparar una digna morada, unos buenos caminos para que, el Niño, nazca con todas las consecuencias y no nos encuentre arrodillados ante otros dioses?

Juan, el Bautista, es la voz que nunca se cansa. El pregón en el inmenso desierto en el que muchos se han perdido. El grito que no pretende otra cosa sino la felicidad de la humanidad; la vuelta a Dios de aquellos hombres y mujeres que, confundidos por el ruido del mundo, necesitan escuchar un dulce mensaje: ¡Dios viene a salvarnos!

3.- Tal vez, el adviento, nos sugiera ser más un tiempo de esperanza, de alegría que de penitencia. Pero ¿acaso la llegada de un nuevo miembro a la familia no es motivo para una limpieza más exhaustiva y delicada de todo el interior de la casa? ¿Acaso, el Señor, no merece que –aquello que desafina y no está atinado en nuestra forma de ser- sea cambiado para que su Nacimiento sea algo real y palpable en lo más hondo de nuestras entrañas?

El adviento, por ser tiempo de esperanza…también es época de poda. De cortar aquellas ramas que, en el tronco de nuestras personas, pesan o aparentan más de lo que son, sobran o no dan fruto, son frondosas por fuera...pero quién sabe si no están huecas por dentro.

¿O es que Dios no merece eso y mucho más?

Que nuestra casa, alma y corazón, sean bien dispuestos en estas cuatro semanas para que, la Navidad, deje huella y abundante en nuestro ser.

3.- CONVIÉRTEME, SEÑOR

Del ruido, que me impide  escucharte,

a la paz que me permite  sentirte con nitidez.

De la comodidad, que  desfigura mi felicidad

a la sobriedad que necesita  mi alma para no perderte

a la belleza interior como  camino hacia la perfección



CONVIÉRTEME,  SEÑOR

De mi voz, suave y tímida  para pregonarte,

a un testimonio vivo, eficaz  y valiente,

para proclamar que, como Tú, 

nada ni nadie ha de salvar  al hombre



CONVIÉRTEME,  SEÑOR

De mi autosuficiencia,  orgullo y seguridades

a la humildad para saber y  poder encontrarte



CONVIÉRTEME,  SEÑOR

De mis apariencias, simples  e interesadas,

a la plenitud que me ofrece tú  presencia,

real y misteriosa, dulce y  exigente,

divina y humana, audible….y  a veces silenciosa

Con respuestas….y a veces  con interrogantes



CONVIÉRTEME,  SEÑOR

Y dame un nuevo corazón para  alabarte

Y dame un nuevo corazón para  bendecirte

Y dame un nuevo corazón para  esperarte

Y dame un nuevo corazón para  amarte.

Amén.

5.- SEGUIMOS ESPERANDO A JESÚS

Por Ángel Gómez Escorial

1.- Desde que, ahora hace más de dos mil años, Jesús se marchó, todos sus seguidores le esperamos, día a día. Y le seguimos esperando, contra viento y marea. "Ven Señor Jesús" es la jaculatoria más antigua de la Iglesia y generación tras generación los cristianos esperan esa vuelta. Llama la atención como, incluso, San Pablo pudo pensar al principio de su predicación que la segunda llegada del Señor estaba muy próxima. A partir de esa "decepción" hemos aprendido a esperar sin fecha, aunque con el mismo entusiasmo. Por eso, el Adviento y la Navidad son un camino anticipado hacia la Parusía. Juan, el Bautista, nos va a recordar en el Evangelio de Mateo que leemos en este Segundo Domingo de Adviento que está próxima esa venida y, por tanto, la culminación en la Tierra del Reino de los Cielos. Nos marca un camino de arrepentimiento y conversión para mejor esperar al Señor. Y, ciertamente, esa dirección sirve, igualmente, para esperar la conmemoración del Nacimiento del Niño Dios que esa vuelta gloriosa, ante la cual también hemos de estar expectantes.

2.- Juan Bautista es el último profeta del Antiguo Testamento y marca la soldadura y transición entre las dos etapas de la acción de Dios en el mundo. Juan tenía una vocación fuerte y un comportamiento austero que lindaba ya con lo infrahumano. Su sinceridad era evidente y esa sinceridad le costó la vida ante Herodes por no callar los pecados del rey. Juan, además, no se atribuyó jamás poder alguno y solo su capacidad anunciadora. El Evangelio hace referencia a la profecía de Isaías que marca el ámbito de la proclamación del Nuevo Camino en el desierto. Y en el desierto iba a formarse Juan a la espera de la Primera Venida. La profecía de Isaías tiene un epilogo de concordia que ha inspirado nuestro editorial de esta semana y que, sin duda, reúne un camino de paz impensable: la concordia de las bestias, la vuelta a la Naturaleza del Jardín del Edén donde los conflictos --ni siquiera los relativos a la supervivencia—existían.

3.- San Pablo, en la Carta a los Romanos, establece perfectamente la relación entre la época veterotestamentaria y la puramente evangélica. No pueden separarse. La primera ha anunciado y ha hecho posible la segunda. Nosotros somos herederos del padrinazgo que Dios otorgó al pueblo de Israel. Por eso la escena de Belén, incluso en su concepto más científico o arqueológico, nos llena de felicidad. Y es que las aproximaciones históricas a la Palestina de tiempo de Jesús nos abre aún más el entendimiento para mejor esperar al Niño Dios. ¡Ven, Señor Jesús!

4.- Son muy hermosas todas las lecturas del Profeta Isaías que profetizan sobre la llegada del Mesías, de nuestro Cristo Jesús. La que hemos escuchado hoy lo es especialmente. El que esperamos será justo y dará paz a la tierra y los conflictos desaparecerán. No sólo los que el género humanos ha producido a lo largo de los siglos, si no también –y eso es muy interesante-- habrá paz en la misma naturaleza. La fraternidad llegará incluso a las especies animales que siempre están en conflicto por su propia supervivencia: “La vaca –dice el profeta-- pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey”. ¿No es especialmente hermoso? Nuestra esperanza es saber que todo el contenido de la Escritura, del Antiguo y del Nuevo Testamento, profetizado en torno al Mesías se cumplirá. No es una utopía o un bello texto de ficción lo que nos dice Isaías. Se cumplirá. Por eso, con gran alegría, en algún rincón de nuestra alma y de nuestra inteligencia pervive la esperanza de que todo sea así cuando el Señor vuelva. ¡Ven, Señor Jesús!

LA HOMILÍA MÁS JOVEN

RADICAL

Por Pedrojosé Ynaraja

1.- Tanto hemos condenado el fundamentalismo, que hemos caído con frecuencia en la mediocridad. Aceptarlo todo y no juzgar nada, parece ser el ideal de la paz. Confundimos paz con tranquilidad. Quien busca solo la tranquilidad, gusta la decepción, cae en la apatía y sufre el desengaño. Analizar estos enunciados, mis queridos jóvenes lectores, puede ser un buen ejercicio que os aleje de tantos comentarios como se hacen hoy de políticos y sus promesas, de propósitos anunciados y sus incompetentes puestas en práctica. Se ha banalizado tanto la política, que he bajado el nivel de deberes de convivencia y de exigencias de servicio. No olvidéis nunca que el terreno de los políticos, modelos de pasarela y futboleros, pese a estar tan de moda, es muy limitado. Las actitudes de los cristianos deben regirse por otros cánones.

2.- Los animales obran según instintos o hábitos adquiridos en su adiestramiento, lo que les permite defenderse más o menos bien. El hombre, de acuerdo con su capacidad reflexiva, su facultad de tener conciencia de que tiene conciencia, debe progresar no solo en comportamientos, sino en propósitos de mejorarse y progresar. Y no olvidar que su corona y elegancia, su riqueza personal más sublime y auténtica, son sus ensueños.

3.- Todo lo anterior se me ha ocurrido después de leer con cierto detenimiento, las lecturas de la misa de este domingo. Y a fuer de sincero, os diré que los comentarios son consecuencia del contenido de la primera (Isaías) y tercera (evangelio de Mateo).

4.- El texto de Isaías es radical en los planteamientos futuros, cuando empieza el fragmento que se nos ofrece hoy. Le va a llegar a Israel la savia que fluye todavía de David el elegido, el mítico más bien, el que impulsó a su pueblo, protegió, defendió y enriqueció. El árbol de las promesas no se ha secado, todavía puede dar fruto, es capaz de vitalizar a su pueblo. Esto se le dice a Israel, el elegido. Esto se nos dice a nosotros, ya que la Iglesia es la realización de las antiguas promesas hechas a Abraham y a los profetas. Para que llegue y enraíce la salvación se precisa desinfección, limpieza, decoro. Si se tal cosa se practica, llega la paz mesiánica.

5.- El texto describe la era mesiánica con imágenes agrícolas y ganaderas, que vosotros, mis queridos jóvenes lectores, debéis traducir a realidades de hoy, a realidades vuestras, cotidianas. El león, la serpiente, el cabrito, el novillo, serán para vosotros imágenes lejanas, imaginarias tal vez. A mí no tanto. He tocado cabritos, serpientes y culebras, me ha picado un escorpión y nada me ha hecho. Dios es un encanto, se lo digo muchas veces cuando me estoy junto al Sagrario: eres un sol. Los peligros que acechan hoy serán seguramente el alcohol, el malgastar inútil, la egoísta satisfacción sensorial, sensual y sexual. El dinero para presumir, el poder para avasallar, el atractivo personal para arrastrar y dominar, cual flautista de Hamelín…

6.- Vuelvo a la idílica descripción que ya os advertía, está escrita con tintas agrícolas. Traducidla vosotros a vuestras realidades, escribidla en vuestro lenguaje, que sea entendedor para los vuestros. Decid como sepáis, a tantos jóvenes desengañados, faltos de esperanza, que se fabrican un sucedáneo de felicidad, bañados en la droga, tentados por el suicidio, alocadamente interesados en gustar una pizca de placer por un momento, a estos tales desgraciados, pese a que se vistan de rostro orgulloso, tratad que vean la sonrisa de una persona dedicada a servir a los más desgraciados, a enseñar a los marginados e ignorantes. Al artista que en el texto, en la tela, con el cincel, con la belleza de su canto, dirigen su vida al Señor.

7.- Ahora me sitúo en el evangelio que se proclama hoy. Varias veces he estado en el paraje que es el escenario de la narración. En las dos orillas del rio santo que baja lentamente, a casi 400m bajo el nivel del Mediterráneo, a punto de entrar en el Mar Muerto. Lugar de mítines que organiza este hombre venido del desierto de poniente y que ha escogido este lugar entre meandros, rocas y zarzas, de agobiante calor y humedad, para lanzar atrevidas bravatas, a quien se pone a su alcance. No busca cautivar por su juventud, sonrisa o simpatía. Hay que reconocerlo, Juan el bautista es un hombre antipático, imprudentemente atrevido, desafiante. Pero que no busca provecho personal, es lo que más sorprende. Increpa a saduceos y fariseos, ganándose, evidentemente, el enojo de los dos bandos. Solo los ingenuos y sencillos le comprenden y esto es suficiente.

8.- Si es capaz de hacerlo así, es porque es austero y vive entregado a Dios. Condena con lenguaje grosero a los orgullosos, sea del partido que sean, del nivel social en el que vivan. Cambian las monedas, cambian las modas, cambian las capacidades de moverse y de alimentarse, pero no por ello cambia la interna inclinación al orgullo, a la ambición, al egoísmo. Por muchos innovaciones políticas que haya, por diferentes que sean las viviendas y las costumbres deportivas. Por muy diversa que pueda ser la música que encandile hoy y los idiomas que uno sepa hablar, los pecados capitales, continúan siendo siempre los mismos.

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