30 noviembre 2022

2º Domingo de Adviento: UN NIÑO, SE LO MERECE

 UN NIÑO, SE LO MERECE

La llegad de un niño al hogar, entre otras cosas, supone siempre un cambio social, personal y hasta estético. El ruido da lugar a silencio, el “yo” al “él” o incluso la pulcritud es garantía de salud. Dios que se hace “niño” exige, de nosotros, un cambio. ¿Por qué? Para que ese “niño” sea de verdad buena noticia que nos seduzca y nos traiga felicidad a tope.

1.- Inmersos en el adviento sale a nuestro encuentro un personaje singular, con sabor a desierto y a sobriedad, a grito y a cambio, a renovación e interpelación a la penitencia: Juan Bautista.

La Navidad, con la celebración del acontecimiento del Nacimiento del Señor, nos estimula a una versión totalmente renovada de nuestra vida. Y es que, nuestro vivir, nuestro pensamiento o nuestro ser…puede que a veces se quede un tanto desfasado. O mejor dicho; puede que, estén tan bien amoldados a la realidad mundana, que se hayan alejado totalmente de lo que el evangelio debiera de significar para nosotros. ¿O no es así?

El adviento, en este segundo domingo, nos invita a cambiar el “chip”. ¡Conversión! ¡Nueva versión para nuestra vida! ¡Llega Jesús! ¿No merece su llegada un cambio por nuestra parte?

2. Juan es el clamor de la Iglesia que, por activa y por pasiva, nos incita a tener levantadas las antenas de la fe. ¿Hacia dónde tenemos puestos nuestros objetivos, deseos o afanes de superación?

Juan es la novedad de toda la Iglesia que, ante la Navidad, aviva en nuestro interior el ímpetu de salir al encuentro del Señor que viene. ¿Seremos capaces de preparar una digna morada, unos buenos caminos para que, el Niño, nazca con todas las consecuencias y no nos encuentre arrodillados ante otros dioses?

Juan, el Bautista, es la voz que nunca se cansa. El pregón en el inmenso desierto en el que muchos se han perdido. El grito que no pretende otra cosa sino la felicidad de la humanidad; la vuelta a Dios de aquellos hombres y mujeres que, confundidos por el ruido del mundo, necesitan escuchar un dulce mensaje: ¡Dios viene a salvarnos!

3.- Tal vez, el adviento, nos sugiera ser más un tiempo de esperanza, de alegría que de penitencia. Pero ¿acaso la llegada de un nuevo miembro a la familia no es motivo para una limpieza más exhaustiva y delicada de todo el interior de la casa? ¿Acaso, el Señor, no merece que –aquello que desafina y no está atinado en nuestra forma de ser– sea cambiado para que su Nacimiento sea algo real y palpable en lo más hondo de nuestras entrañas?

El adviento, por ser tiempo de esperanza…también es época de poda. De cortar aquellas ramas que, en el tronco de nuestras personas, pesan o aparentan más de lo que son, sobran o no dan fruto, son frondosas por fuera...pero quién sabe si no están huecas por dentro.

¿O es que Dios no merece eso y mucho más?

Que nuestra casa, alma y corazón, sean bien dispuestos en estas cuatro semanas para que, la Navidad, deje huella y abundante en nuestro ser.

 

Javier Leoz

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