MONICIÓN DE ENTRADA Bienvenidos seáis todos a esta reunión dominical de hermanos y hermanas que se quieren y que se reúnen en nombre de Jesús de Nazaret. Hoy el Señor Jesús, con el relato de los diez leprosos, nos va a enseñar que debemos ser agradecidos. No es de cristianos –aunque ahora sea muy frecuente—la dureza de corazón, el egoísmo, la soberbia. Y si alguno de nosotros ve que, en el interior de su corazón, anidan esos sentimientos duros, pues apresurémonos para pedir a Dios Nuestro Señor que nos cure. Y después –por favor—que volvamos a darle gracias, pues Él –el Dios Padre cariñoso y tierno—merece todo nuestro agradecimiento. |
Lectura de Postcomunión MONICIÓN Esta es una de los números textos de San Agustín que sirven como oración. Esta, nos ha parecido hoy como muy indicada para los momentos posteriores a la comunión. Sabemos que es algo larga. Si se quiere se pueden seleccionar algunas de sus estrofas. Pero se puede leer entera. No es tan larga. JESÚS ES DULZURA Y AMOR ¡Oh Salvador mío, fuente inagotable de dulzura y de bondad! No piense yo más que en Vos. Cuando al mismo tiempo que a Vos se ama cualquiera otra cosa, ya no se os ama, ¡oh Dios mío!, con verdadero amor. ¡ Oh amor lleno de dulzura, dulzura llena de amor, amor exento de penas y seguido de infinidad de placeres; amor tan puro y tan sincero que subsiste en todos los siglos; amor cuyo ardor no hay cosa que pueda apagar ni entibiar!
¡Jesús, mi adorable Salvador, cuyas bondades, cuyas dulzuras son incomparables, caridad tan perfecta como que sois nada menos que mi Dios! Véame yo abrasado en vuestras divinas llamas, de suerte que no sienta ya más que aquellos torrentes de dulzuras, de placeres, de delicias y de alegría, pero de una alegría enteramente justa, enteramente casta, pura, santa y seguida de aquella perfecta paz que solamente en Vos se encuentra.
Sea yo abrasado en las llamas de aquel amor, ¡oh Dios mío!, con todo el afecto de mi corazón y de mi alma. No quiero, bien mío, no quiero en lo sucesivo más amor que el vuestro. Amén. Exhortación de despedida Salgamos de la Eucaristía con el propósito de ser agradecidos, de agradecer a Dios—y también a los hermanos—todo lo que nos da. Y no creamos nunca que es nuestro esfuerzo el que consigue algo. Dios nos lo da todo.
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