—BIENVENIDA:
Antes de la salida del celebrante
Queridos hermanos, nos encontramos reunidos, una vez más, en el domingo, el Día del Señor, en este domingo vigésimo octavo durante el año, para compartir entre todos la alegría de la fe, reunidos alrededor de la mesa del Señor en esta Eucaristía dominical.
—LITURGIA DE LA PALABRA:
1ª. LECTURA: (2 Re 5, 10. 14-17)
En esta historia antigua, del tiempo de los profetas, escuchamos cuáles son las obras de Dios con los hombres. Una historia que nos explica la actuación de Dios y que luego renovará el Evangelio de Jesús.
SALMO RESP.: (145, 7-10)
R. El Señor manifestó su victoria.
2ª. LECTURA: (2 Tm 2, 8-13)
Estas cartas de Pablo a su discípulo, que leemos ya desde hace algunos domingos, son como un testamento antes de su muerte.
EVANGELIO: (Lc 17, 11-19)
Escuchamos, en el Evangelio, el conmovedor grito de fe de los leprosos, ardiente plegaria que se ha convertido en el modelo de oración contínua que se desgrana a modo de rosario.
—ORACIÓN DE LOS FIELES:
CELEBRANTE:
Queridos hermanos, al igual que los leprosos del Evangelio, salgamos al encuentro de nuestro Padre del Cielo, para clamar, con fe en su respuesta, que escuche nuestras necesidades y las de nuestros hermanos.
GUÍA: A cada una de las peticiones responderemos orando:
"PADRE, ESCÚCHANOS Y AUMÉNTANOS LA FE"
—Dios de bondad, te pedimos por la Iglesia y el Papa Francisco, para que siempre escuchemos su llamado a vivir en el amor gratuito de Dios y repartir gratuitamente ese amor entre todas las personas, preferentemente entre los más pecadores, desgraciados y desfavorecidos, oremos...
—Padre todopoderoso, te pedimos por nuestro obispo y nuestros sacerdotes, concédeles tu gracia para que con santidad y sabiduría ejerzan siempre fielmente el ministerio que tú mismo le has confiado, oremos...
—Señor de la vida, te pedimos por nuestra querida patria, para que en ella tu Hijo vuelva ser el fundamento de nuestras familias y de toda nuestra sociedad, oremos…
—Dios de infinita misericordia, te pedimos por los pobres, por lo enfermos, por los sin techo, sin trabajo, por los marginados, para que reciban el aliento y la ayuda de los hermanos, y ellos mismos nunca dejen de rezarte, oremos...
—Padre, te pedimos por nuestra comunidad, para que sabiendo reconocer nuestras miserias, imploremos tu ayuda y con toda humildad te manifestemos, con nuestras vidas, nuestro agradecimiento, y en este domingo, como el leproso, también gritemos: ¡Ten compasión de nosotros!, oremos…
CELEBRANTE:
Padre de todos los hombres, que nos has mostrado tu gran misericordia en tu Hijo, concédenos la gracia de saber agradecer tu amor y ser agradecidos y generosos con todos los hombres, nuestros hermanos. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
—PRESENTACIÓN DE LAS OFRENDAS:
Junto al pan y el vino, los dones que hemos recibido de Dios, ofrezcámosle toda nuestra vida, para que toda ella sea una ofrenda agradable a Él.
Al término del “Lavatorio de Manos” y cuando el celebrante vuelve al centro del altar y antes de la oración siguiente, se hace poner de pie a la asamblea
—DIÁLOGO DEL PREFACIO: Al iniciarse el Prefacio (antes de "El Señor esté con vosotros")
Iniciamos ahora el momento más importante de la misa: la plegaria eucarística, la plegaria de acción de gracias, en la que proclamamos, dando gracias, el amor de Dios, presente en nuestras vidas.
—COMUNIÓN:
El Señor ofrece su salvación a todos los hombres, salvación que se hace realidad en Cristo, que nos ha alimentado con su palabra, y ahora nos incorpora íntimamente a Él y a los hermanos, con este alimento que nos dará la vida eterna.
Cantamos...
COMUNIÓN ESPIRITUAL:
Al término de la distribución de la comunión.
Hermanos:
Todos aquellos que no han podido acercarse a recibir a Jesús Sacramentado,
pueden hacer la Comunión Espiritual rezando la siguiente oración:
Creo Señor mío que estás realmente presente
en el Santísimo Sacramento del altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo
ardientemente recibirte dentro de mi alma;
pero, no pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si te hubiese recibido, me abrazo
y me uno todo a Ti;
Oh Señor, no permitas que me separe de Ti.
Amén.
—DESPEDIDA:
Al terminar nuestra celebración, reflexionemos durante esta semana en la necesidad que tenemos de volver permanentemente al Señor para darle gracias, porque nos ha sanado de nuestra lepra espiritual, de nuestro pecado y constantemente nos ofrece su gracia y su amor.
Nos despedimos cantando...
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