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Buenos, días, (tardes, noches). Las lecturas bíblicas de hoy enjuician nuestro comportamiento acerca de las riquezas que Dios nos ha confiado. Nosotros somos simples administradores, no dueños. Cuando nos vayamos, todo se quedará aquí. Esta celebración dominical nos aconseja a vivir desprendidos y santificándonos. De pie, para recibir a los ministros cantando alegremente.
Primera lectura: Amó 8, 4-7 (Contra los que compran por dinero al pobre)
Amós, aunque era un humilde pastor, es el profeta de la justicia social. Ataca a la injusticia de los ricos y la explotación del pobre. Advirtió a los hombres que Dios demanda honradez y justicia en sus negocios. Escuchen
Segunda lectura: I Timoteo 2, 1-8 (Pidan a Dios por todos los hombres)
San Pablo aconseja a su discípulo y colaborador Timoteo sobre la liturgia para que sea una auténtica plegaria de toda la comunidad y que permita llegar más fácilmente al pensamiento de Cristo, nuestro mediador, como base de nuestra fe. Pongan mucha atención.
Tercera lectura: Lucas 16, 1-13 (breve) 10-13 (No pueden servir a Dios y al dinero)
A continuación escucharemos la parábola del administrador infiel. Cristo la usó para exponer su doctrina sobre las riquezas y el dinero. Los que son ricos en bienes materiales necesitan ponerlos al servicio de los necesitados para conseguir los bienes del Reino. Nos preparamos para escuchar la Buena Nueva de hoy. De pie, por favor y juntos entonemos el Aleluya.
Oración Universal:
1. Por la Iglesia; para que sepa dar testimonio de Cristo en medio de nuestro mundo, Roguemos al Señor.
2. Por los gobernantes de todas las naciones; para que sus esfuerzos por la paz y la justicia no sean en vano, Roguemos al Señor.
3. Por los responsables de la economía a escala mundial y nacional; para que procuren siempre el bien del ser humano por encima de todos los bienes económicos, Roguemos al Señor.
4. Por nosotros; para que no caigamos en la tentación de la codicia y no se metalice nuestro corazón, Roguemos al Señor.
Exhortación Final
(Tomado de B. Caballero: La Palabra cada Domingo, San Pablo, España, 1993, p. 575)
Bendito seas, Dios Padre, por el aviso que hoy nos das
por medio de Jesús a tus hijos queridos, los hijos de la luz,
para que despertemos las enormes energías del Reino, sin ceder
al cansancio y la inhibición, la rutina y el desaliento.
Reconocemos, Señor, que no siempre actuamos como discípulos
de Cristo, porque nos vence el apego a los bienes terrenos,
la idolatría del dinero, la comodidad y el abstencionismo.
Ten compasión de nosotros, Señor, y ayúdanos con tu gracia.
Enséñanos a usar los bienes perecederos de esta vida,
invirtiéndolos con generosidad en nuestros hermanos más pobres,
y ganándonos así amigos seguros en las moradas eternas.
Amén.
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