QUÉ MATEMÁTICAS TAN RARAS… LAS DE DIOS
1.- Reiniciamos en muchas parroquias, o a punto de hacerlo, el curso pastoral. Y, en este tiempo de vuelta a la normalidad y a la responsabilidad en el campo de la fe, una vez más nos encontramos con el rostro de un Dios misericordioso y bueno: bondadoso, y además, con todos:
--Con aquel que ha llevado, por diversas circunstancias, una vida tortuosa y alejada de Dios, es recibido con lo que más a Dios gusta emplear: su misericordia
--Con aquel otro, que gastó inútilmente sus talentos, se pone de rodillas en el cenit de su vida esperando lo que sólo Dios es capaz de dar con creces: olvido de sus pecados
--Con aquel otro que intentó cumplir con unos mínimos o aquel otro vanidoso por haber cumplido al cien por cien con su cometido de hijo… es puesto a los pies de la cruz para que Dios perdone también su orgullo, soberbia o su egocentrismo
2.- La figura del PADRE, tal vez, no resuena con excesiva fuerza en muchos momentos de nuestra vida:
-Cuando nos sentimos dueños y señores de lo que acontece.
-Al pensar que es más fácil vivir sin referencia a Él y nos perdemos en una huida sin ton ni son con mucho ruido, errantes, pesarosos y sin horizonte.
-Si creemos que el destino depende exclusivamente de los hilos humanos y nos alteramos cuando, ese mismo destino, nos devuelve mil y una bofetadas cruentas en el rostro de la felicidad que profesábamos.
Pero la figura del PADRE tiene vigencia especial:
-Al rebobinar la película de nuestras correrías y ver las secuencias que nos han producido cicatrices y soledades, lágrimas y sufrimientos, desgarro y hasta divorcio con nuestra propia dignidad humana
-Cuando echamos una mirada atrás y vemos humear la casa del Padre donde El sigue esperando, cociendo y tostando en el horno de su misericordia el pan del perdón y de la generosidad, del encuentro deseado o de unas faltas que (para el Padre) nunca existieron en el hijo.
-Cuando en el roce con el mundo somos testigos de ingratitudes y de menosprecios y añoramos las caricias de la casa paterna, la palabra oportuna, el consejo certero o el abrazo de consuelo.
-Cuando nos sentimos incomprendidos por aquellos de los cuales esperábamos tanto y nos dejaron enterrados, crucificados con el recuento y el recuerdo de nuestros defectos.
2.- Siempre pensamos que la felicidad la podemos alcanzar fuera y lejos de nuestra propia casa. No somos, unos, impuros y, otros, puros ni, otros, plantas venenosas y los de más allá plantas perfumadas. Eso sí…Dios a todos trata por igual. ¡Qué matemática tan rara la de Dios!
Dios respeta nuestra libertad. Sufre, estoy convencido, al sentir y contemplar a este mundo nuestro tan de espaldas a Él. No me cuesta esfuerzo imaginar a un Dios, con lágrimas en sus ojos, al comprobar cómo la vieja Europa va alejándose montada en el Euro o muriendo en trenes de muerte, amenazada por la inseguridad o la ansiedad de los que tienen sed de sangre.
Sufre Dios por el despiste del hombre, pero deja que actuemos en libertad, e incluso a pesar de que muchos hagan dentellada o lancen pedradas contra la casa del Padre. Hoy el hombre, que escapa lejos de Dios, que vive embelesado en su propio rigor y sistema, siente de momento pocas ganas de volver hacia atrás.
--¿Qué ocurrirá cuando el capital vacíe de falsas alegrías el corazón del hombre?
--¿Qué ocurrirá cuando el hombre sienta que está arruinado porque gastó lo que aparentemente ganó?
--¿Se acostumbrará el ser humano a cambiar el traje de señor por el de esclavo?
3.- En nuestros colegios y comunidades, parroquias y grupos se va a iniciar un nuevo curso apostólico. Todas iniciativas que se retoman son un buen “buscador” para encontrar esas sendas de vuelta atrás y dar con los caminos que van derechos a la casa donde se vive más y mejor: la casa del Padre
Acaba el verano y nos adentramos en el otoño; ojala nos despojemos de tanta hojarasca y vuelva a resurgir, con la ayuda del Señor, nuestro aprecio por las cosas de Dios.
Javier Leoz
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